Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: Emilio Romero Barrero

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

La Gaceta de Bellas Artes: 1930

Como veíamos en anteriores números, la Gaceta de Bellas Artes estaba regida por un comité de redacción en el que figuraba el secretario, y en el que Roberto Fernández Balbuena ejercía de director, figurando también en dicho comité José Subirá, redactor de temas musicales, y Enrique Estévez Ortega.

En el número de julio del año 2021 ya abordamos la biografía de Roberto Fernández Balbuena, y en los pasados meses de mayo y junio, las de José Subirá y Enrique Estévez Ortega.

La Gaceta de Bellas Artes dio un profundo cambio adaptándose al estilo de otras revistas ilustradas de la época, teniendo a partir del mes de mayo de 1931, periodicidad mensual. Hubo un intento de crear una nueva revista cuya dirección y comité de redacción suscribía la directiva, a las órdenes de su presidente, Julio Moisés y Enrique Estévez Ortega como redactor jefe.

En 1930 el comité de redacción estaba integrado por:

     Antonio Ortiz Echagüe, en aquellos momentos el Presidente de la AEPE,

     Jesús María Perdigón, de quien dimos cuenta ya en esta misma Gaceta de Bellas Artes en el mes de marzo pasado,

     Ángel Vegué Goldoni, a quien conocimos en la Gaceta de abril,

     Ramón Pulido, cuya biografía publicamos el mes de junio de 2022,

     Ricardo Baroja, que ocupó las páginas de la Gaceta de julio de 2023,

     Francisco Esteve Botey, de quien ya tratamos en noviembre de 2020,

     Roberto Fernández Balbuena, cuya biografía abordamos en la sección de las Medallas de la AEPE,

     José Subirá, que descubrimos el pasado mes de mayo de 2023 y

     Pedro García Camio, Secretario de la AEPE, a quien tratamos en la Gaceta de diciembre de 2022, y Emilio Romero Barrero, protagonista de este mes.

 

Emilio Romero Barrero

 

ROMERO BARRERO, Emilio        P       1928       oct.1895     S. FERNANDO      MADRID         1965

 

Socio de Mérito

Socio de Honor

Secretario de la AEPE

 

Emilio Romero Barrero en la Gaceta de Bellas Artes, 1955

 

Emilio Romero Barrero nació en octubre de 1890, en San Fernando, Cádiz.

Hijo del arquitecto gaditano José Romero Barrero, profesor numerario interino de la Escuela Superior de Artes e Industria y Bellas Artes de Cádiz. Arquitecto provincial en 1908, con domicilio en la calle Cobos, 6. Académico de número de la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes en 1914, en 1916 logró la plaza de Arquitecto municipal de Cádiz.

Describían a su padre como un hombre de singular afabilidad y exquisito trato social, caballeroso culto, querido y respetado por sus prestigios personales. Siempre dio pruebas de su capacidad profesional y de su nada vulgar temperamento, revelando su valioso caudal de conocimientos de arte y ciencia arquitectónico. De agradable y correcto trato personal, miembro de la alta sociedad gaditana, sus trabajos particulares y profesionales hicieron que alcanzara un prestigio personal envidiable.

En este ambiente culto y propenso a las ciencias y las bellas artes, Emilio, que tenía una hermana llamada Concepción, se decantó por la carrera de medicina, que ejerció y compaginó con la pintura toda su vida.

En 1916 realizó la tesis doctoral que versó sobre “El pneumotorax artificial en el tratamiento de la tuberculosis pulmonar” y que leyó en la Universidad Complutense de Madrid.

En 1917 en Cádiz, el doctor Emilio Romero Barrero ofrecía al Ayuntamiento gaditano su Gabinete antirrábico, donde “sin necesidad de trasladarse a otra capital, pueden obtener su curación los individuos pobres mordidos por perros, cuyas curaciones satisface el municipio”.

A lo largo del año 1918, El correo de Cádiz publicaba un anuncio en el que el Dr. Emilio Romero Barrero, atendía la “Vacunación antirrábica, por el método supraintensivo, y Enfermedades del aparato respiratorio, San Pedro, 16, de 3 a 5. Cádiz”.

Anuncio de El correo de Cádiz del año  1918

 

Simultáneamente, de 1919 a 1923 realizó estudios de escultura en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Cádiz.

En 1920 era ayudante de Cátedra de la Facultad de Medicina en Cádiz.

En 1923 se traslada a vivir definitivamente a Madrid, instalándose como médico y ejerciendo su carrera profesional a lo largo de su vida, en el Hospital Central de la Cruz Roja y en el Instituto Español de Hematología y Hemoterapia.

En Madrid estudió también pintura con los socios de la AEPE Federico Godoy de Castro, Socio Fundador de la AEPE, gaditano como él y repetidamente laureado, más tarde con Julio Romero de Torres y finalmente con el que fuera Presidente de la AEPE, Julio Moisés.

Además, llegó a ser profesor auxiliar en la Escuela de Artes de Madrid.

Casado en 1917 con Elena González de Peredo, el matrimonio tuvo tres hijos: Emilio, Carlos y Alfonso, y residían en la calle Recoletos, 10, y más tarde en la calle Narváez, 11, donde mantenía una consulta médica privada.

Araceli, del X Salón de Otoño

Bodegón, del XXIV Salón de Otoño

 

En 1927 participó en el II Salón de Médicos Artistas celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde destacó con sus obras, así como en la edición de aquel año del Salón de Otoño.

Para el homenaje al Ministro de Marina, que tuvo lugar en 1928, y en el que se le entrega un álbum en cuero repujado obra de Ramón Martín de la Arena, realizó unas “hojas tan bellamente iluminadas con preciosas miniaturas alegóricas”, como recogía la prensa del momento, “debidas al pincel del inspirado artista Emilio Romero Barrero”.

Maximina

Paquita, del XII Salón de Otoñoc

La margarita, del XVIII Salón de Otoño

Muchacha con jarra, del XXII Salón de Otoño

 

Para 1930 ya era reconocido como un excelente pintor, recogiendo la Crónica de Arte del X Salón de Otoño, firmada por Luis León Domínguez, que  …“Emilio Romero Barrero, tres notabilísimos óleos: una figura de mujer, Araceli, y dos bodegones, magistralmente interpretados”, publicándose además una fotografía de uno de sus bodegones.

Fotos de sus obras aparecen a partir de entonces en algunos medios, con motivo de su participación en el Salón de Otoño y en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1932… donde se destaca que “Emilio Romero Barrero interpreta muy bien los tipos de sus dos obras Una gallega y Carmen”.

Josefina, ABC, 1933

 

En 1932, la Revista hispanoamericana de ciencias, letras y artes publica un reportaje del artista, junto a tres fotografías de sus obras, en el que destaca que “Allá por el año 1923 llegó a Madrid un ilustre doctor en Medicina con el bagaje de su ciencia humanitaria y el ideal espiritual de un gran amor y entusiasmo por el Arte de la pintura. Emilio Romero Barrero, a quien aludimos, con los preliminares estudios plásticos iniciados en su patria andaluza, Cádiz, y al lado de Federico Godoy, al llegar a la capital de España empezó a recorrer la áspera senda de la conquista de un nombre artístico simultaneando este deseo con su noble actividad de mitigar el dolor ajeno. Años después, … se vio que aparecía en el movimiento espiritual estético un valor nuevo de indiscutible importancia. A partir de entonces, el nombre del ilustres doctor en Ciencias, … simultanea ambas actividades, y si bien es verdad que en la primera goza de un destacado lugar, en la segunda su prestigio artístico se parangonea en idéntica trayectoria.

Muchos éxitos y laureles ha conquistado el notable pintor andaluz. En Madrid, primero, al lado del llorado Romero de Torres, y posteriormente con el ilustre maestro y gran retratista Julio Moisés, con quien le unía fraternal amistad, ha llegado Romero Barrero a hacer destacar su labor pictórica, consiguiendo por su indiscutible talento situarse en el plano más importante de nuestra dinámica espiritual contemporánea. Este talento indiscutido, la simpatía personal, la actividad incansable del joven artista gaditano, hicieron el que la Asociación de Pintores y Escultores, hallando en justicia en él un elemento de suma importancia para un desarrollo y progreso en la marcha del organismo, lo estime como un insustituible secretario de su directiva, del que por su amor a la profesión y por su interés en el noble deseo de mejoramiento, la entidad va desarrollándose en movimiento de superación.

En cuanto a la característica de la labor pictórica de Romero Barrero… Los lienzos y superficies en donde los problemas se desenvuelven acusan en primer término, una honradez interpretativa poco común en estos tiempos. Los temas, compuestos con gran sencillez y buen gusto, estudiados con la conciencia en la propia estimación, dibujadas sus formas sin escamoteos engañadores y resueltos con un gran cromatismo realista, imprimen a la labor en conjunto de Romero Barrero el carácter de su temperamento equilibrado y al margen de todo prejuicio. Una marcada preferencia se observa también por los motivos femeninos, cualidad que contribuye lógicamente a su mayor simpatía.

Sus figuras de mujer inspiran al observador un sugestivo encanto, por el buen gusto de que se halla dotado el artista que las concibe, y de ahí la belleza integrada en cada una de las obras cuando principalmente la protagonista del cuadro es representada por una efigie femenina. Romero Barrero siente, además, intuitiva inclinación por asuntos de otra especie: bodegones y naturalezas muertas. Estos motivos son plasmados por el notable pintor con singular gallardía. Dotando a los estudios de grandes dimensiones y componiendo los accesorios con sabiduría realista, los elementos que los constituyen se hallan saturados de una gracia peculiar que los hacen excepcionales entre el núcleo de sus similares. Estos motivos tan llenos siempre de dificultades y de cuyo género Romero Barrero es uno de los más destacados maestros pueden, sin hipérbole, calificarse como de bellísimos y en los que, repetimos, la técnica se halla en ellas especifica con superlativa calidad… en un relativo corto espacio de tiempo la firma de Romero Barrero se incorpore a la de los positivos valores de nuestro arte actual… títulos de algunas de sus telas más destacadas.

Gaditana, lienzo representativo de su gentileza de una bella mujer andaluza, admirablemente dibujada y resuelto su colorido con la más plausible sencillez. Naturaleza en silencio, óleo en el cual las calidades de los elementos que lo integran acusan la honradez de un escrupuloso estudio. Carmen, cuya media figura es retrato perfecto de la gentil modelo, resuelto en una gama de tonos claros y armónicos. Madrileña y Rosarillo (este último se exhibe en el actual Salón de Otoño), telas similares en calidad técnica a los anteriores, y… para no ser excesivamente prolijo en citas, señalaremos, finalmente, el bodegón de grandes dimensiones denominado La bombona verde, en el cual, como en otros muchos, el problema difícil y complejo de los diversos valores y calidades e interpretación de los vidrios y cristales se hallan logrados con verdadera maestría y dominio del oficio, y que confirman plenamente las envidiables cualidades del gran artista del que hoy ocupa nuestra atención: el ilustre médico, pintor y secretario Socio de Honor de la Asociación de Pintores y Escultores, Emilio Romero Barrero”. E.N.

Gallega, del XI Salón de Otoño

Bodegón, del X Salón de Otoño

 

Un año muy fructífero el de 1932, ya que en el III Salón de Médicos Artistas celebrado en el Museo de Arte Moderno de Madrid, la prensa vuelve a destacar que  …“En la sección de pintura, la más nutrida y, desde luego, la más dotada de logros laudables, reencontramos, por ejemplo, a Emilio Romero Barrero, con el excelente retrato femenino Carmen, y varios bodegones y naturalezas en silencio de buena calidad y brillantez ya estimadas en Exposiciones del Estado y de la Asociación de Pintores y Escultores”.

En 1933 su logrado reconocimiento artístico le llevó a ser nombrado jurado del XIII Salón de Otoño.

En 1933, y tal y como publica La Libertad, su casa, situada en la calle Narváez, 8, fue “víctima de un robo en el que violentando la puerta de entrada con una palanqueta, se llevaron objetos, alhajas y monedas de oro por un valor total de 6.500 pesetas”.

Presentó obra a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1934, que fue reconocida por la prensa, que destacó que “la figura de mujer de Romero Barrero, llena de garbo y gracia, y en la que el notable pintor no desdeice de la buena escuela de su maestro Julio Moisés”.

Camerino, del XXV Salón de Otoño

Nati, del XI Salón de Otoño

 

En 1935 su obra formaba parte de una exposición de obras de artistas andaluces realizada en el Liceo Andaluz, dirigida y comisariada por José Prados López, en la que participaron otros miembros de la AEPE como Gonzalo Bilbao, Amparo González Figueroa, Vázquez Díaz, Francisco Soria Aedo, López Mezquita, Moreno Carbonero, Julio Moisés, Pedro Antonio, Rafael Botí, Coullaut Valera, Blanco Coris…

En 1945 participó en la Exposición de Bellas Artes celebrada en el Palacio de la Lonja de Palma de Mallorca, organizada por la Asociación de Pintores y Escultores.

En 1950 obtiene la Tercera Medalla en la Exposición de Médicos Pintores celebrada en Elche, y dos años más tarde participa en la Exposición de Médicos Pintores de la Facultad de Medicina de Madrid.

En unas líneas publicadas en el diario Pueblo, él mismo se define como “pintor de figura y retrato”.

Eugenia, del XXV Salón de Otoño

 Bodegón, del X Salón de Otoño

 

Ponente del I Congreso Médico Nacional de la Cruz Roja de 1959, con el título de “Rehabilitación y recuperación de inválidos”.

Condecorado con la Medalla de Plata y la Medalla de Oro de la Cruz Roja Española, Medalla de Oro del Centenario de las Cortes de Cádiz, fue académico correspondiente de las Reales Academias Hispanoamericana de Ciencias y Artes de Cádiz y de la Real Academia de Medicina.

Falleció el 13 de octubre de 1965 en Madrid, a los 75 años.

La bombona verde

Carmen, del XI Salón de Otoño

 

Emilio Romero Barrero y la AEPE

Asociado en 1928, en 1930 fue nombrado médico oficial de la AEPE, ofreciendo sus servicios con tarifas reducidas un 25% a los socios de la entidad.

Cuando en 1929 la AEPE inauguró la Sala de Exposiciones propia, participó en la exposición colectiva organizada a tal efecto.

En 1930 fue Socio de Mérito del Salón de Otoño, logrando un año después, el título de Socio de Honor, que repetiría en 1952, con motivo del XXV Salón de Otoño.

Elegido Secretario de la AEPE el 31 de marzo de 1930, ocupó ese cargo hasta 1934.

En 1933 fue el encargado de leer el manifiesto que sobre la Federación de Artistas presentó la AEPE en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, formando también parte del comité para estudios del Reglamento, creado a tal efecto.

Ese mismo año ejerció de Secretario del jurado del XIII Salón de Otoño.

En 1936 fue elegido Vicesecretario, puesto en el que repitió de 1939 a 1943.

En el Salón de Otoño de 1950 obtuvo la Tercera Medalla de Pintura, logrando la Segunda Medalla en el Salón de 1952 y finalmente la Primera Medalla, en el Salón de 1955.

De él escribió el crítico y Secretario de la AEPE, José Prados López: “Mitad poeta, mitad filósofo, sabe cantar y ocultar sus penas y sus contentos”

Participó en las siguientes ediciones del Salón de Otoño:

VII Salón de Otoño de 1927: 568.- Retrato de la Srta. De Núñez; 569.- Bodegón.

VIII Salón de Otoño de 1928: 230.- Retrato de la Srta. María García, óleo, 1,01 x 0,81.

IX Salón de Otoño de 1929: 167.- Gaditana, óleo, 1,16 x 1,00.

X Salón de Otoño de 1930: 240.- Bodegón, óleo, 0,70 x 0,84; 241.- Bodegón, óleo, 0,71 x 0,92; 242.- Araceli, óleo, 0,80 x 0,69.

XI Salón de Otoño de 1931: 245.- Maximina, óleo, 0,87 x 0,77; 41 bis.- Gallega, óleo, 0,94 x 0,76; 43.- Carmen, óleo, 0,94 x 0,77; 56.- Nati, óleo, 0,53 x 0,46.

XII Salón de Otoño de 1932: 80.- Rosarillo, óleo, 1,08 x 0,88; 84.- Paquita, óleo, 1,08 x 0,88.

XIII Salón de Otoño de 1933: 32.- Josefina, óleo.

XV Salón de Otoño de 1935: 24.- Retrato de D. Santiago Ramón y Cajal, óleo.

XVI Salón de Otoño de 1942: 17.- Reposo, óleo.

XVIII Salón de Otoño de 1944: 84.- La margarita, óleo; 86.- Bodegón, óleo.

XXI Salón de Otoño de 1947: 56.- La niña del gallo, óleo.

XXII Salón de Otoño de 1948: 223.- La guitarra; 86.- Mujer del jarro; 90.- El mantoncillo.

XXIII Salón de Otoño de 1949: 126.- Sole.

XXIV Salón de Otoño de 1950: 20.- Zagala, óleo; 21.- Bodegón, óleo.

XXV Salón de Otoño de 1952: 79.-Camerino, óleo; 80.- Eugenia, óleo; 86.- Amalia, óleo.

XXVI Salón de Otoño de 1954: 77.- Mantilla negra.

XXVII Salón de Otoño de 1955: 87.- Toledana, óleo.

XXIX Salón de Otoño de 1957: 113.- Bodegón, óleo; 114.- Figura, óleo.

XXXV Salón de Otoño de 1964: 172.- Figura, óleo; 173.- Maternidad gitana, óleo.

La guitarra, del XXII Salón de Otoño

Gaditana

Retrato de la Srta. María García, del VIII Salón de Otoño

Fotografía aparecida en el diario Pueblo, 1950

Rosarillo

Zagala, del XXVI Salón de Otoño

El cántaro, del XII Salón de Otoño

Sole, del XXIII Salón de Otoño

Isabel Pastor Bourgon

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

Isabel Pastor Bourgon

PASTOR BOURGON, Isabel          P.E.AD 1928           MADRID           MADRID

Isabel Pastor fotografiada en 1930, Estampa

 

Isabel Pastor Bourgon nació en Madrid, en 1911.

Su hermano Pablo, socio también de la AEPE y artista, se decantó por el grabado y falleció el 28 de noviembre de 1988 en Madrid.

Su vocación por la escultura comenzó casi como un juego. Sus padres tutelaron la formación de los hermanos en casa, teniendo un profesor de dibujo que además era escultor.

Isabel comenzó manejando los lápices, pero viendo a su maestro trabajar en el barro en una cabeza, despertó su vocación, dejando a un lado la pintura, que no la atraía, mientras que modeló una cabeza de niño, copia de una figurilla de su madre, que fue muy bien acogida por el maestro y la familia.

