Entrevista en exclusiva a Javier Sierra

Por Mª Dolores Barreda Pérez

El pasado mes de marzo la Asociación Española de Pintores y Escultores tuvo el privilegio de acoger en su sede madrileña al escritor y periodista Javier Sierra, quien presentó su último libro “El maestro del Prado” a un público especializado compuesto principalmente por artistas. Con este motivo, tuve la oportunidad de entrevistarle y conocer un poco más acerca de sus inquietudes y su trabajo.

javier sierra y mª dolores barreda pérez bien

Javier Sierra además de su faceta conocida, es un artista de vocación temprana que realizaba bocetos y dibujos en su Teruel natal, inspiración profunda del medioevo que con toda seguridad acrecentó esa imaginación desbordante y esa innata curiosidad que es la principal cualidad que rige toda su vida.

De oficio: curioso. Esa sería una definición perfecta para una persona de gran sensibilidad y tremendo olfato creativo. Un artista más, que escribe con la pluma lo que otros retratan con pinceles; artista de la palabra que conmueve a millones de lectores de todo el mundo, con historias sobre lienzos y cuadros por los que aún se siente sorprendido al descubrir esos pequeños detalles en los que nadie antes había reparado.

Al igual que los artistas, que la imagen tan bohemia que tenemos de muchos artistas, prefiere la noche para escribir y trabajar en la “hora bruja”, donde sin lugar a dudas las musas de todos los cielos y todos los olimpos y religiones, le susurran y aletean y le plantean nuevas preguntas e interrogantes y le llevan a nuevas teorías y viejas tradiciones.

Como buen Leo, con ascendente géminis, defiende sus creencias extremas, heterodoxas, el mundo de lo oculto, lo mágico o lo sobrenatural y sobre todo, su estudio y divulgación con rigor, esfuerzo por el que podría compararse con el León de Nemea, cuya muerte reflejara Francisco de Zurbarán en uno de los cuadros sobre los trabajos de Hércules que podemos observar también en el Museo del Prado.

La paternidad le cambió la vida. Pero es que es eso de lo que habla en cada libro, en cada ensayo, en cada artículo y estudio, de la vida y de su fe en esta y en otras vidas y en que el pasado, tanto como el presente y el futuro, está lleno de misterios aún sin resolver esperando una mirada curiosa y humana que nos de algunas pistas para disfrutar de nuestro particular “encuentro en la tercera fase”.

Esta es una entrevista en exclusiva para los socios y lectores de la Gaceta de las Bellas Artes, así que antes de nada, ¿Cómo conociste a la Asociación Española de Pintores y Escultores?

Javier Sierra: Fue un encuentro providencial, y nunca mejor dicho. Hacía unas semanas que había publicado mi libro “El maestro del Prado” y barruntaba ya explorar vidas y obras de autores más modernos cuando en una cafetería, sin previo aviso, me saludaron tres de los miembros de la Junta directiva y me hablaron de AEPE y de su centenaria historia. Quedé fascinado por la “casualidad”. En ese momento supe que acababa de nacer una amistad.

¿Qué referencias tienes de ella?

J.S.: Todo lo que desde aquel encuentro he sabido de AEPE me ha interesado. La voluntad de sus notables fundadores, su boletín, sus heroicos esfuerzos por defender las bellas artes ante el empuje de disciplinas tan revolucionarias como lo fue la fotografía… Todo, como digo, me ha interesado y me cautiva.

Como estudioso del mundo del arte, ¿qué impresión te causa una entidad centenaria como la nuestra?

J.S.: Que se trata de una institución necesaria. Primero, porque fue fundada por la iniciativa particular de un grupo de artistas que conocían la fragilidad de su profesión y la necesidad de unirse para reivindicar el valor de su obra. Y segundo, para defenderse en un país cuyos sucesivos gobiernos siguen sin apostar por la Cultura. Basta echar un vistazo a cómo Alemania, Francia o Reino Unido tratan a los creadores y al mundo de la cultura en general y compararlo con lo que sucede en España para echarse a llorar. Y contra esa indiferencia de quienes tienen la misión de cuidar de nosotros y de lo que somos, instituciones como la AEPE tienen gran valor.

