Alfonso Calle en la Sala La Paloma a partir del 6 de abril

El próximo día 6 de abril tendrá lugar el acto de inauguración de la exposición que bajo el título de “Luces de Madrid”, reunirá la obra del socio Alfonso Calle, en la Sala de Exposiciones La Paloma, situada en la Calle Toledo, 108, del Centro Cultural Puerta de Toledo de la capital.

La inauguración tendrá lugar a las 18’30 h. y se podrá visitar hasta el día 16 de abril, en horario de lunes a viernes, de 10 a 14 y de 17 a 20 h.

Es el autor quien nos presenta su obra:

“Luces de Madrid.

Para un pintor, la luz artificial es casi siempre un recurso mientras la natural una constante. Cuando hablamos de “luces de Madrid”, casi todos esperan que te andes refiriendo a esas navideñas que cada año intentan adornar las “noches de Madrid” cuando se acaba el año, arte efímero sometido a concurso, o de esas otras que aportan los neones y escaparates de La Gran Vía, y casi nunca esperan que puedas referirte a esas otras que enamoraron a los mejores pintores de La Corte, a esos especiales atardeceres otoñales que incendian el ocaso o esos amaneceres que, casi con ternura, empiezan a mostrarte a la ciudad dormida que empieza a despertar, pero somos hijos del sol y de la sombra aunque desde hace tan solo un siglo nos hayan criado con electricidad. Pero a veces no somos muy conscientes de que esa luz que nos llega desde el sol acunado en la eclíptica, es mucho más que simplemente hermosa u odiosa, agradable o molesta. ¡Le debemos la vida! Inmersos en ella todo el tiempo, nos imprime carácter y contribuye a modelarnos el fenotipo, es nuestro océano de aire. La luz artificial tiene dueño y la cobran, la del sol es de todos y aún más de los pobres porque es gratis.

Personalmente me interesaron las “luces de Madrid”, todas ellas, hasta las de sus toreros que en la plaza de Las Ventas se visten de luces para enfrentarse al toro y a la muerte. Me interesó reflexionar sobre la importancia de la luz y la sombra en La Gran Vía. Cómo esa calle, que discurre desde el Este al Oeste, ve a su fachada derecha poblada de sombras arrojadas por las casas de enfrente, en tanto que la izquierda, que es la que mira al Norte, se queda siempre en sombra, y al reparar en ello me asaltó una duda: “¿Se llenará de musgo igual que hacen los troncos de los árboles?” más fue una duda absurda. Las ciudades se han hecho para domesticar a la naturaleza. Se ubicaron donde encontraron agua y se construyeron en defensa del sol y de los malos vientos para poder gozar del aire y de la luz… o de su ausencia.

Me interesé también por las sombras que, a vista de pájaro, observas como inundan los patios de las casas, o esas otras que se arrastran al pie de su edificio, las que generan los soportales, las que lanzan los aleros o las chimeneas, las que guardan los dinteles o las jambas, las variopintas que anidan en los cristales de balcones y ventanas o esas que se escurren a lo largo del tronco de los árboles, debajo de sus ramas, o se camuflan escondidas del sol entre el follaje, y es que las sombras son ese otro universo donde anida el matiz en la pintura, el otro extremo de la luz, y si para orientarnos necesitamos del Norte y el Sur, del arriba y abajo, el más y el menos, el lleno y el vacío para acotar extremos, en pintura son el blanco y el negro esos extremos, ambos representantes de la nada o del todo… mejor del “todo” pues, aunque solo sea por conveniencia, siempre he querido asociar la nada con la ausencia y el todo con la plenitud, que entre el pesimismo y el optimismo no media más que una línea difusa de subjetividad”.

Alfonso Calle García.

Invitación

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