Con toda la ilusión puesta en la escultura, se sucedieron después las figuras, en un camino en el que ella misma declaró, “siguió sin vacilar”.

Camila, obra que presentó al VIII Salón de Otoño

 

Su formación incluyó la musical, reconociendo que “toco el piano pero no le dedico las horas que debería… me consuelo escuchando a Beethoven”…

 

Blando y Negro publicaba en 1922 esta fotografía de la artista

 

En 1920 colaboraba con la revista Voluntad, donde escribía artículos acerca de las labores femeninas, que acompañaba de interesantes fotografías.

En 1922 apareció una fotografía suya en la revista Blanco y Negro, al pie de la cual se leía: “La señorita Isabel Pastor, que a sus encantos femeninos une su gran disposición para las bellas artes”.

En 1927 ya presentó dos retratos esculpidos al VII Salón de Otoño.

En 1928, con motivo del VIII Salón de Otoño, el ABC reproducía una fotografía de su escultura titulada “Camila”.

Vivía por aquel entonces en la calle Velázquez, 30, 3º de Madrid.

Anacoreta, con la que concurrió al XII Salón de Otoño

 

Al IX Salón de Otoño de 1929 presentó también la obra Ondina.

En 1930 participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes, encontrándonos distintas fotografías de su obra “Galatea” en diarios como el ABC y la revista Blanco y Negro. Las críticas comentaban que la joven escultora …”envió una obra de considerable empuje dadas las circunstancias de sexo y juventud de la artista. Galatea es el tema interpretado. La ninfa mitológica aparece encarnada en gracioso desnudo femenino”… y también que …”En retrato de D.J.M.B., de la señorita Isabel Pastor Bourgón, se anuncia claramente la posibilidad de una escultora”…

También en 1930 concurrió al X Salón de Otoño con la obra Retrato de D.J.M.B. y al de 1931, con la obra Serenidad.

La Libertad, 1932

 

En 1932 el periódico La Libertad publica una entrevista que incluye una fotografía de la escultora, bajo la sección de “Las mujeres en la república”, con el título de “Isabel Pastor-Bourgon o el Arte”. La entrevista la firma Blanca Silveira-Armesto, nos relata que …”estamos en su estudio, rinconcito de arte, grato y amable… los muebles son de una sencillez y gusto insuperables. Libros en las estanterías; sobre el “secretaire”… Figuras, maravillosas de línea, en los rincones… Luego, separado por pesados cortinajes, el lugar donde trabaja. Cabezas, torsos, figurillas aladas, y por último, como expresión de un arte de depurada exaltación, un Cristo de tamaño natural, muestra, en sus miembros atirantados por el martirio, en toda su figura esbelta, un reflejo acabado del Hombre que agonizó en el Gólgota. No es un Cristo de líneas suaves…no. En este parece reconcentrarse la agonía desesperada de una infinita incomprensión. Tiene una fuerza poderosa de dolor el torso que refleja la tragedia… y una expresión de dulce piedad y amor el rostro dolorido…

Fotografía de Galatea publicada por Blanco y Negro en 1930

 

Incluye también una descripción de la escultora: …”rostro de líneas fuertes con un gesto duro y sensual, reflejo interior de una pasión intensa, y los músculos, vigorosos muestran todo el poder de una energía indómita…esta artista de apenas veinte años… de dedos finos y pálidos… de formación clásica, pero con un matiz moderno y fuerte. Siente fervor por Miguel Ángel, Berruguete y Victorio Macho, de quien es discípula”…

Y otro tipo de datos como …”En la pintura me gustan el Greco, Velázquez y Rubens, Zuloaga, Solana y Mezquita. Me gusta Shakespeare, Merimée, René Razin, Pierre Lotti y otros… y mi devoción por Benavente y Calderón, Valle Inclán, Galdós y Pío Baroja. Me gustan Rubén Darío y Enrique de Mesa, Bécquer y Espronceda.

Soy republicana de todo corazón; pero más afín con Unamuno, a quien tanto admiro como pensador y literato, que con el Gobierno actual, tan tocado de partidismo.

El arte es un ideal que nos envuelve por entero… Nos vence, a veces, dejándonos rotos en el camino; pero otras nos conduce hasta el fin… Y con esta esperanza, luchando por llegar, nuestras horas ya no son vacías. Están llenas de vibraciones, de goces purísimos al ir venciendo a la forma que se rebela muchas veces entre los dedos que la modelan”…

Descendimiento, con la que concurrió al XV Salón de Otoño

Ondina, presentada al IX Salón de Otoño

 

Concurrió además al Salón de Otoño de 1932 y 1933, y al de 1934, presentó el bronce titulado “Mater Salvatori”, que a decir de Hesperia, en el diario La Época, es “de línea fina e inclinación del XVIII, aunque más moderna en la manera de obtener los pliegues de la túnica, con gran sencillez, pero sin rigidez alguna, que permite la flexibilidad necesaria para ceñirlos a la figura de gran esbeltez”.

Serenidad, presentada al XI Salón de Otoño

Retrato, del VII Salón de Otoño

 

Presente también en el Salón de 1935, nada sabemos de su periplo antes, durante y después de la guerra civil.

En 1945 participó en el I Salón de Primavera de Palma de Mallorca que organizó en aquella isla la Asociación Española de Pintores y Escultores, estando compuesta la Junta Organizadora por Eduardo Chicharro, José Prados López, Emilio Pou y González-Mor y Tomás Vila y Mayol.

En 1946 la artista presentó el bronce El Cristo del Milagro, en la sede de la Asociación de Pintores y Escultores, antes de que fuera trasladada a su emplazamiento final en la iglesia parroquial de la Concepción. En el acto estuvieron presentes Mariano Benlliure, Aniceto Marinas, Eduardo Chicharro, Prieto Nespereira, Luis Mosquera, Coullaut Valera, Jacinto Higueras y José Prados López, además de otros artistas y críticos de arte que pudieron contemplar una obra que mereció grandes elogios y que alcanzó distintas reseñas en la prensa del momento.

A partir de 1946, alterna la escultura con la pintura.

En los años sesenta, Isabel Pastor era reconocida como una de los tres únicos discípulos que había tenido el escultor Victorio Macho, junto a Abrahán Cárdenes y Castelo Macho, sobrino del artista.

A partir de esa fecha, se pierde su pista.

Retrato, del VII Salón de Otoño

Esclavo, del XII Salón de Otoño

 

Isabel Pastor y la AEPE

Socia de Mérito del Salón de Otoño de 1931.

Al VII Salón de Otoño de 1927 presentó las obras

500.- Retrato, escayola

501.- Retrato, escayola

Al VIII Salón de Otoño de 1928 presentó:

319.- Camila, escayola

Al IX Salón de Otoño de 1929

234.- Ondina, escayola patinada en bronce y piedra

Al X Salón de Otoño de 1930

305.- Retrato de D.J.M.B. escayola patinada

Al XI Salón de Otoño de 1931

573.- Serenidad, escayola

Al XII Salón de Otoño de 1932

327.- Esclavo, escayola

328.- Anacoreta, escayola patinada

Al XIII Salón de Otoño de 1933

384.- Seguro de automóviles

Al XV Salón de Otoño de 1935

376.- Descendimiento, escayola patinada

Al XXI Salón de Otoño de 1947

7.- Victoria, galvanoplastia

Al XXV Salón de Otoño de 1952

508.- Niño Jesús, madera

373.- Estudio, óleo

473.- Bodegón, óleo

Al XXIX Salón de Otoño de 1957

484.- Estudio, óleo.

486.- Ego sum, óleo.

Camila, en ABC, 1928

 

Algunas de las colaboraciones de Isabel Pastor en la revista Voluntad, 1920

 

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

Las palabras

 

 

“Las palabras son para mí cuerpos tocables, sirenas visibles, sensualidades incorporadas” asegura Pessoa, Libro del desasosiego. Las palabras son hurmiento expreso de lo que sentimos, concreción de lo que pensamos y deben ser emblema de nuestra elegancia. Concretan idoneidad, precisión, rigor, transparencia. Si no es así, estamos haciendo mal uso de ellas, mostrando nuestra ignorancia, acreditando estulticia. (Deber + inf.= obligación; deber de + inf.= posibilidad o suposición).

El nivel cultural de nuestra sociedad es calamitoso. Y más grave respecto de las personas o profesionales que viven de ahormar, gestionar o difundir cultura. Se editan muchos libros, ¿se lee tanto? Desde hace algún tiempo, las ruedas de prensa se colman de aplaudidores ¡Desconcertante!

En el MNCARS, después de cinco años de preparación, se presenta un galimatías difícil de asimilar: ¡Maquinaciones! -¿es normal que dure sólo dos meses?-Saludó el nuevo director y terminó con aplausos, sin justificación alguna. Habló Teresa Velázquez y lo mismo. Pero, ¿quién aplaude? ¿El periodista al que convocan? No; aplaude una claque -¿becarios, empleados?-, que estos funcionarios utilizan sin arrobo. Ha sucedido igual en la presentación de la expo temporal en la Galería de las Colecciones Reales.

Entras en una galería de arte y te entregan una hoja de sala diciéndote lo que debes entender. Te envían una publicación con un resumen de lo que debes decir. Para los medios la cultura es una maría ¡Vamos bien! Cualquier político, aunque sólo sea para saludar, tiene que sacar unas cuartillas que le han escrito y leer. ¿Puede empeorar?, Si, claro, lo que es susceptible de degradarse, acaba degradándose.

¡El colmo, Yolanda Díaz, cuyas charletas gesticulantes provocan alipori! ¿No le da vergüenza a esta señora mostrar su analfabetismo con tanto descaro y obcecación? No conoce las palabras, dice lo contrario de lo que pretende, pero sonríe. Rosa Belmonte, con solercia y sorna, le hacía un retrato, poco ha, que asumiría complacido Groucho Marx. ¿A qué Marx ha leído la Sra. Díaz si es que ha leído algo?

Alaíde Foppa

 

Si Alejandra Pizarnik aseguraba que su gran amor había sido “su amor por los espejos”; mi idilio ha sido con las palabras. Desde la adolescencia he leído con diccionario al lado. Lo sigo haciendo. Palabra que ignoro, a buscarla, no debe darse nada por asimilado si no comprendemos lo que leemos. Existen unas 94.000 palabras en nuestra lengua, referencia DILE. Nadie las conoce todas, pero hay que esforzarse en saber qué leemos y qué comunicamos. Nuestro Juan Luis Vives sabía que “No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras”.

Todos coincidimos en qué es una palabra: un sonido autónomo que identifica un objeto, natural o artificial; que nombra una acción, real o abstracta; una sensación; y se representa mediante signos. Luego vienen los filólogos y marcan territorio; para ellos es una “unidad de significado”; segmento del discurso unificado; unión de lexema y morfema; unidad léxica conformada por un sonido o más, con significado fijo y una categoría gramatical; todavía, unidad lingüística significante, que se representa en letras. Entre los sinónimos: voz, término, vocablo, expresión, palabro… Esta última, no me place, denota tosquedad y se confunde con palabrota.

Su etimología parte de parabolé griego- comparación alegoría-, para pasar al   latín –paraula, parabola– al castellano medieval- parabla– y a hoy. Cambio exiguo en veintitantos siglos. El lenguaje común va moldeando, con el uso, las palabras, creando otras o alterando su contenido. Nadie como los poetas para su invención. Azorín no inventa, precisa, restaura, sajela, revive. Valle es una almáciga de voces. Para Cesare Pavese “le parole sono il nostro mestiere”. Son más que artesanía, más que oficio.

Toda lengua tiene palabras genuinas, singulares, maravillosas. En sueco, gokötta, identifica la acción de levantarse al amanecer para oír el trino de los pájaros. Cuando no tenemos palabra para identificar algo y, en otra lengua existe la idónea, lo pulcro es adoptarla, como homenaje y reconocimiento. Lo grosero, lo inadmisible es aceptar una palabra de otra lengua, cuando existe en la nuestra para lo que nombramos No hay palabras hideputa, todas tienen padre, origen reconocido: lo decía Viola de los artistas.

Eunice Odio

 

Algunos escritores, aficionados o furtivos distinguen entre palabras hermosas, feas, poéticas, detestables…Es un hecho cultural, legítimo, pero confuso. Objetivamente, no hay buenas y malas palabras, pero en ámbito subjetivo sí. Le oí, en ocasiones adunia, a José Hierro renegar de la palabra entrañable, a mí tampoco me gusta, aunque se utiliza con un noble sentido de intimidad.

Hay palabras preciosas en español: justicia, alhucema, ángel, duende, como encanto inefable; meguez, serendipia, inocencia, xecudo, limpio, flébil, ternura, ñamería, muy usada en Panamá, vale por privación de juico, locura. Poetas hay que no hacen distingos, defienden que cualquier palabra puede ser válida para la poesía, es el caso de Francis Ponge. Otros, por contra, marginan ciertas voces y muchos tienen una calántica de términos que utilizan con insistencia en sus poéticas.

No hay palabras feas, ni malas; sí, desubicadas, pronunciadas a destiempo. En referencia al sexo se percibe con nitidez: hay un lenguaje científico, culto; otro, educado; aún, erótico; y todavía, uno grosero. Su empleo depende de las circunstancias, si te equivocas en su uso, lo culto puede resultar cursi, lo erótico ridículo y lo inadecuado soez.

Hay palabras hechiceras, que echan a volar sus reflejos, como un farolillo iluminado zarandeado por la brisa, por su musicalidad, por su estructura, por su claro colorido:  primor, colaudar, melarquía, lisura, lígrimo, reluctancia, procrastinar, imbele, segismundear, albanega, zahareño, entrelubricán, adehala, enlabiar, azorero, perlesía, ambrosía… deslumbrantes con independencia de su significado.

Tapa 1ª edición, Eunice Odio, En defensa del castellano

Libro de Sonetos de Edward Degas

 

Es fundamental hablar, escribir, con propiedad, sin ambigüedad para entendernos; aspirar a la belleza para elevarnos. No menos importa conocer el significado de las palabras. De lo contrario, sólo mantendremos diálogos para besugos, astracanadas inútiles, tipycoladas hilarantes. Preferible conocer pocas palabras bien que muchas mal.

Se cumple, 8.VI.23, el sesquicentenario del nacimiento de Azorín. El autor de La ruta de Don Quijote esculpió un monumento, aere perennius, a la palabra. ¡Qué inmenso poeta sin haber escrito un verso! Algunos, que le han leído con prisa, dicen que gustaba de las palabras raras. ¡Qué ceguera! Buscaba hasta encontrar la palabra idónea, la ajustada, la cabal, la originaria. Como su amigo y admirado Juan Ramón Jiménez: ¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas!

Ortega y Gasset le llamó: ¡Poeta de la costumbre! Hay cientos de razones para leer a Azorín, hoy cuando yo lo leo, sobre todo, por su amor a las palabras, por los horizontes que nos proporciona, por la limpidez, por deleitar enseñando, por su rigor expresivo. No busquen argumentos espectaculares, pero si aman la luz profunda de la sencillez, ahí están Al margen de los clásicos, Doña Inés, Pueblo…

 

Azorín posando ante el retrato que le hizo Ignacio Zuloaga

 

Lo cuenta Paul Valery, el manuductor de la poesía pura. Degas, el célebre pintor de las bailarinas, Edgar Degas, era un fiel y ducho poeta. Le costaba escribir, si encontraba dificultades, recurría a la opinión de sus amigos, entre ellos Mallarmé (1842-1898). Una tarde le comentó a Stephane Mallarmé: “No me explico por qué no consigo terminar mi poemita, cuando estoy lleno de ideas”. A lo que contestó Mallarmé: “Pero, Degas, los poemas no se hacen con ideas, se hacen con palabras”. Una sentencia que ha propiciado miles de páginas y exégesis.

Las palabras son mariposas iridiscentes que revolotean ante nosotros. Nos cabe la obligación y la satisfacción de distinguirlas, de ubicarlas, de abarloarlas, de provocar la chispa uniéndolas y alternándolas. Es preciso leer con acuidad para conocer palabras y aprender su empleo correcto. Algún escritor afirma que es un don. No, no nos viene dado por el ala de un ángel, ni por los dioses. Hay que saber leer, comprender su contenido, su significado, su raíz.

Paul Valéry. Técnica mixta sobre papel. Albano 2020

 

Jean Paul Sartre (1905-1980), filósofo marxista y gran escritor, existencialista, ya cincuentón, publicó Les mots, 1963, libro sugerente, esplendente, inteligible, diáfano. Una suerte de memorias de iniciación, dónde narra sus comienzos, rodeado de libros, que le marcarían de por vida. Ahí vemos como las palabras fortalecen y dignifican una ambición expresiva, una vida dedicada a la acción del pensamiento.

El poeta chileno Nicanor Parra, proteico, huraño y prestidigitador, pregonaba: “El poeta no cumple su palabra si no cambia el nombre de las cosas”. Es decir, una de las misiones fundamentales del poeta es nombrar, decir como nadie antes había dicho, con meguez e idoneidad. Conocí a Parra, hablaba poco, se fijaba mucho y elevó la sátira a una altura que no había tenido desde el tiempo de Juvenal. O de Quevedo.

El 6 de noviembre de 1970, en Excelsior, México, Salvador Elizondo lanzó un brindis al sol, una ocurrencia provocadora sobre la incapacidad del español, para expresar ideas abstractas, lo que había impedido “una más limpia traducción” a José Gaos de la obra cumbre de Heidegger. Sólo Eunice Odio, la poeta de esmeralda y ascuas, la pantera del tránsito del fuego impló, contestando al exabrupto con un panfleto categórico, En defensa del castellano, edición de Alejandro Finisterre, 1972.

Ahora, Los tres editores, con rubro otro, La lucha por la lengua, y prólogo prescindible de Constantino Bértolo, lo reedita. Es una ocasión ideal para acercarse a la vida y obra de Eunice Odio- no, no es un pseudónimo-. “Asesinada por el agua”, como escribe Díaz-Casanueva, tuvo un vivir trágico, duro, azaroso, árido, ríspido, hasta morir abandonada del destino y del hombre, putrefacta.

Eunice Odio (Cosa Rica 1919-México 1974) debería estar en un altar para los 600 millones de hispanohablantes. La poeta de los magnéticos ojos verdes cantó como manucodiata, exótica; pensó, sufrió y nos legó un sentimiento de esplendor y valentía. Fue costarricense, guatemalteca, mexicana y el límpido jazmín con aroma más profundo del español. Es una referencia para las dos orillas del idioma. O busquen denodadamente  Las palabras y el tiempo de Alaíde Foppa, ¡se estarán premiando!

América española es nuestro granero del idioma. Sé que el lector lo sabe, pero insisto. Nuestra relación consiguió una mezcla humana que ningún otro conquistador logró. Las palabras lo delatan: la mezcla de español e indio da un mestizo; negro y español: mulato; mestizo e indígena: cuarterón; mulato y español: morisco; morisco y español: albino; mestizo e indígena: cholo; negra e indio o al revés: zambo; indígena y chino: zambaigo; chino y genízaro: albarazado…

La mer, la mer. Técnica mixta sobre papel. Albano 2020

 

Desde que los poetas latinoamericanos han dejado de mirar a España, para embobarse con EE.UU., su poesía ha perdido y ellos también. Por una simple cuestión de lenguaje. Lo que dice Eunice Odio de Góngora, hoy no lo pueden decir los poetas suramaricanos porque no leen a los faros líricos del español. ¿Si Vallejo hubiere mirado a los poetas usamericanos habría podido escribir Trilce? Y Enrique Molina, ¿dónde miraba cuando escribió Las cosas y el delirio?

Todas las palabras son limpias, no las empecinemos, no las manoseemos con inventos ideológicos y sordideces. Y a los escritores, ¡no oscurezcan, hay magia más allá de las tinieblas! Para Paul Celan: “Cada palabra, incluso la aparentemente más ínfima, busca relaciones, tiende al lenguaje”. Claro, una palabra es la llave, el resto son la ventana que abre esa llave, para ofrecernos unas vistas impresionantes. Abundando, Virginia Woolf asegura que “las palabras se pertenecen unas a otras”, se buscan, se quieren o se repelen, para hacer lenguaje y entendernos. ¡Es lo que hace falta, por encima de todo, entendernos!

La french theory y sus descomposiciones han estructurado un buen pandemónium -¡vean Maquinaciones en el “Reina Sofía”- No trato de demonizar nada, sino de huir de la ambigüedad y del mariyolismo, alentando la claridad. Dejemos los trabalenguas, que caricaturizaban Tip y Coll, las peroratas de Antonio Ozores  y disfrutemos entendiendo lo que oímos y leemos ¡Perdamos el miedo a manifestar nuestra impresión, cuando no entendamos qué se nos dice, porque quién habla lo hace a tontas y a locas o por boca de ganso! J.M. López Reina sabe que la belleza es una aspiración, ¿por qué renunciar a ella con la palabra, la imagen, el sonido, el movimiento o la bondad?

 

                                                                                                                Tomás Paredes

                                                                                              Presidente de H. AICA/Spain

Recordando… Picasso en el IV Salón de Otoño

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Picasso en el IV Salón de Otoño

 

El IV Salón de Otoño de 1923

La cuarta edición del Salón de Otoño de la Asociación de Pintores y Escultores se celebró en el Salón de Exposiciones del Parque del Retiro de Madrid, entre los días 5 y 31 de julio de 1923.

El Jurado de Calificación del Salón estaba formado por Julio Vicent, como Presidente, y contaba con los Vocales José Gutiérrez Solana, Juan Francés y Julio Moisés.

En aquel Salón había cuatro secciones: pintura, escultura, grabado y arte decorativo, y se exhibieron 487 obras entre las que figuraban algunas de grandes maestros hoy olvidados como Joaquín Biosca, Chicharro Gamo, Bernardino de Pantorba, Castro Gil, Lorenzo Aguirre, Alfonso Grosso, Gutiérrez Solana, Juan Esplandíu, Fernández Balbuena, Gustavo de Maeztu…

Abierto al público el día 5 de octubre, cuatro días más tarde era visitado por los Reyes, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, recorriendo todas las salas acompañados de la Junta Directiva de la Asociación de Pintores y Escultores y de la Comisión organizadora. Lejos de protocolos y autoridades políticas, los Reyes visitaron el Salón del Retiro, al que llegaron conduciendo su propio vehículo.

 

En general, la prensa acogió el IV Salón con malas críticas, olvidando el espíritu con el que había nacido, que se resumía en las premisas de que “cualquier artista podría participar, que se trataba de una exposición de artistas independientes que ensanchaba la reducidísima esfera expositiva y que sus participantes lo hacían ajenos a la obtención de medallas y recompensas económicas”.

Luis Pérez Bueno explicaba que “Es una exposición sin jurados, premios, medallas ni bolsas de viaje, ni esperanzas de adquisiciones por el próvido Estado, ni nada que induzca o sirva de acicate en la aplicación de las perversas artes de las influencias, zancadillas, malevolencias y maltratos en provecho de unos para daño de los más. La Asociación abre las puertas noble y generosamente a cuantos pintan, esculpen o se dedican a las Artes decorativas; todos pueden exponer sus obras sin impedimento alguno, con amplia y hermosa libertad. Así, en la admisión de los trabajos no tiene para qué existir la benevolencia que en otras exposiciones da por resultado esa vergüenza artística que la gente, con agudo sentido, denomina sala o salas del crimen… Si el Salón en su conjunto, resulta artísticamente bueno, malo o pésimo, fruto será de los artistas… fundamentalmente sirven estas exposiciones para que vayan dándose a conocer cuantos emprenden el camino del arte”… (El Liberal).

Y A.VG., sentenciaba …”Mas la culpa del fracaso no es imputable por entero a los organizadores. Alcanza hasta a los artistas mismos, que evitan su comunicación con el público siempre que no medien intereses económicos” (El Imparcial).

Pedreau firmaba un artículo en el que destacaba que “Unos cuantos artistas llenos de entusiasmo, sin protección alguna oficial, con escasos medios económicos, organizan anualmente un Salón de pintura y escultura donde expone todo el que quiere, sin más requisito que aportar una pequeño cuota para contribuir al coste de las instalaciones. Un acto de esta naturaleza debiera arrancar elogios y alientos de la crítica, de esa crítica que nos está diciendo que es menester acabar con el sistema de admisión practicado en los certámenes nacionales… El Salón de Otoño ha desencadenado sobre sí el mal humor y la pedantería de los pseudo críticos, que tanto abundan en este bendito país, y despectivamente, faltando el respeto que toda producción artística merece, dicen en cuatro líneas que todo lo expuesto es malo… Aquí basta con que un señor haya hecho… cuatro monografías… para que ya se crea con el derecho de maltratar a los artistas que no le son simpáticos y hablar mal del arte español contemporáneo… No es la misión de la crítica desalentar, sino orientar razonando. Los que hablan del actual Salón, repiten la eterna vulgaridad de que si los Salones de París son así o de la otra manera y dan la lista de los grandes genios, cuyas obras han pasado de moda tan pronto como el acaparador dio salida al último apunte para un museo de nueva creación. En el Salón de Otoño hay bueno, malo y mediano, como en todas las Exposiciones de todos los países del mundo; y no se revela ningún genio, porque tampoco éstos se ven tan fácilmente, al igual que ocurre en todas partes, digan lo que quieran los pseudocríticos que padecemos” (La Acción).

Se comenzó entonces a repetir la idea de que había que seleccionar de alguna manera la obra presentada, lo que contradecía el ánimo con el que había nacido el Salón de Otoño, siendo del todo necesario “criterio amplio y sobre todo flexible. Es decir, fácilmente adaptable a cada situación y a cada otoño”.

Picasso y su “Apache”

Según se especifica en el catálogo del IV Salón de Otoño de 1923, la inscripción en la sección de pintura se realizó a nombre de “Ruiz Picasso, D. Pablo; natural de Málaga; reside en París, (Propiedad de D.N.N.)”.

Con el número 277 figuraba la obra que llevaba por título “Un apache”, óleo de 0,70 x 0,80.

Además, una fotografía reproducía la obra en la página 70.

 

En diferentes medios se destacaban las obras presentadas en esta edición, sobre todo de artistas como Gutiérrez Solana, Llorens, Maeztu, Grosso, Chicharro Gamo…

Tal y como recogía la prensa del momento, “en las diversas salas de que se compone el IV Salón aparecen numerosas firmas nuevas o poco conocidas y se insinúa alguna que otra tendencia renovadora” (La Época 6/10/1923).

Para Ricardo Gutiérrez Abascal, que firmaba sus críticas como Juan de la Encina, “Retrato de un apache”, por Pablo Picasso, sin duda se trata de una obra primeriza de este singular autor, antología viva de todos los modos del arte. Es fino y expresivo y está pintado con prodigiosa habilidad”… (La voz 9/10/1923).

Antonio Méndez Casal escribía “Obra de orientación y técnica avanzadas, aun cuando de la primera época, un poco vacilante, del artista, es la titulada “Un apache”, del discutido pintor malagueño, residente en París, Ruiz Picasso. Mas, ¡oh contraste!, contemplada en medio de obras absurdas, produce la sensación de una obra clásica. Este apache, verdadera piltrafa física y moral de los bajos fondos parisienses, emerge de una penumbra azulina transparente con un valor lumínico espectral. Ante esa obra el espectador de sensibilidad sufre una leve sacudida de emoción, de una emoción compleja, mezcla de piedad, repugnancia y terror. Figura ingrávida, la ingravidez quizá sea su mayor atractivo”… (Blanco y Negro 18/11/1923).

Antonio Espina destacaba brevemente que un “Apache”, de Picasso, que si es de veras de Picasso pertenece a su prístina vacilación carrieresca” (España 27/10/1923).

En la Gaceta de Bellas Artes del 1 de noviembre de 1923, con motivo de la celebración del IV Salón de Otoño, se da cuenta de las calificaciones del Salón y las propuestas para ser Socios de Honor, Socios de Mérito y Propuestas Para Socios de la Asociación de Pintores y Escultores, ya que por aquella época estos títulos eran en sí un premio y un orgullo, el de la pertenencia a la entidad.

Figura así como “Propuesto Para Socio”, en la modalidad de pintura, apareciendo de esta forma en la extensa relación de artistas.

Sin embargo, al final del listado, aparece una nota que transcribimos literalmente: “El Jurado hace constar que su deseo era hacer Socios de Honor a Pablo Ruiz Picasso y Gustavo de Maeztu; pero se han visto imposibilitados de hacerlo porque el Reglamento del Salón de Otoño solo permite tal cosa respecto a aquellos artistas que ya sean socios”. Pablo Ruiz Picasso no lo era, por lo tanto, no le correspondía tal mérito.

Los apaches de París

Tras el revolucionario invento de los hermanos Lumiere, en el que las imágenes de la vida cotidiana causaban un gran impacto, el público perdía rápidamente el interés si el material se volvía repetitivo.

Las primeras imágenes de un espectáculo del oeste, protagonizadas por el norteamericano Buffalo Bill, causaron sensación en la comunidad internacional, presentando auténticos personajes de la época del western, no a actores. De esta forma, los indios se convirtieron en una visión común.

Interesaba todo de ellos, de los cowboy y de los indios, como la doma de un caballo, el rodeo, el transporte y vigilancia del ganado y este tipo de escenas del Oeste, que ayudó a glorificarlos. El gran público estaba fascinado con su modo de vida trashumante y aventurero: cabalgando, durmiendo al raso, sentándose en torno a la hoguera para comer, los carromatos, pegando tiros a los cuatreros y comanches, a los apaches…

Los apaches y vaqueros que participaban en el espectáculo de Buffalo Bill se hicieron tan populares que hicieron visitas triunfales en capitales europeas, incluyendo espectaculares apariciones en los Campos Elíseos de París.

Gerónimo, el jefe de los apaches americanos

 

A partir de 1910 los indios y las filmaciones del oeste eran ya muy populares, de modo que en los primeros años del siglo veinte, cuando las bandas callejeras prendieron la llama de la delincuencia y la violencia en las calles de París, la prensa francesa hizo de ellas un fenómeno social con el que denominar a los delincuentes en la Belle Epoque.

Temidos y admirados, aquellos hombres fueron llamados “apaches”, creando sus propios códigos, conductas, estética y su propia cultura.

Desde los barrios de Belleville, La Bastilla o Montmatre, del noroeste de París, y avivado por periódicos y revistas, poco a poco se creó una leyenda que el público terminó por romantizar.

Los apaches de París vestían con gorras con viseras encasquetadas, chaquetas de satén, camisetas de rayas, chalecos, cinturones de franela roja que ajustaban en la cintura pantalones con bolsillos anchos y, colgando del cuello, fulares con los colores que identificaran la banda a la que pertenecían. Tatuajes y unas siempre impolutas botas con botones dorados. Además, hablaban, literalmente, su propio idioma, el “jare”, un argot cuchicheado entre los callejones de los barrios pobres.

Portada de un periódico francés en la que se puede ver la vestimenta típica de un apache

 

Usaban como arma el zarin, un pequeño cuchillo fino y afilado fácil de ocultar. Palos, piedras, porras y puños americanos se unían al arsenal donde el recurso más mortal era el revólver apache.

Utilizaban la técnica del ”le coup de pére François”: un apache utilizaba su fular para atrapar por el cuello a su víctima. Se giraba y, espalda con espalda, tiraba del fular mientras se inclinaba hacia delante para dejar colgando a la víctima, a quien otro apache robaba sus pertenencias, sin más opciones que ver cómo se marchaban los ladrones mientras permanecía aturdido recuperando la respiración.

Las distintas versiones del origen del apodo de “apaches” confluyen en la única verdad, que su comportamiento se asemejaba al estereotipo que por entonces se tenía sobre los indígenas americanos, imagen avivada por espectáculos como el del lejano oeste de Buffalo Bill.

Lo cierto es que el apodo gustó a los propios bandidos, que acogieron el término y lo expusieron con orgullo.

El estallido de la Primera Guerra Mundial diluyó la presencia de apaches en las calles de París, que pasaron a engrosar las filas militares.

El modus operandi de las fechorías de los apaches

 

Los apaches en España

El apodo se extendió también a otros lugares de Europa y en ciudades como Madrid o Barcelona, era utilizado como sinónimo de bandido urbano.

Justo en esa época, y a la vez, llegó a Europa el baile “one step”, nacido en EEUU, derivado del foxtrot y del charlestón, y que fue muy popular en los años veinte.

Los músicos españoles adaptaban sus creaciones a las nuevas tendencias, y así, en 1929, el popular compositor Rafael Oropesa, autor de pasodobles inolvidables como “Domingo Ortega”, “Belmonte” o “Chiclanera”, creó el one step llamado “Si vas a París, papá”, con letra de M. Álvarez Díaz y Florencio Estrada Ledesma, que pronto se hizo muy popular.

Coreado y bailado, principalmente en la voz de Celia Gámez, entre sonrisas pícaras y dobles sentidos, poco a poco fue olvidándose.

Pero el cuplé volvió a ponerse de moda gracias a la interpretación de Marujita Díaz en la película “Y después del cuplé”, dirigida por Ernesto Arancibia.

Laura Valenzuela interpretó también este tema en la comedia musical “Pierna Creciente, falda menguante”, que en 1970 dirigió Javier Aguirre y en la que compartía protagonismo con Fernando Fernán Gómez y Emma Cohen.

El cuplé relata cómo una niña, que sabe más de la cuenta, advierte a su padre del peligro parisino de los apaches, los cabarets y hasta del foiegras de pato, y a pesar de que la letra pueda parecer anodina, no es tan absurda como parece una vez que sabemos quiénes eran los apaches.

Reproducimos íntegramente la letra del cuplé por pura curiosidad:

A París va papá y no dice para qué, / si va a ver el Moulin Rouge o a buscar algún bebe. / A París va papá en el rápido de Irún, / no se sabe si a negocios o se marcha al buen tuntún. / Y ya la estación todo es preguntar, / todo es suponer y rumorear, / y su hijita al ver que se va papa se puso a gritar desde el anden: / Si vas a París papá cuidado con los apaches, / si en juerga de taxis vas procura salvar los baches. / Si vas a París papá no comas foiegras de pato, / ni vayas al cabaret si quieres pasar el rato. / Te iras al bazar y allí un muñeco a mí tú me comprarás, / lo mismo que mi hermanito / si vas a París papá. / Al volver de París en su casa se encontró / dos bebes que aquí en Madrid su señora le encargó, / y al sacar del baúl otro nene que el compró ante aquella carambola la chiquilla se escamó. / Y se echó a reír y miró a papá, / como diciendo a mi nadie me la da, / y cogió al petít que era el chicarrón, / se puso a cantar y empezó a buscar un biberón. / Si vas a París papá cuidado con los apaches, / si en juerga de taxis vas procura salvar los baches. / Si vas a París papá no comas foiegras de pato, / ni vayas al cabaret si quieres pasar el rato. / Te iras al bazar y allí un muñeco a mí tú me comprarás, / lo mismo que los gemelos / si vas a París papá.

 

Una obra de principios de siglo

Desconocemos si el propio Picasso se inscribió en el IV Salón de Otoño de 1923. El hecho de que en la inscripción figure que la obra es propiedad de D.N.N. no resuelve las dudas, ya que en cualquier caso, y para presentar la obra al certamen, el propietario necesitaría la conformidad del autor.

“Un apache” es una obra que Picasso debió pintar alrededor de 1902, cuando a su regreso de Barcelona, pasó el invierno en París, viviendo con Max Jacob en una pequeña habitación en la rue Popincourt, una calle entonces poblada de apaches que daba al bulevar Voltaire.

Allí compartió habitación, y hasta cama con él, antes de mudarse al Bateau-lavoir, en unos años en los que florecían las lecturas de poesía, exposiciones de pintura, el teatro de sombras chinescas o las audiciones musicales en el cabaré Le Chat Noir, cuyo nombre evocaba el cuento de terror de Edar Allan Poe.

Bulliciosos bulevares entre la place Pigalle y la place Blanche donde estudiantes, músicos, escritores y artistas dedoraban el café y retrataban a jóvenes escandalosos, creativos y dados a la diversión sin ningún tipo de prejuicio, envueltos en las aventuras y desventuras más canallas del barrio, entre ellas las de los conocidos apaches.

Una etapa de la vida de Picasso poco explorada, que gracias a esta obra traemos al recuerdo en este año en que se conmemora el 50 aniversario de su fallecimiento y el 100 aniversario de su participación en el IV Salón de Otoño de la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Picasso periodo Cabaret, Autorretrato (“Yo, Picasso), 1901

Pablo Ruiz Picasso en una fotografía de 1904

Picasso en 1920

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: Ricardo Baroja y Nessi

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

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La Gaceta de Bellas Artes: 1930

Como veíamos en el anterior número, la Gaceta de Bellas Artes estaba regida por un comité de redacción en el que figuraba el secretario, y en el que Roberto Fernández Balbuena ejercía de director, figurando también en dicho comité José Subirá, redactor de temas musicales, y Enrique Estévez Ortega.

En el número de julio del año 2021 ya abordamos la biografía de Roberto Fernández Balbuena, y en los pasados meses de mayo y junio, las de José Subirá y Enrique Estévez Ortega.

La Gaceta de Bellas Artes dio un profundo cambio adaptándose al estilo de otras revistas ilustradas de la época, teniendo a partir del mes de mayo de 1931, periodicidad mensual. Hubo un intento de crear una nueva revista cuya dirección y comité de redacción suscribía la directiva, a las órdenes de su presidente, Julio Moisés y Enrique Estévez Ortega como redactor jefe.

En 1930 el comité de redacción estaba integrado por:

Antonio Ortiz Echagüe, en aquellos momentos el Presidente de la AEPE,

Jesús María Perdigón, de quien dimos cuenta ya en esta misma Gaceta de Bellas Artes en el mes de marzo pasado,

Ángel Vegué Goldoni, a quien conocimos en la Gaceta de abril,

Ramón Pulido, cuya biografía publicamos el mes de junio de 2022,

Ricardo Baroja, que nos disponemos a presentar ahora,

Francisco Esteve Botey, aún por descubrir

Roberto Fernández Balbuena, cuya biografía abordamos en la sección de las Medallas de la AEPE,

José Subirá, que descubrimos el pasado mes de mayo y

Pedro García Camio, Secretario de la AEPE, a quien tratamos en la Gaceta de diciembre de 2022.

 

Ricardo Baroja y Nessi

BAROJA Y NESSI, Ricardo             P.G  1910 (F)                      12.ene.1871     M.RIO TINTO                    MADRID/VERA BIDASOA  19.nov.1953

Socio Fundador

Socio de Honor

Vocal de la Junta Directiva

 

 

Ricardo Juan Gualberto de la Santísima Trinidad Baroja y Nessi nació en Minas de Ríotinto, Huelva, el 12 de enero de 1871.

Hijo del ingeniero de minas, escritor, editor y periodista vasco José Mauricio Serafín Baroja Zornoza, y de la madrileña Andrea Carmen Francisca Nessi Goñi, de ascendencia italiana. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Darío, que nació en Riotinto y murió joven en 1894 de tisis; el pintor, escritor, archivero, ilustrador de libros y grabador Ricardo; Pío, que dejaría la profesión de médico por la de novelista hacia 1896; y la última hermana, Carmen, socia también de la AEPE y cuya biografía abordamos en febrero de 2017, inseparable compañera del novelista, ocasional escritora también. Es posible que naciera un quinto hermano, César, y que falleciera a muy temprana edad. La relación estrecha entre los hermanos se mantuvo hasta el final de sus días.

Por los distintos trabajos del cabeza de familia, los traslados por la geografía nacional fueron constantes, hasta que la madre, cansada de tanta itinerancia, decidió asentarse en Madrid, en 1886, en un caserón de la calle de la Misericordia, junto al Monasterio de las Descalzas Reales. La familia se trasladó después a la Calle Atocha, cerca del Colegio de Cirugía de San Carlos.

Cursó estudios colegiales en Valencia, San Sebastián, Pamplona y Bilbao.

Durante los veranos, para escapar del calor de Madrid, la familia solía reunirse en San Sebastián y más tarde en Vera de Bidasoa.

Autorretrato

 

En 1902 la familia se establece en una casa de la calle Juan Álvarez Mendizábal del barrio de Argüelles, en un antiguo hotel que necesitaba numerosas reformas y allí estuvieron viviendo hasta que falleció el padre en 1912.

Ingresó en la Escuela Politécnica de Ingeniería de Madrid, pero un amago de tuberculosis, enfermedad que ya había matado a su hermano Darío, alarmó a sus padres y les hizo desistir de que siguiera cursando una carrera tan dura.

Restablecido de la enfermedad, estudió entre 1888 y 1891 en la Escuela de Diplomática para pertenecer al Cuerpo de Archivos y Bibliotecas, asistiendo a la vez a una academia de pintura, donde recibe clases del pintor valenciano y socio de la AEPE, Eugenio Vivó Tarín.

Frecuenta los círculos artísticos de Málaga y Valencia, donde conoce al pintor valenciano y también socio de la AEPE, Julio Peris Brell, con quien entabla una gran amistad.

Comienza ilustrando los primeros libros de su hermano y una vez aprobadas las oposiciones, en 1897 es destinado al Archivo de Cáceres, donde trabajará de forma intermitente mientras lo hace ocasionalmente en la Biblioteca de Bilbao, en 1900 en los archivos de la Delegación de Haciendo de Teruel y en 1901 en la Biblioteca Provincial de Segovia.

En 1902 abandonará definitivamente la carrera, centrándose en su vertiente artística.

 

 

Colabora como ilustrador en diversas revistas como Alma Española, Arte Joven y Electra, a veces con el pseudónimo de «Juan Gualberto Nessi», y frecuenta las tertulias del Café Levante, con Valle Inclán, y las de El Lion d’Or, Pombo y El Gato Negro.

Hizo además viajes por España con su hermano Pío, siendo redactores de El Globo, que les enviará a Marruecos una temporada. Ricardo no descuida su vocación artística y lleva trabajos suyos a la Exposición de Arte Moderno de Bilbao, y expone también en San Sebastián y Madrid.

Entre 1900 y 1906 se da con preferencia a la técnica del aguafuerte y desde entonces concurre a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1901, 1906, 1910, 1912, 1920, 1924, 1926, 1930 y 1936, obteniendo una Segunda Medalla en la de 1906 y la Primera Medalla en la de 1908.

En 1903 funda junto a Pablo Ruiz Picasso y Francisco de Asís y Soler, el grupo de «Arte Joven», una revista modernista editada en Madrid que publicó sólo cinco número en 1901 y en donde escribían Unamuno, Pío Baroja, Bernardo G. de Cándamo, Ramón de Godoy y Solá, Jacinto Verdaguer, Salvador Rueda, Azorín…

Paisaje

La venta

 

En 1910 cofundó la Sociedad de Grabadores Españoles, después reagrupada como la denominación de Los 24, grupo que editó tres números de la revista de esta técnica La Estampa, antes de que pasara a publicarla el Círculo de Bellas Artes.

En 1915 la compañía de teatro de María Guerrero estrenará su obra El Cometa, y dos años más tarde publicará su primera novela, Aventuras del submarino alemán U…A partir de entonces, se suceden las obras como Fernanda y El pedigrée.

En 1919, al borde de la cincuentena, contrae matrimonio con Carmen Monné, una pintora norteamericana de origen francés a la que había conocido en casa del pintor y socio de la AEPE, Ramón de Zubiaurre. Con ella había participado en grupos de teatro de aficionados como El mirlo blanco y El cántaro roto, convirtiéndose poco a poco en fiel colaboradora.

En 1925 ofrece una conferencia en el Círculo de Bellas Artes de Madrid que tuvo mucha repercusión, ya que a pesar de no citar nombre alguno, hacía referencia a Juan de la Encina y a José Francés, atacando despiadadamente la crítica de arte del momento, lo que motivó que desde entonces, los críticos no tuvieran hacia él una buena actitud.

En 1928 es nombrado profesor de la Escuela Nacional de Artes Gráficas y en esa etapa volverá a dedicarse intensamente al grabado, que tenía abandonado desde 1912.

Isla de los Faisanes del río Bidasoa

Costa vasco francesa

 

Aficionado al teatro, podemos verle en un pequeño papel en la película muda vanguardista de Nemesio Sobrevila, titulada El sexto sentido, de 1929.

Frecuenta también las tertulias de la Cacharrería, la del  café Granja El Henar, con Valle Inclán, y la del Café Varela, con Antonio y Manuel Machado.

En 1931, se enemista con su antes amigo Manuel Azaña, director del Ateneo, y sufre un accidente de automóvil en Navalcarnero, viniendo de un mitin político a favor de la República, en Arenas de San Pedro y a consecuencia del cual pierde el ojo derecho, lo que le obliga a dejar la pintura y el grabado y a consagrarse de lleno a la literatura, si bien volvería a coger los pinceles de forma ocasional.

Ganó el Premio Nacional de Literatura en 1935 por su obra La Nao Capitana, y ese mismo año empieza a escribir en Diario de Madrid los artículos sobre tertulias madrileñas que constituirán su libro Gente del 98.

Con su mujer y otros escritores cofundó, en 1933, la Asociación de Amigos de la Unión Soviética.

Puerto

El puerto

Castigo de incendiarios

 

Al estallar la Guerra Civil, un bombardeo destruye la casa madrileña del matrimonio, perdiéndose en esa destrucción bastante de la obra literaria de Ricardo escrita hasta entonces.

Se trasladan entonces al caserío Itzea, en Vera de Bidasoa, donde vivirán toda la contienda afrontando grandes estrecheces económicas. Allí pintará setenta tablas con temas bélicos, tal vez la más extensa aportación de ningún artista a los desastres bélicos del 36 y escribirá obras como La tribu del halcón y El coleccionista de relámpagos, Bienandanzas y fortunas, Pasan y se van y El Dorado, ilustrado por él con setenta xilografías.

A partir de 1940 expone de nuevo en San Sebastián, Bilbao y Madrid.

Hombre inquieto y polifacético, se atreve incluso a componer algunas piezas musicales.

En 1949 expondrá dos veces en San Sebastián, en enero los aguafuertes y en agosto los óleos, fundando también en esta ciudad y junto con el Socio Fundador de la AEPE Ascensio Martiarena Lascurain, y quizás al modo de la AEPE, la Asociación Artística de Guipúzcoa.

En 1952, siendo ya octogenario y estando casi ciego, vuelve a exponer en San Sebastián, vendiendo todos sus cuadros.

Dos años después y a consecuencia del cáncer que padecía en la lengua, provocado por su desmedida afición al tabaco que fumaba en pipa, fallece el 19 de diciembre, en el caserío de Vera de Bidasoa.

Escena callejera

En el campo

 

En 1957 su viuda Carmen Monné organizó una exposición-homenaje de todas sus obras disponibles, pero murió antes de poder verla, aunque se logró realizar en junio-julio de dicho año en el Museo de Arte Moderno de Madrid.

Dejó más de ciento treinta grabados, unos mil óleos y dos docenas de libros entre ensayos y novelas, así como otra gran obra literaria dispersa como articulista en distintas revistas y periódicos.

En su ciudad natal, Minas de Riotinto, cuenta con una avenida que lleva su nombre.

Hombre de carácter alegre, polifacético y de extraordinaria creatividad, su obra como grabador es muy importante, considerándose como el sucesor de Goya.

Su obra pictórica iniciada hacia 1885, se puede dividir en dos etapas atendiendo a que en una pintó por afición (1885-1936), y en la otra tuvo que pintar para poder comer (1937-1952). De su época de aficionado, de lo que siempre le gustó presumir, hay memoria de unos cien óleos, variados y bellísimos, serie de Croquis madrileños, Paisajes andaluces, Quais parisinos; retratos familiares, Carmen Baroja (1905, perdido), Serafín Baroja (1910), Carmen Nessi (1913), y de amigos como Azorín (1901), Valle-Inclán (1902), Corpus Barga (1912), María Guerrero (1916), de los que por desgracia se han perdido aproximadamente la mitad durante la Guerra Civil, y de esa segunda etapa de pintor profesional, varios cientos más que, año tras año, llevaba para vender a exposiciones de San Sebastián, Bilbao o Madrid.

Sus aguafuertes tienen dos momentos creativos: uno que se extiende desde finales del siglo XIX hasta 1912, serie de Estampas populares (medallas en las exposiciones nacionales de 1906 y 1908) y otro más reducido en cantidad y tiempo que ocupa desde 1927 a 1931, series Revolucionaria y Marinera, año en el que queda tuerto y ya no pudo grabar más.

 

Retrato de María Guerrero

 

De este quehacer se conservan unas cuarenta planchas, veinte en la Calcografía Nacional pertenecientes a las medallas que le concedieron y otras veinte en “Itzea”, la casa de los Baroja, que se rescataron después de la guerra del taller del estampador Adolfo Rupérez, de un total de ciento treinta y siete grabados hasta hoy catalogados. El resto de sus planchas se perdieron con el bombardeo y la destrucción de su casa y taller de la casa de la calle de Mendizábal en el barrio de Argüelles en 1937. Obra fina que le valió que le consideraran digno sucesor de Goya. El grueso de su obra de grabador se encuentra en las pruebas que regaló a la Biblioteca Nacional, cuando era director Río y Rico, su amigo y compañero del Cuerpo de Archivos y allí se conservan en tres carpetas en la sala de estampas, catalogadas y en perfecto estado. El resto de pinturas y grabados se encuentran en la Calcografía Nacional, el Museo de Arte Moderno de Madrid, el Museo de Bilbao, el Museo de San Telmo de San Sebastián, el Museo de Vitoria, el Museo de Córdoba y en la Casa “Itzea”, de Vera de Bidasoa.

En cuanto a sus escritos, entre cuentos y novelas dejó más de veinte obras y gran cantidad de artículos, obteniendo un importante éxito con la novela La Nao Capitana, de 1935, con la que le concedieron el Premio Cervantes.

Y en cuanto a sus fantasías, sus veleidades científicas, estudio sobre la plasmogenia, sus inventos, fue amigo de Ricardo de La Cierva e inventó un estabilizador de vuelo y una vela de barco triangular, sus esculturas, como el busto de Fermín Leguía o la cabeza de Sarepia Oroz, sus ilustraciones en revistas, como Arte Joven o Alma Española,  o de novelas, como las suyas propias o las de su hermano Pío,  sus barcos, gustaba hacer maquetas a escala, sus aventuras de marino, viaje en el Elixir Dallen o de actor de cine en cintas como Zalacain, de Francisco Camacho  o en los filmes del bilbaíno Nemesio M. Sobrevila y de teatro, en El mirlo blanco, revolucionario comprometiéndose a pasar una ametralladora desde París. Arte, Cine y Ametralladora, facetas fascinantes que han resaltado todos los que han escrito sobre su figura.

Su obra queda marcada con un hierro rusiente de un monograma negro con la R de Ricardo invertida y pegada a la B de Baroja, como se ve en más de mil obras entre pinturas, dibujos y grabados.

Distintos grabados del artista

 

Obras de Teatro: El Cometa, estrenada en 1915 por la Compañía de María Guerrero. Camino, publicada en 1915. Marino Faliero, 1922, drama, primera versión. Olimpia de Toledo, impresa en 1923. El Pedigrée, impresa en 1924. Marinos vascos, estrenado en 1926. El maleficio, estrenado en 1926. El torneo, estrenado en 1926.

Obras de narrativa

Aventuras del submarino alemán U: Narración de un viaje en sumergible por el Mediterráneo y el Atlántico (1917). De tobillera a cocotte (1919). Fernanda (1920). Fiebre de amor (1921). Los tres retratos (1930). La nao Capitana: cuento español del mar antiguo (1935), Premio Cervantes de novela. La tribu del halcón: cuento prehistórico de actualidad y El coleccionista de relámpagos (1940). Bienandanzas y fortunas. Novela histórica (1941). Pasan y se van (1941). Clavijo: tres versiones de una vida, (1942). El Dorado (1942). Los dos hermanos piratas (cuento del mar Mediterráneo) (1944).

Obras de Ensayo: Conferencia La crítica de arte, 3 de abril de 1925. Prólogo a Goya, de Laurencio Matheron (1941). Gente del 98 (1952, reeditado en 1969 con el título Gente de la generación del 98). Recoge artículos publicados en la prensa madrileña en 1935. La plasmogenia, divagación pseudocientífica, s. a.

Filmografía: 1927 Al Hollywood Madrileño, Nemesio Sobrevila (director). Muda. 1928 Zalacaín el aventurero, Francisco Camacho (director). Muda; perdida. 1929 El sexto sentido, Nemesio Sobrevila (director). Muda. 1931 La incorregible, Leo Mitller (director). Sonora. 1947 La Nao Capitana, (adaptación de su propia novela), Florián Rey (director).

 

Ricardo Baroja y Nessi y la AEPE

Socio Fundador de la Asociación Española de Pintores y Escultores, fue Vocal de la Junta Directiva en 1914; miembro del comité de redacción de la Gaceta de Bellas Artes en 1930, colaboró con la institución siempre que así se lo pidieron.

Participó en un ciclo de conferencias que la AEPE llevó a cabo en el Aula de Historia del Arte de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en 1944, pronunciando además numerosas conferencias acerca del arte y la pintura.

Socio de Honor en el Salón de Otoño de 1927, participó además en los siguientes:

Al I Salón de Otoño de 1920 presentó

769.- Costumbres de pueblo, aguafuerte, 0,36 x 0,45

Al VII Salón de Otoño de 1927 llevó las pinturas y grabados

230.- La calzada, óleo, 60 x 83; 231.- El puerto, óleo, 68 x 98; 512.- Viejo Londres, aguafuerte; 513.- Lanzahita, aguafuerte; 514.- Frailes traperos, aguafuerte; 515.- La churrería. El caminante, aguafuerte; 516.- Pasaje, aguafuerte; 517.- El paseo de los curas. Las calderas de asfalto, aguafuerte;  518.- La muerte. Conferencia. La Chata, aguafuerte; 519.- Mendigas. A misa mayor, aguafuerte; 520.- Pío Baroja. Las majas. El salto de la garrocha. Madrigal de la vera, aguafuerte; 521.- Un chicoleo. Paleto. Viático. Posada de madrigal, aguafuerte;

Al IX Salón de Otoño de 1929 concurrió con las pinturas

346.- El forastero, óleo, 0,84 x 1,13; 347.- La torada, óleo, 0,50 x 0,63; 348.- El Sena en París, óleo; 349.- La carretera, óleo; 350.- Los nihilistas, óleo; 351.- Casas blancas, óleo.

Al X Salón de Otoño de 1930 presentó

405.- Calle de Granada, óleo, 1,13 x 1,41; 406.- La estación, óleo, 0,97 x 1,17; 407.- El portillo, óleo, 1,11 x 0,97; 408.- Lancha pesquera, óleo, 0,78 x 1,07;  409.- El abeto, óleo, 0,90 x 0,64; 410.- Otoño, óleo, 1,00 x 0,62.

En el 50 Salón de Otoño de 1983, su obra Paisaje estuvo presente en la Sala Homenaje a los artistas que hicieron posible el I Salón de Otoño de 1920.

 

Las hermanas Sánchez Miñambres

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

 

Indalecia, Segunda y María de los Ángeles Sánchez Miñambres,

conocidas como Inda, Dina y María

MIÑAMBRES DE MAS, Dina  P    1927  MADRID/LEON

 

Dina Sánchez Miñambres

 

Si bien sólo una de ellas perteneció a la AEPE, y dada la singular historia de las tres hermanas, decidí ahondar en sus vidas y rescatarlas del olvido.

Indalecia, Segunda y María de los Ángeles Sánchez Miñambres, conocidas como Inda, Dina y María

La saga familiar de las Sánchez Miñambres y su relación con el mundo del arte, se iniciará con su bisabuelo, Perfecto Sánchez Iváñez, arquitecto de finales del siglo XVIII y principios del XIX, que firmaba distintos planos, alzados, construcciones y dibujos arquitectónicos, muchos de los cuales se conservan en el inventario del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

Su abuelo, Fernando Sánchez Pretejo continuó los pasos de su progenitor y fue el notable arquitecto diocesano autor del cierre del atrio y las verjas de la Catedral de León.

Su padre, José Sánchez Puelles, rompiendo la tradición familiar, se convirtió en un prestigioso abogado pero cuya ocupación principal, terminó consistiendo en administrar el rico patrimonio familiar.

Su madre, Agustina Miñambres, era una mujer de gran belleza, nacida en la pedanía de Villibañe, perteneciente al municipio de Valdevimbre, en pleno Páramo leonés.

A través de su hermano, que también era abogado, Agustina conoció a al que sería su futuro esposo y padre de las tres niñas nacidas del matrimonio.

En 1886 en León, vinieron al mundo las gemelas Indalecia y Segunda, conocidas como Inda y Dina, ambas al contraer matrimonio se afincarían en Madrid. Su hermana, María de los Ángeles, conocida como María, nació en 1889 también en la misma capital.

Las vocaciones artísticas y culturales de las tres hermanas fueron fomentadas por sus padres, que contrataron a una institutriz francesa para educar a las niñas y se empeñaron, con indudable éxito, en que todas ellas dominaran con soltura un instrumento musical. Inda y Dina se centraron en el piano, mientras la pequeña María volcó todos sus afanes en la bandurria.

La familia alternaba su domicilio entre Madrid y León, compaginando largas estancias estivales en el caserío de Marzanas, en la localidad leonesa de Grulleros.

El 18 de junio de 1911 falleció el cabeza de familia, José Sánchez Puelles, quien había llegado a ser Diputado provincial, Concejal del Ayuntamiento de León y Secretario de la Sociedad de Seguros contra Incendios

INDA, la pintora, contrajo matrimonio en 1912 con el asturiano Luis Aza Díaz, ingeniero y subdirector de Renfe, que fuera hijo del comediógrafo y sainetero Vital Aza, celebrado autor de zarzuelas en las postrimerías del siglo XIX.

Del matrimonio nacería un único hijo, Vital Aza Sánchez, conocido como “Vitalón el cetrero”, que falleció en 1988.

Indalecia falleció en 1953.

Margarita

Maja, presentadas al 23 Salón de Otoño

A la verbena de San Antonio, con la que concurrió al 24 Salón de Otoño

María Luisa de Aza, con la que concurrió al 24 Salón de Otoño

DINA Sánchez Miñambres, inscrita como socia de la AEPE, contrajo matrimonio en 1910 con el Comandante de infantería Luis Más Mompeón, que falleció en 1930, y con el que tuvo dos hijos.

Escultora de gran talento, en su obra el arte regional leonés siempre tuvo gran peso específico.

En 1924 participó en el homenaje tributado en la capital de España a la escritora Emilia Pardo Bazán, presentando al concurso un original proyecto en forma de fuente con el rotundo busto de Emilia, realizado en colaboración con el arquitecto Manuel de Cárdenas y Pastor, quien fuera hermano del también arquitecto Ignacio de Cárdenas y Pastor, autor del Edificio de Telefónica de la Gran Vía de Madrid, y del abogado, jugador de fútbol y Presidente del Atlético de Madrid, Ramón de Cárdenas Pastor.

Ambos, realizaron un sorprendente y atrevido trabajo que mereció los calificativos de «notable revelación» y «genialidad» por parte de la crítica especializada.

En la revista semanal ilustrada Vida leonesa, del 1 de enero de 1925, aparece una página dedicada a Dina S. Miñambres de Más, como firmaba sus obras según la moda imperante de la época, en la que se reproduce su fotografía y dos de sus obras, acompañadas del siguiente texto: “Guiada de un fuerte temperamento artístico, impulsada por su exquisito gusto nuestra distinguida paisana, se decidió por el arte de más realeza; no se conformó con ser pintora y se dedicó de lleno a la escultura, en cuyo arte ha logrado bien pronto halagüeños éxitos que corresponden a su valer. Damos a nuestros lectores con el orgullo de ser los primeros en mostrarles estas primicias, varias obras de la señora Miñambres de Más: dos cabezas de niño, dos perfectísimos retratos de Luis Más y de Inda S. Miñambres, un admirable torso griego, y una reproducción de la sublime “Friné ante sus jueces” que por castigarlas sufrieron el castigo de su belleza que aniquiló sus furores y severidad. Dina Miñambres ha comenzado una vida artística en la que es seguro alcanzará los mayores éxitos, que nos halagarán a todos nosotros por ser ella leonesa”.

Participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1926, con dos esculturas tituladas “Mociña leonesa” (madera, 100 x 45) y “Cabeza de hombre” (bronce, 45 x 14), logrando que la crítica alabara sus obras con frases como …”Dina S. Miñambres, en quien se advierte una indudable influencia de Asorey, expone una talla en madera y un busto en bronce que hacen concebir grandes esperanzas”, y también “En escultura anotamos una talla policromada, «Mociña leonesa», de Dina S. Miñambres, que en la misma sala presenta «Cabeza de hombre» (bronce), dos obras bien logradas”.

En 1927 participó también en el VII Salón de Otoño, donde se inscribió como S. Miñambres, (doña Dina), natural de León, donde reside, Alfonso V, 9. Al mismo, presentando las obras:

506.- El tonto de Benamariel (escayola)

507.- Niño dormido (talla policromada).

El 11 de noviembre de 1961 inauguró una exposición en la Sala Martha de Madrid, situada en la calle Joaquín García Morato, 150, bajo la dirección de Manuel Sánchez Rodríguez, y con el decorador Antonio de Miguel, en la que compartía espacio con las pinturas de Moisés Colomo y las esculturas del socio de la AEPE José Pérez Sejo y José Valero.

En 1965 realizó una exposición que recogió el 22 de febrero el diario Pueblo, bajo el título de “Una curiosa exposición, con efectos musicales y muestras de ceremonias”. En el artículo firmado por Yale, se comentaba: “El periodista recibió un programa para asistir a una exposición de escultura. En el programa, que no tiene desperdicio, se establece que los “efectos musicales” corren a cargo de Alfonso C. Santisteban, que las señoritas maestras de ceremonia lucen creaciones de Matías Montero, que los peinados son una creación exclusiva de los hermanos Blanco y que la organización y relaciones públicas las lleva G. B. ¡Ah! La escultora se llama Dina S. Miñambres! Fui, naturalmente… Había diez esculturas, toda la producción de la expositora, una de las cuales representa a “El Cordobés” en actitud de brindar. La escultora se ha apresurado a presentar dos reproducciones: una en bronce y otra en madera. Además de eso, ha tallado un busto de su jefe de Relaciones Públicas, don Guillermo Blanco, “Un tiro certero”, “Infantes con gorro”, “Jenízaro”, “La esclava del amor” y una “Mocina leonesa”…. Comenzaron a llegar señoras… hasta una princesa, por quien la escultora doña Dina me dejó plantado en mitad de la entrevista. Menos mal que su hija me dio algunos datos. Por ejemplo, que doña Dina –que es una mujer muy anciana- comenzó a pintar a los 18 años. Luego, se hizo escultora. La familia se opuso siempre a que presentara su obra, pero ahora habían decidido probar suerte”.

Dina llegaría a cumplir los 100 años de edad, acontecimiento que celebró con una misa en la misma capilla catedralicia donde un siglo antes fue bautizada junto a su hermana gemela.

Su hija Margarita Más es una renombrada actriz teatral que hubo de esperar hasta 1998 para debutar en su tierra, con La vida que te di, un texto de Pirandello puesto en escena por el director Miguel Narros.

Dina falleció en 1986 en León.

 

Esculturas de Dina Miñambres

 

El tonto de Benamariel, de Dina Miñambres, presentada al VII Salón de Otoño

La exposición de Dina Sánchez Miñambres en Pueblo, 1965

 

MARÍA vivió con sus padres, acudiendo a estudiar al Instituto, decisión inusual en la época. En plena adolescencia, se cayó de un caballo, dejándola una cojera que formaría parte de su insólita personalidad.

Volcada en el arte, cofundadora junto a su amigo Miguel Canseco de la Cultural y Deportiva Leonesa, se instala en París para cursar estudios en la Sorbona. Aún se conservan los carnés de mademoiselle Miñambres, socia entusiasta del Foyer Internacional des Etudiantes y del Cercle-Bibliotèque de la Maison des Etudiantes , sito este último en el selecto Boulevard Raspail.

Envuelta en los círculos intelectuales parisinos, entabla una amistad más que estrecha con el entonces famoso escritor y periodista soviético de familia judía, Ilja Ehrenburg, un ruso de culto, cuyas obras ridiculizaban al Occidente capitalista y al sistema soviético.

Ehrenburg llegaría a pedir en matrimonio a María, que regresa a León para comunicar tan sensacional noticia a su madre.

La oposición de la familia hace que renuncie a ese amor para hacerse cargo de los negocios familiares.

María comenzó a colaborar por entonces en la prensa local, escribiendo para Vida Leonesa una sección que firmaba bajo el seudónimo de «María Antonieta», en la que «despreciando lo vano, adornando lo ideal, lucha con la bella ilusión de lo perfecto, hasta conseguir insensiblemente que en ella se forme el espíritu exquisito de la mujer inteligente y sensitiva».

El 19 de noviembre de 1925, María Sánchez Miñambres fue nombrada concejala en el Ayuntamiento leonés, siendo la primera mujer que accedió a un cargo de semejante categoría.

Sus nuevas responsabilidades políticas no la harían olvidar sus obligaciones empresariales y, decidida a sacar el mayor rendimiento posible a la finca de Marzanas, en 1928 dirigió un escrito al Director General de Agricultura y Montes exponiendo su intención de cursar los estudios de Perito Agrícola con carácter oficial, algo que no estaba previsto en el caso del personal femenino.

Sí que se contaba con ella para los más relevantes actos sociales vividos por entonces en León, como la visita oficial de los Reyes de España en el mes de octubre de 1927. María fue la encargada de agasajar con un ramo de flores a la reina Victoria Eugenia. También participó con entusiasmo en todo tipo de procesiones cívicas, banquetes y concursos, como el convocado en 1929 por la Asociación de Ganaderos de España, donde fue premiado el toro Montañés, propiedad de las Miñambres.

Afiliada a la derechista Unión Patriótica de Primo de Rivera, con algunas simpatías con la naciente Falange Española, como prueba un excepcional documento gráfico que muestra al líder nacional José Antonio acompañado por María y los primeros miembros del partido que se afiliaron en León.

Con el estallido de la Guerra Civil comenzaron las dificultades para María, siendo encarcelada en San Marcos e incautadas muchas de sus propiedades bajo el cargo de «ser afecta a la República». A pesar de no poder probar nada, sería condenada a pasar varios años en Saturrarán, un penal para mujeres sito en San Sebastián.

Mezclada con las presas comunes, quienes la conocían como «la señorita», María dio buena prueba de su temple personal y comenzó a realizar una importante labor social en el presidio, escribiendo las cartas que las reclusas, analfabetas en su gran mayoría, enviaban a sus familias. Incluso llegaría a entablar buena amistad con el director de la cárcel, dando clases particulares a su propio hijo.

Una vez puesta en libertad, regresaría a León para continuar con una vida sencilla, regida por el ciclo de las cosechas en Marzanas y la dirección de sus lucrativos negocios particulares, como su ganadería de vacas frisonas, premiada por el Ministerio de Agricultura con el título de «ganadería diplomada», el día 7 de febrero de 1969.

Se hizo además constructora y edificó un buen número de casas en los solares que la familia poseía en la entonces naciente barriada de San Claudio de León.

Rebosante de vitalidad hasta el final, pues aún conducía su coche por las calles leonesas con más de 80 años, nunca dejaría de lado sus inquietudes culturales, cediendo su casa de la calle Santa Cruz como local de ensayo para el naciente grupo teatral GRUTELIPO.

Así hasta el día 1 de abril de 1977, cuando falleció.

María Sánchez Miñambres fotografiada en los años  veinte y debajo, durante un acto en León

 

Dina Sánchez Miñambres y la AEPE

Participó en el VII Salón de Otoño de 1927, donde apareció inscrita como S. Miñambres (doña Dina), n. de León, donde reside, Alfonso V, 9. Al mismo presentó dos obras:

506.- El tonto de Benamariel, escayola

507.- Niño dormido, talla policromada

Presentó también obra al 12 Salón de Otoño de 1932, donde figuró inscrita como Miñambres de Puebles (Dª Dina), natural de Leva. Reside en Madrid, Lagasca, 48. Presentó la obra:

78.- Aldeana leonesa, escayola

Inda de Aza y la AEPE

Participó en el 23 Salón de Otoño de 1949 inscrita como De Aza, Inda, con dos obras, una inscrita en la sección de pintura y la otra en la de dibujo y grabajo:

195.- Maja

19.- Margarita, dibujo

Al 24 Salón de Otoño de 1950 presentó dos obras:

35.- María Luisa de Aza, dibujo

78.- A la verbena de San Antonio, óleo

En el 25 Salón de Otoño de 1952 presentó una obra:

43.- Salmón, óleo

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

El sol azabache de la melancolía

La melancolía es una sensación que se convierte en estado emotivo; una tristeza vaga que nos contagia la realidad. Melancolía es familia de tristura, aflicción, pesadumbre, nostalgia, pesar, postración, añoranza, hipocondría, esplín, morriña, saudade…En un tiempo se asimiló a la locura, ha cambiado su apreciación. “Siempre vuelves de nuevo, melancolía, oh dulzura del alma solitaria”, escribe Georg Trakl.

 La mediocridad me produce melancolía, esta miseria intelectual hodierna dinamita la claridad y tiñe el horizonte de desasosiego. Pasa, pero deja un amargor que aúpa la reticencia. También la decepción genera melancolía. ¿Por qué? Porque estamos dominados por un voluntarismo atroz ajeno a la entidad vivaz de la vida, a la actitud noble del hombre. No hay que generalizar, pero estos son malos tiempos para la razón, para la perfección, para la lealtad, para la libertad, para sentir, para ser en puridad.

Escribir una novela de 548 páginas, con lenguaje espléndido, vocabulario feraz, contenido culto, elevado ritmo y denodada búsqueda de belleza es una transgresión, una provocación; una protesta contra la vulgaridad, la estulticia y la chabacanería. Eso es lo que ha hecho Carmen Pallarés -límpida poeta, escritora, ensayista, pintora, cantante de coro vocal y perito en soles de música clásica- escribir contra la precariedad.

 

Carmen Pallarés

 

El sol azabache de la melancolía, rubro de la novela, es un canto a la amistad, entre un hombre y una mujer, que se desarrolla, obsesivamente, en el marco de la actividad de una residencia para personas discapacitadas: un ambiente duro y exigente, salpimentado de sajelada sensibilidad. ¡Es llamativo el conocimiento de la autora en tantas opciones materiales y espirituales: medicina, gastronomía, bares, filosofía, poesía, música, canto, helenismo, artes!

¿Acaso no es una oda a la melancolía? ¿Cenicienta y dulce queja de un alma solitaria? Importa el qué, pero mucho más el cómo. Es un largo y generoso placer deslizar nuestro sentido por una escritura tan dúctil, tan idónea, tan precisa, tan mollar. Una palabra para cada sensación y cada impresión en su expresión exacta. ¡Cómo se puede escribir tan bien sin sonrojarse!

Aunque, las cualidades positivas jamás son excesivas: nunca se es demasiado bueno, demasiado culto, demasiado justo, demasiado humano, demasiado limpio, demasiado sano, demasiado llano. Las cualidades negativas, sin embargo, por mínimas que sean, siempre exceden la decencia, la prudencia, la dignidad, la hombría, la limpieza, la admiración. No debería darse la veneración de un canalla, pero se da, y con frecuencia.

Un pintor y poeta traba amistad con una novelista y tejen un monumento a la amistad, a la fidelidad, a la transparencia, a la temperancia, a la confianza a lo largo de una trama misteriosa. Para mi ha tenido cierta complejidad su lectura. Conozco a la autora y la identifico, o eso creo yo, con muchos sucesos de varios personajes, sobre todo Pavel Vidal, pintor-poeta, como ella. Es cine dentro del cine, es decir, se va explicando cómo se hace una novela al tiempo que se va construyendo la novela; una pretendida obra al alimón, pero sólo escriben unas manos. ¡Una galería de arquetipos raros o no!

 

No soy lector de novelas, lo soy de poesía. Me cuesta, pero un canto a la lealtad, urge una visión leal. Quinientas cuarenta y ocho páginas trufadas de citas y de acápites de Jenófanes, Eurípides, Aristóteles, Homero, Plutarco, Alceo, Sófocles, Empédocles, Arquíloco, Anacreonte de Teos, Safo, Pitágoras, Hipócrates, Orfeo, Platón, Alceo, Teognis de Megara, Epicteto, Hesiodo o Esquilo, el majestuoso poeta de la antigüedad, que hizo florecer la pintura y la solercia de Francis Bacon, no es un asunto baladí.

La Ilíada, la mitología griega, amén de los románticos de toda laya y condición, de los fundadores de la poesía moderna. Y no digamos nada de los compositores, en especial lo más monumentales. Y pintores y dibujantes. Carmen no puede disimular sus dotes plásticas, ni sus conocimientos de técnica y de historia del arte universal, su pasión armónica y mélica. En fin, un ambiente agridulce, porque cabe el arte, en su entorno diletante, vive el dolor de seres con problemas, el día a día de un ostugo de sufrimiento donde se ansía que broten rosas de las ruinas, pero donde de sólito tiene más peso la cruda realidad que la idealizada normalidad.

No es un texto vedado al lector general, no, pero es cierto que requiere de un lector especial, no necesariamente erudito, sí inteligente y con ganas de aprender, de buscar palabras, de conocer biografías, de paladear una prosa de miel perfumada de espliego, refinamiento, elegancia, hurmiento. Teniendo en cuenta el poder de redes y nuevas tecnologías, leer es un acto subversivo, un vicio solitario, una revolución, la única vía para preservar la libertad. Leer implica elegir, al margen de lo gregario, rebelarse, buscar la luz en esta noche oscura de egestad, zafiedad y narcisismos fascistas.

El sol azabache de la melancolía es un alegato descomunal, perfecto, insistente, contra la barbarie que nos rige y atosiga, contra la deshumanización. Más allá de una novela de tesis, Pallarés ha escrito una confesión: natural, fluida, sin el objetivo de una anábasis, más bien como una catábasis personal, una bajada a los infiernos y una purificación personal, un ejercicio espiritual, no religioso. En todo caso, se convertirá en un texto de culto, no hace falta que la lean miles de personas- no sé si esto satisfará a la autora-, pero si los precisos, aquellos the happy few que detectan el ángel de la gracia, cuando escribe un ángel.

El título ya da para un libro, para un joyel: El sol azabache de la melancolía. Cuarto verso del primer cuarteto del soneto, Desdichado, de Gérard de Nerval. En 1854, Nerval publica Les filles du feu, con un apéndice, Les Chimères, donde se ubica el soneto Desdichado, así en español. Un marbete que procede de Ivanhoe, cap. VIII, de Sir Walter Scott, donde aparece un escudo con el lema “Desdichado”.

Desde su tiempo, influyente como no podemos imaginar, el soneto se convierte en un ariete. Y T. S. Eliot en su Tierra Baldía – Tierra Agostada, como prefiere Ricardo Silva Santisteban- en el verso 429, introduce: Le prince d’ Aquitaine à la tour abolie”, segundo verso del primer cuarteto del mencionado famosísimo soneto nervaliano.

En traducción de Alejandro Bekes, el primer cuarteto:

                                       Yo soy el Tenebroso, el viudo inconsolado

                                       De la Torre Aquitana señor sin dinastía.

                                       Mi única estrella ha muerto; mi laúd constelado

                                      lleva en si el negro sol de la melancolía.

Ese soneto, prestidigitador de sueños y emociones, ha sido traducido a nuestra lengua por Octavio Paz, hasta en tres versiones; también por Xavier Villaurrutia, Juan José Arreola, Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco, Tomás Segovia…Y podría continuar

No es la única ocasión en que Nerval, pseudónimo de Gérard Labrunie(1808-1855), maestro de la fantasía, celebrado por los surrealistas, aquel que dijo antes de Rimbaud Je suis autre, que paseaba con una langosta atada a un lazo azul, lúcido y loco, vividor y suicida, recurre a esa metáfora. En Voyage en Orient, 1851, aclara: “El sol negro de la melancolía, que derrama sus rayos oscuros sobre la frente del ángel soñador de Alberto Durero, se levanta también a veces en las llanuras luminosas del Nilo”.

Carmen Pallarés. Escritura

 

Carmen Pallarés, en ese cosmos precario y de encuentros atrabiliarios, disecciona la anatomía de la melancolía, un sol de azabache, que pesa en nuestras alas, controlando o impidiendo el vuelo. Lo que pretende ser luminoso, acaba siempre en tenebrosa noche, con nubarrones y ventoleras oscuras, con sufrimientos y huidas, en una prosa triunfal, que transcurre como el agua de un riachuelo, cristalina y burbujeante, que se desliza desde la proceridad de las montañas a la proceridad del vasto y hondo mar virgiliano.

Esta novela, este estilo, este intrincado poema, este carácter audaz ahorma un gigantesco desafío, en una época de desconcierto, de desasosiego. Es una pregunta permanente, recurrente, que tememos hacernos. No es narración para el entretenimiento, sino para el paladeo de una escritura artística, para el aprendizaje, para el deleite y la creación de pensamiento. Lo más alejado de lo que conocemos como un bestsellers.

Varios personajes dejan su ámbito de confort y se entregan a una vida alejada de sus intereses culturales, que acaba haciéndolos otros. ¿Seríamos los demás capaces de tal hazaña? Algunos sólo ejercen un trabajo alimentario. El egoísmo se convirtiendo en un muro que coarta. Hay muchas situaciones que me recuerdan la poesía doliente de Miltos Sachtouris, la música de Schönberg, el viaje del Alighieri.  Análisis de una amistad, que termina en suceso, una desaparición enigmática añade a la perfección literaria dosis de intriga.

La lectura se hace trabajosa, pero cuando acaba, nos produce una especie de orfandad  melancólica, porque querríamos seguir sabiendo más de estos seres, tan separados y tan unidos: Pavel Vidal y Margarita, Margot o Maló. Digamos que los protagonistas, aunque el protagonismo es de esa residencia de pacientes y sus cientos de historias y las gentes que salen y que entran. Para mí, el leitmotiv por excelencia de esta novela, Abedul Ediciones 2022, es su escritura, cómo están repujadas las frases, cómo están ubicadas las palabras, cómo están esculpidos los sentimientos, cómo danzan los autores.

Carmen Pallarés pinta ordenando un aluvión de líneas en bosque arcano del que conoce todos sus senderos, su talismán, sus caprichos. Y escribe trazando el mapa sutil de una melodía azul de Bob Dylan. Entre sus libros de poemas: La llave de grafito, ABBA, Caravanserai, Luces de travesía, Esgrima, Partitura adelante…Colecciones de cuentos y ensayos sobre arte, uno magnífico acerca de la obra de Marta Iglesias, Un reino nítido.

No se trata de exponer la bibliografía de la poeta, sería una falta de consideración hacia la novela, pero no puedo dejar de mencionar los libros que ha realizado con Ángel Sardina, y sobre todo, Camino de mi palacio, una fiesta maravillosa de la poesía en edición artesanal que sólo unos pocos hemos podido disfrutar, pero en ese camino hechicero está el mejor aliento lírico, lígrimo de esta poeta grande e íngrima.

Quienes la conocen saben todo lo que de suso digo, pero quiero dirigirme a quiénes no la han leído nunca, a quiénes no la han oído, para que la oigan, la busquen, como el que persigue una voz misteriosa que se oye en la lejanía sin saber muy bien de dónde viene, ni qué secretos nos confiesa. Como un Stradivarius sonando mágico en el hayedo anclado en el alfoz.

 

Para Georg Trakl, a quien Pallarés cita, la vida del hombre no es más que un peregrinaje que finaliza con la muerte. Aquí contemplamos parte de ese viaje de muchas almas privadas de destino- otra idea de Trakl-, a través del instrumento de la melancolía que aboceta con solercia el crepúsculo del pasar de tantas almas. Porque la melancolía también es una herramienta de conocimiento, que nos hace perfilar y agudizar nuestra capacidad de percepción. No ve lo mismo un alma clarividente que un sujeto siniestro.

En El sol azabache de la melancolía – ¿podría considerarse una historia de amor perdida? –, se purifican las almas como el oro en el crisol, se sajelan los espíritus, sin recomendación alguna, sólo siguiendo la actitud y la decisión de algunos personajes, que se entregan, solidarios, a cambio de estar bien consigo mismos. Aquí se toma conciencia de la importancia de saber expresarse con precisión, con lisura, con idoneidad. Carmen Pallarés es una poeta diáfana, un ser de cultura, con pensamiento y por eso hace lo que no pueden conseguir otros.

En los talleres creativos a los que se alude en la novela, se discute la idea de Beuys, y se matiza: todos podemos ser creativos, no todos somos artistas. No hay arte sin creatividad, pero no toda creatividad es arte. Novela atípica, no tópica, que nos relata sensaciones y nos hace vivir emociones con una extrema elegancia, de estilo, de ambiente, de finalidad.

En De qué hablo cuando hablo de escribir, Haruki Murakami, reciente Premio Princesa de Asturias de las Letras- ¡hay que felicitar al jurado por su perspicacia! – compara la literatura con un ring, al que todo el mundo puede subir, pero son pocos los que resisten la pelea y muchos menos los que resultan vencedores. En las antípodas de la escritura azarosa de Murakami, Pallarés ha subido al ring y ha ganado su combate, que lo vean o no es cuestión de los lectores, los árbitros están desaparecidos.

                                                                                                                  Tomás Paredes

                                                                                                    Presidente H. AICA Spain

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: Enrique Estévez Ortega

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

cabecera 1

 

La Gaceta de Bellas Artes: 1931

Como veíamos en el anterior número, la Gaceta de Bellas Artes estaba regida por un comité de redacción en el que figuraba el secretario, y en el que Roberto Fernández Balbuena ejercía de director, figurando también en dicho comité José Subirá, redactor de temas musicales, y Enrique Estévez Ortega.

La Gaceta de Bellas Artes dió un profundo cambio adaptándose al estilo de otras revistas ilustradas de la época, teniendo a partir del mes de mayo de 1931, periodicidad mensual. Hubo un intento de crear una nueva revista cuya dirección y comité de redacción suscribía la directiva, a las órdenes de su presidente, Julio Moisés y Enrique Estévez Ortega como redactor jefe.

Se había llegado así a anunciar la revista mensual Plástica que, con la dirección de Manuel Abril, crítico de arte, habría de publicarse sustituyendo a la Gaceta de Bellas Artes y de la que parece estuvo preparado el primer número pero que no llegó a imprenta. Plástica se quedó finalmente en el tintero.

Posteriormente se publicó la siguiente nota: En los primeros días de enero, causas ajenas a la voluntad de todos, al socaire de la huelga de las Artes Gráficas, impidió que apareciese «Plástica» y luego, la enfermedad del Sr. Abril y su ausencia al extranjero, determinó que se fuese demorando demasiado la salida de la revista hasta que, finalmente, la dimisión a última hora del Sr. Abril nos movió a encargarnos nosotros mismos de nuestra publicación…

Estas son las causas por las que la Gaceta de Bellas Artes no se publicó de enero a mayo y volvió a salir con carácter mensual, con 48 páginas al precio de 1 peseta.

Se aprecia la falta de la habitual colaboración de plumas como la de Bernardino de Pantorba, Fray Galán o Joaquín Ciervo.

 

Enrique Estévez Ortega

FRANCES SANCHEZ HEREDERO, José              Cr.   1915                                 22.jul.1883        MADRID                       10.set.1964

Bibliotecario de la AEPE

 

Enrique Estévez Ortega nació en Madrid en 1898.

Escasos datos tenemos acerca de él y de sus primeros años de vida, excepto que su padre se llamaba José Estévez y que debía proceder de la localidad de Quiroga, en Lugo, donde la familia poseía algunas tierras.

Enrique tenía tres hermanos, Gerardo, Joaquín y José, según aparecen en el Fichero nº 17 de la Secretaría General y de la Sección Político Social del Centro Documental de la Memoria Histórica y la Guerra Civil Española.

Los tres eran oficiales de Correos y abogados, y de ellos, José fue también crítico de arte y miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Escritores y Artistas en 1956.

Enrique se formó en el campo de las letras, y a lo largo de su vida ejerció como abogado, periodista, escritor y crítico de arte y de teatro.

 

 

En 1915 ya era oficial del Cuerpo de Correos, destinado en la Central de Madrid.

Hacia 1918 ya comienza a publicar artículos y entrevistas, como la que realizó al entonces Alcalde de Madrid, Luis Garrido Juaristi, y publicó la revista Juventud Española.

Como oficial de Correos, interesado en temas artísticos y con un ánimo para el trabajo y la escritura, trabó amistad con José Francés, que era Jefe de Administración de Primera Clase y Jefe de la Biblioteca y Museo Postales de la Dirección General de Correos y Telecomunicación.

Está claro que compartían estímulos y aficiones, y no sería descabellado pensar que José Francés viera en él al hijo que nunca tuvo.

 

A partir de 1922 ya colabora activamente en la organización del Salón de Humoristas que creara José Francés.

En 1922 publicó El alma de Galicia, una colección de interviús a los más importantes personajes de la época como Eduardo Dato, la Condesa de Pardo Bazán, el dramaturgo Linares Rivas, los poetas Rey Soto y Xavier Bóveda, el novelista Alberto Insua, el cronista Julio Camba, los artistas Federico Ribas, Manuel Bujados, José Goyanes y Max Ramos… un volumen ilustrado por los dibujantes Bujados, Castelao, Fresno, Jaime, Juan Luis, Muguruza, Ribas, Sirio, Sotomayor y Zas.

El éxito del libro le valió que un grupo de amigos se reuniera en el Centro de Galicia en Madrid, para celebrar un banquete en su honor.

Por aquella época ejercía de periodista y crítico en distintas revistas como Mundo Ibérico, Por esos mundos, Elegancias, La Gaceta literaria, Gutiérrez y en diarios como el ABC, el Noticiero Universal, Nuevo Mundo y por supuesto, en La Esfera, la publicación que en 1914 fundara José Francés, en la que trataba de armonizar la tradición y la modernidad en todos los terrenos, pero sobre todo en el artístico, ya que el tema político estaba ausente. Una revista que contribuyó a formar en el gran público el interés por los temas de cultura, conocimiento del arte, exposiciones, patrimonio artístico español…

Entrevistó a las grandes personalidades de su época como Emilia Pardo Bazán, Vicente Blasco Ibáñez, Valle Inclán…

 

Pertenecía a la Asociación de la Prensa y vivía en la Calle Goya, 103 de Madrid.

El 11 de noviembre de 1925 contrajo matrimonio con Constanza Fernández y Fernández-Acosta en la iglesia de Nuestra Señora de Covadonga.

Constanza era la sobrina de la primera esposa de José Francés, Rosario Fernández Acosta, tan vinculado a la AEPE por haber sido su Presidente, a quien quería como a una hija y que le acompañó toda su vida, sobre todo cuando ésta quedó viuda tan tempranamente.

Cuando su madre, Matilde Fernández Acosta, falleció en 1932, Constanza que era hija única y ya estaba casada con Enrique, al que como veíamos anteriormente, le unía una estrecha y fraterna amistad que con esta boda, se acrecentaría.

Además, fue uno de los intelectuales que frecuentaba la Tertulia de los Humoristas, una reunión literarioartística fundada en los años diez en el Lion D’Or, que luego se trasladó al café de Jorge Juan en 1923, para instalarse definitivamente en el Hotel Nacional.

ABC, 1934

 

Formada por escritores, pintores, dibujantes y músicos, bajo la advocación genérica de Humoristas, contaba con la presencia de su presidente, José Francés, y reunía además a varios autores de la Generación del 98 y de la Generación del 27.

En 1928 publica el libro Nuevo escenario, una serie de artículos acerca de diversos aspectos del teatro tales como la renovación teatral, el teatro de vanguardia, el teatro moderno de Jacinto Grau, el arte teatral moderno en Polonia, Don Quijote en el Japón, Bragaglia, las nuevas normas escénicas, los escenarios giratorios… “Muchos y muy sugestivos temas que resulta difícil recoger la síntesis de su obra, llena de ideas originales y de interesantes noticias. El autor conoce profundamente la materia; para Estévez Ortega carece de secretos el teatro en general y especialmente el teatro moderno. Literato culto, su ágil pluma sabe discernir alrededor de los asuntos más complejos y difíciles con insuperable amenidad”.

Con este motivo, La Esfera dedicaba una página completa firmada por el propio Estévez, en la que analizaba los variados temas incluidos en el libro.

En 1930 publica su obra más famosa, Arte gallego, crítica e iconografía de los mejores artistas gallegos. La Editorial Lux de Barcelona, presentaba en un gran volumen de lujo de 500 ejemplares numerados, una obra en la que Estévez Ortega afirma ya “la existencia de un arte plástico gallego, que nace independiente y seguro en las últimas generaciones”.

Los ecos del Arte gallego resuenan en la prensa a lo largo del año 1931, cuando siguen apareciendo reseñas como la que revela que “el joven escritor estudia con finura ecléctica, la producción de sentido tradicional y la de sentido innovador, unidas por los caracteres célticos. Es, a la par, este libro, antología y pinacoteca, en donde resplandecen una documentación acabada y una probidad literaria digna de aplauso”.

 

En 1922, en el banquete celebrado en la Casa de Galicia en Madrid

 

En la revista Voz española, publicada en Manila, aparecía un artículo en el que se decía que …”Profundamente conocedor del suelo y la psicología de la tierra en que abrió los ojos a la luz… da siempre fe de la gran serenidad comprensiva inherente a la verdadera Crítica.  Todo ello escrito con admirable estilo de publicista avezado y maestro. El sumario de artistas que desfilan por el libro es amplio… Álvarez de Sotomayor, Llorens, Juan Luis, Bello Piñeiro, Juan Alonso, Souto, Suárez Couto, Imeldo Corral, González del Blanco, Sobrino Buhigas, Seijo Rubio, Asorey, Bonome, Compostela, Castelao, Bujados, Ribas, Ramos, Castro Gil, Prieto Nespereira, Prada y el arquitecto Palacios… Con doscientas láminas maravillosamente grabadas, reproduciendo las obras más alientes de los artistas reseñados”…

Para José Francés, “Enrique Estévez Ortega es entre los jóvenes críticos de arte actuales, el primero, por como esa primacía se conquistó sin sumisiones de capillita o clan, ni responde a la fácil intransigencia de un pobre concepto unilateral y de una incapacidad restreñida. Sin perder el contacto con su época, sin ser desleal con su generación, ni desatender las lógicas afinidades con el espíritu renovador de que define al tiempo presente, Estévez Ortega es ecuánime, ecléctico y amplía a este libro admirable de crítica de arte el criterio que también informa el no menos admirable de crítica teatral, Nuevo escenario, publicado anteriormente. Estévez Ortega, además, es gallego. (No se ha olvidado, ciertamente, su primera obra, El alma de Galicia, que incorporó súbitamente a su autor a las primera filas de los jóvenes escritores futuros maestros de mañana). Su galleguismo añade razón y competencia temperamentales a las de la sensibilidad y cultura que le autorizaban al cometido. Así, pues, Arte gallego, libro de un escritor gallego en su plenitud juvenil, con una autoridad bien ganada, es, hasta ahora, la obra más fundamental que se ha escrito sobre los artistas galaicos contemporáneos, y desde luego, será siempre la indispensable para toda clase de consultas atañaderas al tema”…

El autor ofreció diversas charlas radiadas por Unión Radio, sobre el Arte gallego.

Para festejar el éxito del libro, se celebró un almuerzo en su honor, que tuvo lugar en el Hotel Nacional el día 12 de marzo de 1931. La comisión organizadora del banquete estaba formada por Álvarez de Sotomayor, Benlliure, Pinazo, Xaudaró, Pulido, Maseda, Llorens, Méndez Casal, Calonge, Busto y Romero Barrero.

A más de 150 comensales reunió el homenaje, entre artistas, periodistas, escritores… habiendo tenido que cerrar la venta de cubiertos, por sobrepasar las expectativas iniciales. En el transcurso del acto, se leyeron las numerosas adhesiones recibidas y pronunciaron discursos Basilio Álvarez, José Francés, Martínez de la Riva, Doval, Victoriano García Martí, Ángel Vegué…

Del homenaje, nos queda una fotografía publicada en Mundo gráfico, en la que aparecen sólo algunos de los 150 asistentes.

En 1931 publica El Teatro, enciclopedia gráfica, “un resumen del arte escénico en todas las edades y todos los países, con numerosos y selectos huecograbados y un texto ameno y erudito”…

En 1934 fue designado como miembro del jurado en la Exposición Nacional de Bellas Artes por la Asociación de la Prensa, igual que en la de 1935.

En 1936 el diario ABC publica el nombramiento que hace el ministerio, de la composición del Jurado para la Exposición Nacional de Bellas Artes, votado por los propios expositores y que en la sección de pintura estará formado por Enrique Estévez Ortega, Tomás Muñoz Lucena y Joaquín Valverde, en representación de la Asociación de Pintores y Escultores.

El día 29 de agosto de 1936, los republicanos lo sacan a la fuerza de su domicilio y es asesinado, no siendo encontrado su cuerpo hasta el 5 de septiembre en la Ciudad Universitaria, horriblemente mutilado. Sus restos descansan en el Cementerio de La Almudena.

Su esposa Constanza, viuda y sin hijos, vivió ya a partir de entonces con su tío José Francés, quien fuera Presidente de la AEPE, que la quería como a una hija.

Entre sus obras figuran:

El alma de Galicia, Editorial Mundo Latino, 1922

Nuevo escenario, editorial Lux, Barcelona, 1928

Enciclopedia gráfica. El Teatro (síntesis histórica), Editorial Cervantes, Madrid, 1930

Historia del traje, Editorial Cervantes, Madrid, 1929

Arte gallego. Editorial Lux, Barcelona, 1930

El Señor del treinta 1924, novela corta premiada por El Imparcial

Luz en los ojos

Interno de la sala 10

 

Enrique Estévez Ortega y la AEPE

Ingresó en la Asociación de Pintores y Escultores como pintor, pese a ejercer de crítico, en 1928.

Bibliotecario de la Junta Directiva entre los años 1931 y 1935.

En 1932 formó parte del comité para el estudio de un Federación de artistas que preparaba la AEPE.

Participó en la organización de la Exposición que la AEPE llevó a cabo en Oslo, en 1932.

Fue miembro del Jurado del Salón de Otoño de las ediciones de 1932, 1933, 1934 y 1935.

Ejerció también como Abogado de la AEPE.

Comenzó su colaboración con la Gaceta de Bellas Artes haciéndose cargo de la sección de teatro, para tratar después el arte plástico.

Redactor Jefe de la Gaceta de Bellas Artes en 1933, fue su director en 1934.

Entre 1933 y 1934 pronunció distintas conferencias en la sede social y en otros actos organizados por la AEPE.

En 1934 y representando a la AEPE, formó parte del Comité de Expertos para el estudio de los Reglamentos de las Exposiciones Nacionales, a propuesta del Ministerio de Instrucción Pública.

En 1935 y a iniciativa suya, se rindió un homenaje a Mateo Inurria en el XV Salón de Otoño.

 

 

Recordando… Francisco y Jacinto Alcántara

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Francisco Alcántara Jurado

ALCANTARA JURADO, Francisco   P       1910(F100)    1858          PEDRO ABAD (Co)     MADRID                  8.may.1930

Socio Fundador

Fotografía de Francisco Alcántara de 1911

 

Francisco Alcántara Jurado nació en el municipio cordobés de Pedro Abad, el 27 de marzo de 1854, en el seno de una familia acomodada que posibilita recibir una educación y formación cultural superior a la de su entorno.

Su padre, Francisco Alcántara Muñoz, era un agricultor medio, además de un gran artista de la ebanistería. Su madre, María Josefa Jurado Alexandre, natural de La Granjuela, Córdoba, llegaría a Pedro Abad acompañando a su hermano Manuel, sacerdote y maestro.

El matrimonio Alcántara Jurado tuvo doce hijos, aunque algunos de ellos fallecerían siendo niños, destacando pronto Francisco por su gran inteligencia y una singular pasión artística, heredada sin duda de su padre.

A los doce años, pasó a realizar los estudios de bachillerato en Córdoba, entablando amistad con futuras personalidades de la política y la cultura españolas como Julio Burell, José Sánchez Guerra o Luis de Valenzuela, pero también se matricularía en las clases de dibujo y pintura de Rafael Romero Barros, director de la Escuela Provincial de Bellas Artes de Córdoba, donde coincidiría con otros artistas y también socios de la AEPE como Tomás Muñoz Lucena o los hermanos Rafael y Julio Romero de Torres, cuyo padre era el director de la misma.

 

Trasladado a Madrid, completaría los estudios de Derecho y Filosofía y Letras, si bien fue entonces cuando se dedicó a su mayor pasión: la pintura y el dibujo, ligándose estéticamente a la Escuela Francesa de Barvizon.

El arte, era su verdadera pasión, pero obligado por su familia, estudiaría la carrera de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. A mitad de la carrera, logró el ingreso en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.

Una vez licenciado en Derecho, sin gustarle la profesión, la familia, le obliga a estudiar Ingeniería Agrónoma, también en Madrid.

Francisco Alcántara por Daniel Vázquez Díaz

 

Durante estos años de juventud, establece una gran amistad con Benito Pérez Galdós y José Ortega y Munilla. Ellos le abren las puertas al periodismo. Con los años, se ganará un gran prestigio como el mejor crítico de Arte del país.

Parte de su obra pictórica, se encuentra en la Escuela de Cerámica de la Moncloa. Por esta vocación, acabó siendo catedrático de Historia del Arte, siendo pionero en España en la enseñanza de esta materia en Secundaria.

Integrado en el círculo de seguidores de Francisco Giner de los Ríos, y las actividades de la Institución Libre de Enseñanza, su vocación como pedagogo y su preocupación por la educación le llevaron a fundar en Madrid los colegios Hispano-Americanos de Enseñanza Secundaria.

Vista de la Sierra de Madrid

 

Estuvo muy relacionado con personajes de la Generación del 98 y del mundo intelectual de su época como Manuel Bartolomé Cossío o el también socio de la AEPE, Aureliano de Beruete.

Estuvo muy vinculado a la Residencia de Estudiantes, donde era muy bien considerado, por su sabiduría. García Lorca, entre otros le tenían como ejemplo. Ortega y Gasset, le tenía como maestro de pensamiento y consejero. En este periodo alentó y fraguó grandes actos en la Residencia, como por ejemplo, la conferencia ofrecida por Marie Curie, que supuso un gran éxito en Madrid.

Amigo de José Ortega Munilla, daría clases a su hijo, José Ortega y Gasset, quien se referiría a él como “mi maestro”.

 

Plenamente convencido de su filosofía regeneracionista, en 1882 participaría en el Primer Congreso Nacional de Pedagogía.

Fue profesor de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Madrid, participando también como Jurado de las Exposiciones Nacionales de 1892, 1897 y 1899 y como secretario en la de 1895.

Empeñado en el continuo aprendizaje, viajará a Italia a ampliar sus conocimientos artísticos. Y se hará un gran experto en las artes industriales, sobre todo la Cerámica. Ello le convertirá en el adalid de este oficio.

Paisaje con aldeana

 

En 1911 fundó la que fue su gran obra, la Escuela de Cerámica de Madrid, y en 1922 la Escuela de Artes Industriales, donde estuvo instalada la antigua Fábrica de Porcelana de la Moncloa y de la China. Tuvo siempre un claustro importante de profesores y colaboradores, como fueron los Zuloaga, Vázquez Díaz, Benlliure, Maruja Mallo, Brihuega, Eguía, Guijo, A. García Villar, Carlos Moreno, etc., creando así un centro de vanguardia y calidad en la enseñanza artística que permanece activo actualmente.

La Escuela alcanzó de inmediato un gran prestigio y despertó un gran interés a nivel internacional.

Apunte

 

Concurrió por primera vez a la Exposición Internacional de Filadelfia, alcanzando los dos grandes premios que se repartían entre las naciones: uno para el pintor Anglada y el otro para la Escuela de Cerámica de Madrid.

También se presentaron a la Exposición de Monza, Italia, obteniendo otra recompensa y a la Exposición Internacional de Sevilla de 1929, logrando otro gran premio.

Los encargos y las ventas fueron muy numerosos, propiciando que se celebraran exposiciones en Argentina, recibiendo importantes encargos.

La Escuela mantenía técnicas como el esmalte, el bajo-baño, el gres, la porcelana y el esmalte sobre ladrillo y pizarra, aplicadas a la construcción.

Dibujo

 

Entre las aportaciones que hizo a las enseñanzas artísticas destaca el trabajar pintura de gran formato (algunas hasta de siete y ocho metros), incorporación de la materia de Historia de Arte en el currículo, incorporación de la fotografía como recurso de enseñanza.

La organización de los cursos de verano, como fuente de vivencias humanas especiales, para observar la naturaleza y para el conocimiento de la cultura española, siguiendo el espíritu noventayochista, así como la promoción de exposiciones de sus alumnos en España y en el extranjero, con la idea de mostrar las artes y la cultura españolas y el estímulo creativo para sus alumnos y profesores en un credo integrador de las artes.

Francisco Álcantara (2) en la inauguración de la exposición de los alumnos de la Escuela de Cerámica de 1922

 

En reconocimiento a esta aportación, la Escuela de Cerámica tomó su nombre, que hoy día se mantiene.

Junto a otros intelectuales de la capital, entre ellos el duque de Alba, bajo la Sociedad Española de Amigos del Arte, puso en marcha el Museo Municipal de Madrid.

Colaboró como crítico de arte en diarios y revistas como La Correspondencia de España, El Liberal, El Globo, Nuevo Mundo, Blanco y Negro, El Imparcial, El Sol, La Esfera, La Justicia, la Revista de España o la Nación de Buenos Aires, a menudo con seudónimos como Expladián y el Estudiante Españoleto, escribiendo más de 2.780 artículos de crítica de Arte.

Acto inaugural de la exposición anual de la Escuela. Junio de 1926

 

Escribió sus críticas y reseñas en los más importantes diarios y periódicos de la época. Con su pluma, hizo famosa, la obra de Sorolla, Romero de Torres, Zuloaga y muchos más. Fue descubridor de otros también, muy buenos como Rafael Botí o Daniel Vázquez Díaz. Con este último, entabló una fuerte amistad y fue éste, el único que logró realizarle un retrato.

Francisco Alcántara Jurado, fue considerado en su época, como el mejor crítico de arte, con una mente abierta a los estilos cambiantes y modernos que llegaban. También era tenido por el hombre más sensato y mente preclara y juiciosa de la capital. Y por caballero que llamaba la atención, por su actitud, porte y elegancia.

En 1927 el Ayuntamiento de Pedro Abad lo nombró Hijo Predilecto de la Villa, dedicándole una calle y una lápida en su casa natal. Pedro Abad, le ofreció un gran homenaje. Se le rotuló una calle y colocó un busto. Al acto asistieron importantes personajes de la época, como los hermanos Romero de Torres. El pueblo entero se volcó con su Hijo más preclaro.

Francisco Alcántara homenajeado en su localidad natal Pedro Abad en 1927

Bajorrelieve placa que el Ayuntamiento de Pedro Abad dedicó a Francisco Alcántara

 

Fue un hombre sencillo, justo y bueno, que nunca quiso reconocimientos.

En Madrid se rotuló una calle con su nombre y otra en la localidad salmantina de La Alberca.

El humanista, pedagogo, crítico de arte y ceramista falleció a los setenta y cinco años de edad, en Madrid, el 9 de marzo de 1930.

Cuando en 1948 se remodeló la Escuela de Cerámica, el Ayuntamiento de Madrid instaló un monumento dedicado a su fundador, Francisco Alcántara, que realizó el escultor Antonio Cruz Collado.

Monumento a Francisco Alcántara que preside los jardines de la Escuela de Arte del mismo nombre

 

La Escuela de Cerámica

La persistencia y férrea voluntad que mostró Francisco Alcántara para lograr la fundación de lo que en un principio se denominó Escuela Nacional de Cerámica, sobresaliente y magnífico logro que además se hizo en unos tiempos muy difíciles.

La primitiva escuela fue instalada inicialmente en el n.º 12 de la calle de Fernando el Católico, de Madrid, en unos locales pertenecientes al antiguo Asilo de San Bernardino.

En 1920, Alcántara conseguía superar los laberintos administrativos al lograr un acuerdo entre el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, de una parte, y el Ayuntamiento de Madrid de la otra. Ambas instituciones compartirían a partir de ese momento la responsabilidad y el mecenazgo de la nueva Institución, quedando a cargo de la Escuela Municipal las enseñanzas básicas, de grado elemental y medio, y dependientes del Ministerio las especialidades superiores en sus ramas técnica y artística. La construcción de un edificio de nueva planta, se encarga al arquitecto Luis Bellido González, y la dotación en las instalaciones de molinos, prensas, tornos y hornos, completarían la realización del proyecto.

Curiosamente, el socio de la AEPE​ Pedro Quesada, inauguraba el pasado mes de abril una escultura de su autoría dedicada al arquitecto municipal Luis Bellido, en homenaje a su gran trabajo en la ciudad de Madrid.

Francisco Alcántara, enciclopédico por formación y herencia, era plenamente consciente de que la escuela aunaba no sólo el arte, sino también los oficios tradicionales y procesos fabriles que se estaban perdiendo. Pero se hace necesario conocer sus directos antecedentes.

Escuela de Cerámica

 

Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro

En 1760 se funda la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro, que aúna los saberes de expertos italianos y del oficio tradicional español y que logra en apenas medio siglo constituirse como la más importante de su género en Europa, siendo algunos de sus procesos tan avanzados que eran considerados secretos de Estado.

Sin embargo, durante la Guerra de la Independencia queda completamente aniquilada, primero por las tropas francesas que la expolian y transforman en un recinto militar y después por las británicas, que la destruyen completamente.

Real Fábrica de Loza y Porcelana de la Moncloa

Para tratar de recuperar lo perdido, en 1817 se funda su directa heredera, la Real Fábrica de Loza y Porcelana de la Moncloa, cuya convulsa historia es fiel reflejo de la española de su tiempo. Pese a los diferentes esfuerzos para que enraizara, sin artesanos ni docentes propios así como sin trasmisión de conocimientos ni patentes y en un mercado dominado por empresas francesas, cierra en 1850. El Museo del Prado apenas custodia dos piezas de esta época y la posterior.

De vital importancia es la siguiente etapa, cuando los hermanos Zuloaga logran reabrirla en 1874, bajo el nombre de Fábrica y Escuela de Artes Cerámicas de La Moncloa. Y es que unos años antes, en 1871, se había instituido la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, y se cuenta otra vez con un clima favorable para otro intento.

Figuras clave en este emprendimiento son los mentados hermanos, Daniel y Guillermo, que asumirán la dirección, y Germán, que ayudará con su propio patrimonio, pero que de inmediato encontrarán las mismas dificultades que en la anterior etapa. Asumirán tal compromiso con la fábrica que Guillermo se arruinará y cerrarán, a la muerte de Germán, en 1886.

Los hermanos Zuloaga con los trabajadores de la Real Fábrica de la Moncloa. Hacia 1883

 

Escuela Nacional de Cerámica

Este sacrificio no pasará inadvertido a Francisco Alcántara y con su amistad con los Zuloaga operará en él la comprensión de todo lo perdido y germinará su inapelable voluntad para recuperarlo. Más de dos décadas tardará en lograrlo, ya que como se ha señalado la Escuela Nacional de Cerámica abrirá en 1911.

En 1934 logró el traslado a los terrenos llamados de “La Tinaja”, junto a la ermita de San Antonio de la Florida, donde estuvo la Escuela-Fábrica de los Zuloaga.

Francisco no llegará a ver su escuela terminada en la misma ubicación que la Real Fábrica de La Moncloa, pues como estaba en estado de ruina las nuevas instalaciones no se finalizarán hasta 1934, con unas excelentes instalaciones obra del arquitecto Luis Bellido González, como ya hemos mencionado, y un ajardinamiento obra de Javier de Winthuysen.

Desgraciadamente, la nueva escuela – fábrica volverá perderse por cuarta vez, en esta ocasión en parte destruida en la Guerra Civil de 1936 a 1939, ya que la situación de la misma los hacía estar en plena línea de fuego.

Con muchos esfuerzos e ilusión, concluida la contienda, en el curso 1939-40 se reanudaron las actividades docentes.

Y otra vez volverá a surgir otra figura que contra todo pronóstico proteja su patrimonio y sea clave para ponerla en marcha en 1940, Jacinto, el hijo de Francisco.

Los edificios de la Escuela han mantenido su uso hasta nuestros días, con las correspondientes ampliaciones y adaptaciones durante la posguerra, como la construcción de un pabellón para la casa de guarda proyectado por el arquitecto municipal Lucio Oñoro Domínguez en 1948, que no se terminó hasta el año posterior; debiendo citarse además la instalación del monumento dedicado al fundador Francisco Alcántara, que por esas fechas debió realizar el escultor Antonio Cruz Collado.

Escuela de Cerámica en construcción. 1932

La chimenea del horno y la Tinaja del Pabellón Florida

 

Escuela de Arte Francisco Alcántara

En 1984, con la separación de los organismos de gestión municipales y estatales, se crearon dos centros oficiales: la Escuela de Arte Francisco Alcántara, dependiente de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, y la Escuela Municipal de Cerámica, dependiente del Ayuntamiento de la capital.

Separados por el jardín, ambos organismos docentes funcionan independientes desde entonces, si bien la Comunidad de Madrid implantó los estudios superiores de la especialidad con la finalidad de adaptarse al sistema educativo y a las nuevas tecnologías aplicables a la enseñanza del oficio alfarero.

La Escuela de Cerámica Francisco Alcántara, dentro del marco de la homónima Escuela de Arte, continúa emplazada en el Parque del Oeste, próxima al edificio y horno de la antigua Real Fábrica de La Moncloa, cuya chimenea llamada “La Tinaja” y los hornos se rehabilitaron en 1992, inaugurándose como “Centro de Jóvenes Creadores Pabellón Florida”, una magnífica sala de exposiciones luminosa y bien dotada, bajo el impulso y empeño de un José Gabriel Astudillo López preocupado siempre por el arte y los  artistas.

Poco duró el sueño artístico de nuestro Presidente, siendo reconvertido el Pabellón Florida en sede de la Policía Municipal.

En la actualidad sigue funcionando la Escuela que suma un inmenso legado, no sólo por las obras acumuladas, que a comienzos del siglo XXI sumaban más de 17.000 acuarelas y más de 5.000 fotografías, sino también por los métodos pedagógicos, su papel en la conservación del conocimiento ancestral de muchos oficios tradicionales y su influencia cultural en las sucesivas generaciones.

Uno de los métodos educativos usados por Francisco Alcántara fue el de los cursos de verano. Al poco de la fundación de la Escuela comienzan los mismos, siempre con un viaje desde Madrid a diferentes regiones y comarcas españolas, para que los alumnos pintaran y modelaran del natural y en el propio ambiente, discutiendo posteriormente en reuniones abiertas.

Para ello se elegían aquellos pueblos que mejor habían conservado sus costumbres tradicionales, pretendiendo que los alumnos tuvieran contacto directo con ellas.

Fachada de la actual Escuela Municipal de Cerámica

 

El cercano y desconocido Cementerio de La Florida

Junto a la Escuela de Cerámica se encuentra el Cementerio de La Florida.

En su modesta entrada, una placa señala que este camposanto alberga los cuerpos de los 43 patriotas fusilados por los franceses en la Montaña de Príncipe Pío.

La placa es de 1981, año en que se reabrió el cementerio una vez rehabilitado tras décadas de cierre y deterioro.

Al entrar, lo primero que vemos es un mural de azulejos que reproduce el cuadro El tres de Mayo, de Goya, y debajo una placa dedicada “Al valor y heroísmo de un pueblo” el madrileño.

Un camino central adosado a la Escuela de Cerámica, mantiene una placa dedicada a Sor Marta, que auxilió a seiscientos prisioneros españoles de Bensaçon, salvando la vida de muchos de ellos.

Al final del camino, una pequeña ermita, consistente en un recinto de ladrillo con una capilla al fondo y al lado una lápida dedicada al General Espartero, que fue uno de los presidentes de la Sociedad de Milicianos.

El Cementerio de La Florida fue construido en 1796 para los empleados del Palacio Real. Tras los sucesos del “Dos de Mayo” su propósito cambió, adquiriendo un significado especial.

Dentro de la ermita hay que bajar a la pequeña cripta donde están enterrados 43 hombres en una fosa común, dentro de dos cofres, tras una lápida con 29 nombres de los arcabuceados en la madrugada del tres de mayo, que se pudieron identificar en los primeros años tras la Guerra de Independencia, siendo los catorce restantes muertos anónimos que no fue posible identificar.

Los fusilados de Príncipe Pío no fueron los únicos en morir en aquellas jornadas. El mismo día 2 algunos madrileños fueron arcabuceados en otros puntos de la ciudad. Otros cayeron en las luchas callejeras contra los soldados napoleónicos. Una vez pacificada la revuelta antifrancesa, el general Murat decidió dar un castigo ejemplar.

Para ello, ordenó seleccionar 42 prisioneros al azar y el general se reservó la elección de uno más. Los 43 mártires fueron torturados y conducidos a la ladera de la Montaña de Príncipe Pío. Allí fueron fusilados y sus cuerpos abandonados. Hasta que unos días más tarde los hermanos de la Buena Dicha los enterraron en el Cementerio.

 La Cofradía de la Buena Dicha se ocupó de su mantenimiento, hasta que en 1917 pasó al cuidado de la Sociedad Filantrópica de Milicianos Nacionales Veteranos, que  sufragaba los gastos de mantenimiento con pequeñas aportaciones voluntarias.

Todos los dos de mayo, fecha en la que se celebra el día de la Comunidad de Madrid, el Presidente de la misma lleva a cabo una ofrenda floral a los Héroes del 2 de mayo en el Cementerio de La Florida, manteniéndose el resto del año cerrado.

Cementerio de La Moncloa

 

Francisco Alcántara en Hoyo de Manzanares

Hoyo de Manzanares fue uno de los pueblos elegidos para los cursos de verano descritos, influyendo también en la decisión sin duda la amistad y ascendiente que tuvo Francisco Alcántara con Aureliano de Beruete, que ya en el siglo XIX había pintado la sierra hoyense.

La misma influencia, en la que ya participaría activamente Francisco, haría que otros artistas eligieran la Sierra de Hoyo como el lugar donde vivir y trabajar, como Rafael Botí, que residió en Torrelodones.

En junio de 1923, en la Exposición que celebró la Escuela de Cerámica en el Salón del Círculo de Bellas Artes de Madrid declaraba Francisco Alcántara en una entrevista que le hizo el escritor y periodista Ramón Gómez de la Serna, sobre las escenas hoyenses que allí se veían, entre otras cosas, que: …”ésa es la cocina de la tía Baltasara, encantador reposorio en las estadas en Hoyo de Manzanares”…

La familia Alcántara construyó una casa en el centro del pueblo en la que veraneaba y pasaba temporadas de descanso hasta el inopinado asesinato de Jacinto Alcántara en 1966. Los herederos donaron dicha finca y sus jardines a Hoyo de Manzanares en 1969, albergando en el presente la planta baja el Centro de Mayores y en la segunda dependencias municipales.

Homenajean el legado de los Alcántara en Hoyo de Manzanares una excelente placa cerámica, fechada en 1929, en su entrada sur y un Monolito que recuerda la inauguración de los jardines como parque público en 1981.

Francisco Alcántara Jurado Socio Fundador de la Asociación Española de Pintores y Escultores, con el número 100.

En la Gaceta de Bellas Artes de enero de 1911, firmaba un artículo en el que reivindicaba la cerámica española que tanto auge estaba teniendo en el arte español de principios de siglo.

Decía que el primer empeño de la nueva Escuela de Cerámica era “restaurar todos los procedimientos decorativos cerámicos de la arquitectura mudéjar y posteriores, como la pintura de retablos sobre azulejos de Talavera, y la vajilla y cacharrería no solo útil, sino la que comprende la ostentosa riquísima en formas y colores desde la tinaja, orza, hasta la pieza más mínima y en clasificar y catalogar de loza española antigua la moderna que se produce en todo el país”.

 

Jacinto Alcántara Gómez

ALCANTARA GOMEZ, Jacinto          P.C   <1954             15.set.1901            MADRID            MADRID    6. jun.1966

Socio Fundador

Jacinto Alcántara en una fotografía de 1928

 

Jacinto Alcántara Gómez. Nacido en Madrid, el 15 de septiembre de 1901, su formación intelectual y artística estuvo asegurada con la educación que le brindó su progenitor, viviendo en un ambiente de primer orden gracias a las amistades de su padre, que incluían a personalidades de la talla de Pérez Galdós, Unamuno, Azorín, Valle Inclán, Ortega y Gasset y otros miembros de la generación del 98 con quienes compartía el pensamiento regeneracionista.

Amigo desde la niñez de José Antonio Primo de Rivera, con quien compartió estudios.

Su formación como ceramista, siendo alumno de la escuela creada por su padre, estuvo a cargo de los socios de la AEPE Daniel Zuloaga y Enrique Guijo, completando  después sus estudios artísticos con algunos viajes por distintos países europeos.

Jacinto Alcántara en una fotografía de 1931

 

Durante la Guerra Civil, gracias a su cultura y formación artísticas, se ocupó de las tareas de recuperación y salvación de obras de arte, teniendo sus iniciativas parte en la creación de la Obra Nacional de Artesanía, de la que fue director y a la que estuvo vinculado hasta su muerte.

Organizó así exposiciones de artesanía española y arte decorativo en Múnich, Florencia, Nueva York, Roma, Casablanca, París, Bruselas, Tokio, Manila, Bangkok y Berna, además de numerosas exposiciones de Artes Populares por toda España y con más asiduidad en Madrid.

Organizó una grandiosa Exposición de más de 1.200 piezas de cerámica que abarcaban desde la Prehistoria hasta la obra de Picasso, que no pudo ver concluida por su trágica muerte.

Profesor de la Escuela de Cerámica fundada por su progenitor, su aportación fue decisiva para poner en marcha nuevamente la escuela, destruida por la guerra civil, sin medios de ningún tipo, en una labor meritoria por cuanto de titánica tuvo.

El resurgir de las cenizas, propiamente dicho, de la Escuela, se vio recompensado con el espíritu intelectual liberal con que la dotó, continuador del implantado por su padre tan vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, basado en el fomento de la creatividad de los alumnos y su crecimiento como artistas de una forma culta y disciplinada.

El artista en una fotografía de 1932

 

De esta forma, fue alumno, profesor y director de la Escuela Nacional de Cerámica.

En 1966 fue nombrado Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, no llegando a leer su discurso debido a su asesinato.

Su obra cerámica y su obra pictórica, constituida por decenas de pinturas en óleos y acuarelas de gran formato, se encuentran depositadas en la Escuela de Cerámica de la Moncloa del Ayuntamiento de Madrid.

Jarrón de Jacinto Alcántara de 1927

 

Como curiosidad puedo mencionar también que nuestro Presidente, José Gabriel Astudillo López, en su etapa política, fue patrono de la Escuela de Cerámica durante cuatro años.

Jacinto Alcántara estaba casado con Rosario Muñoz-Cobos, con la que tenía una única hija llamada Amalia, que contrajo matrimonio con José Arrobas de Vacas.

Fue designado como Director de la Escuela de Cerámica de Madrid, simultaneando este cargo con el de Jefe de Protocolo del Ayuntamiento de Madrid, que desarrolló con extrema brillantez.

 

Jacinto Alcántara impartiendo un curso en 1939

 

Pronunció conferencias, publicó artículos sobre temas de cerámica y en 1941 publicó el libro “La cerámica en España”.

 

Jacinto Alcántara en los años sesenta

 

En 1928 el joven alumno Jacinto Alcántara, realizó una excursión artística por tierras de Zamora en compañía de otros artistas.

Jacinto regaló uno de los apuntes, un dibujo que retrataba a una aldeana de aquella región, realizados en el transcurso de aquel viaje, a su amigo el médico Serapio Blanco Turino.

El hijo de Serapio Blanco, Juan Francisco Blanco Villoria (1921), de carácter perturbado desde su niñez, se obsesionó con aquel dibujo de tal manera, que interpretaba que la retratada era su madre, tomando la dádiva como una gran ofensa, ya que era “un gran insulto para ella”.

Casualidades de la vida quisieron que el tal Juan Francisco asistiera como alumno a la Escuela de Cerámica que por aquel entonces ya dirigía Jacinto Alcántara, lo que motivó que la situación en lugar de mejorar, se agravara, llegando el alumno a afirmar que algún día “mataría a Jacinto Alcántara”.

Juan Francisco asistía a las clases de dibujo que impartía el catedrático de Bellas Artes Miguel Kreisler Padín en el Liceo Francés, que ante la baja calidad de los ejercicios presentados por su alumno, suspendía reiteradamente los exámenes de Blanco Villoria, jurando también con este motivo, vengarse y proferir amenazas de muerte a su profesor.

Se da también la circunstancia de que tanto Miguel Kreisler como Jacinto Alcántara formaron parte del Tribunal que examinó de francés a Juan Francisco, al que suspendieron, aumentando así aún más la inquina del perturbado.

Veinte años más tarde, en 1959, Juan Francisco Blanco Villoria ejerce de maestro nacional en el pueblo turolense de Sarrión, sufriendo por aquel entonces, fuertes episodios de manía persecutoria.

El 28 de diciembre de 1959 Juan Francisco se encuentra en Madrid para celebrar las Navidades con sus padres y va a cumplir una de estas promesas aventuradas hace ya tantos años… Caminando tranquilo, se dirige a la calle Alcalá, número 100, donde reside su antiguo profesor Miguel Kreisler, a quien asesta dos puñaladas mortales, una en el pecho y otra en la espalda, con un cuchillo cuya hoja medía unos 30 centímetros. Kreisler ingresará ya cadáver en el hospital.

Apresado, Juan Francisco Blanco es internado en el manicomio de Cienpozuelos, pero siete años más tarde, en la madrugada del 5 de junio de 1966, se fuga del frenopático y comienza a planificar su venganza.

Dos días después, acude al domicilio de Jacinto Alcántara, en el número 50 del madrileño Paseo del Pintor Rosales y, tras llamar a la puerta y asegurarle a la doncella que era el conserje de la Escuela de Cerámica, esperó hasta que Jacinto acudió a la entrada, asestándole dos puñaladas en el pecho, una de ellas le atravesaría el corazón, a su antiguo profesor, que cayendo de bruces en el pasillo y tras esbozar unos pasos, murió al instante.

Tras la consumación del homicidio, Juan Francisco se mostró tranquilo y no ofreció resistencia en el momento de la detención. En la chaqueta guardaba aún el arma empleada, que había adquirido por 100 pesetas.

El Ayuntamiento de Madrid editó un libro titulado Jacinto Alcántara Gómez: Homenaje del primer Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid en el primer aniversario de su muerte, otorgándole la Medalla de Oro del Ayuntamiento de Madrid.

También como homenaje póstumo, en los jardines de la Escuela de Cerámica se instaló en 1971 un busto de Jacinto Alcántara, muy próximo al de su padre colocado allí en 1949, obra del socio de la AEPE Enrique Pérez Comendador.

Jacinto Alcántara y la AEPE

Anterior al año 1954, fue nombrado Socio de Honor de la AEPE.

Elegido Vicepresidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores en 1955, ocupó el cargo hasta el momento de su fallecimiento.

Busto en bronce de Jacinto Alcántara, obra del también socio de la AEPE Enrique Pérez Comendador

 

 

Concepción Mármol Trigo

Por Mª Dolores Barreda Pérez

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

 

Concepción Mármol Trigo

MARMOL, Concepción          P            1920             ANDUJAR (J)                   ANDUJAR

 

 

Concepción Mármol Trigo nació en 1874 en Andújar, Jaén, en el seno de una familia humilde. Tenía una hermana, Carmen, a la que estuvo muy ligada durante toda su vida.

Como costurera, Concha, como era conocida en Andújar, entró muy joven al servicio de la casa de la Marquesa de Santa Rita y Condesa de la Gracia Real, María Agustina Pérez de Vargas y Pérez de Vargas.

Por su carácter y bondad, se ganó la confianza de la Marquesa, que la convirtió en su ama de llaves y amiga.

 

 

En su casa palacio, adquirió junto a ella una vasta cultura que le permitió dirigir la revista “Mirando al Santuario”, desde 1922 hasta 1935.

Contrajo matrimonio con Antonio Vallejo Garrote, que murió asesinado junto a la iglesia de San Miguel al comienzo de la guerra civil, no teniendo el matrimonio descendencia.

Como parte de la casa de la Marquesa, fue testigo de las aportaciones que ésta hizo para la construcción de la capilla de la Virgen de la Cabeza, patrona de la ciudad y venerada en la Basílica del mismo nombre, que se halla enclavada en pleno parque natural de la Sierra de Andújar, en el paraje conocido coloquialmente como Cerro del Cabezo, a 32 kilómetros de la ciudad de Andújar, en Jaén.

Colaboró después en la preparación de los fastos del VII Centenario de la aparición de la Virgen de la Cabeza, en 1927.

Blanco y Negro, 1928

 

Las dos hermanas sufragaron uno de los misterios del Rosario monumental del templo, situado en el camino de subida al Cerro del Cabezo.

Las crónicas de aquellas jornadas fueron después recopiladas en álbumes que costeó la propia Marquesa, que fallecería sin dejar descendencia.

A su muerte en 1933, legó su inmenso patrimonio a sus damas de compañía y a otras instituciones de carácter benéfico-social.

Y por supuesto, a Concha y a Carmen, muy preocupadas siempre por el bienestar y la enseñanza de los niños pobres de la ciudad.

Tras la guerra civil, colaboró activamente en la reconstrucción del santuario de la Virgen de la Cabeza que el bando republicano había dejado reducido a escombros, con la pérdida total de su riqueza artística y de la imagen primitiva de la Virgen de la Cabeza.

Curiosamente, Mariano Benlliure sería el autor de la nueva imagen del Sagrado Corazón de Jesús que se colocó en 1943, así como de una imagen de Cristo agonizante que allí se venera.

Las hermanas Mármol  donaron parte de los retablos que en la actualidad se pueden admirar: el Sagrado Corazón, San Antonio de Padua y el de la Santísima Trinidad.

Pero su contribución más destacada fue la del templete para la procesión de la Virgen, de 1957, y la restauración de la jaula procesional del siglo XVI que se llevó a cabo en 1960.

La Cofradía Matriz nombró Camarera Perpetua a Concha por su entrega y devoción mariana.

Sus aportaciones económicas llegaron también a la Iglesia parroquial de San Bartolomé Apóstol de Andújar, a la que donó el retablo de la Capilla mayor de San Miguel y el Cristo de la Columna de San Bartolomé, de la Santa Vera-Cruz de la ciudad.

Desde joven, se interesó por el mundo del arte, pintando obras religiosas y copiando obras de los principales maestros, en especial de Murillo.

Así, pintó y donó algunos lienzos al santuario, que fueron colocados en los arcos laterales de la iglesia.

En el campo artístico, recibía el sabio consejo del maestro Herrera.

Portada de uno de sus libros

 

Dedicatoria que Concha Mármol dedicó a su mentora y amiga Agustina Pérez de Vargas y Pérez de Vargas

 

En la revista Don Lope de Sosa se destaca que un cuadro suyo, representado a la Divina Pastora, se expuso en el pabellón de Jaén de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929.

Más conocida es su faceta como escritora, tanto en prensa, con artículos como “La mujer social”, “Páginas escogidas” o “La bella Iliturgi, cuna de santos”, como en la publicación de relatos y cuentos tales como La huerfanita Norberta (1924), La cabaña y el zagal (1927), La imagen soñada (1929), El hogar clásico, El niño perdido, Por esos mundos, Mujeres de antaño, etc.

Interior del Palacio de Gracia Real

 

A su muerte el 27 de diciembre de 1962, toda su herencia pasó a integrar el capital fundacional del futuro patronato “Inmaculada Concepción”, germen del actual Colegio La Salle de Andújar, que fue regido desde el principio por los Hermanos de la Doctrina Cristiana de San Juan Bautista de La Salle, en donde la enseñanza es gratuita, debiendo los alumnos reunir la condición de “pobres”, estableciéndose un régimen de becas.

Tras su muerte, la revista “Heraldo del Santuario” comentaba: “El sepelio de esta generosa dama constituyó una imponente manifestación de duelo. Asistió el Clero de las cuatro parroquias con cruz alzada, Cofradía de la Virgen de la Cabeza con banderas, cetros e insignias, Hermandades de Pasión; Patronato de la Fundación del Colegio, Provincial y Hermanos de La Salle de Córdoba; Provincial y Comunidades de los Padres Trinitarios de Andújar, Córdoba y Alcázar de San Juan. El duelo iba presidido, con los familiares, por autoridades y arcipreste, que ostentaba la representación del Obispo de Jaén”.

 

Primera promoción de alumnos de La Salle de Andújar de 1963

 

Su entrega a la causa religiosa y también social fue recompensada, de alguna forma, al dedicarle su pueblo una calle en el año 1989 a petición de un profesor del Colegio La Salle.

A ese reconocimiento se sumó no hace mucho la rotulación de otra vía urbana con el nombre de “Hermanos de La Salle”.

 

 

Concha Mármol Trigo y la AEPE

Participó en el V Salón de Otoño de 1924, donde apareció inscrita como Concepción Mármol, natural de Andújar, Jaén, donde reside,  plaza Marcos Criado, 7.

Lo hizo con la obra:

668.- La Pastorcita en Sierra Morena, lápiz, 0,63 x 0,47

Concha Mármol en los últimos años de su vida

 

 

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