Esta ha tenido que ser una charla especial para ti, el público estaba compuesto por pintores, copistas del Prado, restauradores, críticos de arte,… ¿Cómo quisiste presentarles tu novela?  

J.S.: En 2013 presenté “El maestro del Prado” en más de sesenta oportunidades y en ninguna me sentí tan inquieto como en la que compartimos en vuestra sede. Iba a hablar del proceso creativo y de las inquietudes profundas del mismo ante personas que juegan con él a diario. Fue una gran responsabilidad pero, a la vez, una oportunidad única de compartir impresiones sobre lo mucho que nos acerca el arte a nuestro lado más divino, trascedente. A fin de cuentas dar a luz mundos nuevos con el pincel, la letra, la materia moldeable o el pentagrama es convertirnos por un momento en pequeños “dioses”.

Ellos pintan una escena y tu narras esa historia, creo que te podemos considerar un artista…

J.S.: Creador, desde luego.

¿Estás seguro de que todos los cuadros tienen detrás alguna historia?

J.S.: Hasta el más abstracto de ellos la tiene. Detrás de una obra de arte se esconde la motivación psicológica profunda que ha llevado a su creador a sacársela de sus entrañas. Lo que sucede es que pocas veces los que la contemplamos nos preguntamos por ella y, en consecuencia, nos perdemos una parte importante de su significado.

¿Qué crees que nos atrae tanto de esas historias, conocer un poco mejor al artista o simplemente la imaginación de su genio creador?

J.S.: Desvelando las historias que se esconden detrás de ciertas obras de arte nos damos cuenta de que la realidad en la que habitamos es infinitamente más rica, compleja y sofisticada de lo que pensábamos. Nuestro intelecto se enriquece pero nuestra alma también. Por eso nos atrae tanto aproximarnos al lado narrativo del arte.

Hoy en día, ¿qué crees que cuentan los pintores y escultores con su obra? ¿Historias muy diferentes de las de los cuadros del Prado?

J.S.: Estudiando algunas obras de El Bosco, de Brueghel el Viejo o de Tiziano descubrí en ellos motivaciones que ya se manejaban hace 40.000 años entre los que inventaron el arte parietal de las cuevas rupestres. En artistas contemporáneos esa traza sigue existiendo. Seguimos alumbrando artistas que desean pintar el alma de las cosas o de las gentes, más allá de su mera apariencia exterior. Y eso me obliga a decir que hay arte moderno que no es muy diferente del de El Prado. Que sigue en lo que yo llamaría la “Gran Tradición”.

Muchos pintores y escultores creen que pintan por impulsos, por inspiración, pero que no quieren en realidad decir más allá de lo que muestran, quizás no sepan que puede que inconscientemente estén contándonos algo….

J.S.: El arte ha sido, a menudo, un “canal” por el que hemos transmitido ideas que vienen de nuestro subconsciente más profundo, o del mundo de los sueños. En la Antigüedad se creía que ese lado onírico conectaba en realidad con mundos superiores y nos traía mensajes clave para nuestra vida. Yo estoy tentado de creer eso y pensar que el arte “a impulsos” al que te refieres a menudo nos trae esa clase de mensaje… aunque nos cueste descifrarlo. También en el mundo antiguo a nuestros antepasados se les hacía difícil “descifrar” los oráculos. El más allá nunca nos habla claro.

¿Alguna manía a la hora de escribir?

J.S.: No tener nada en agenda ese día. ¡Nada! Y disfrutar de silencio en casa. No siempre es fácil lograr esa conjunción de factores.

Para el Museo del Prado has debido ser una ayuda extra en su campaña institucional y promocional, pero ¿sigues acudiendo al Museo? ¿Cualquier visitante puede encontrarse contigo allí?

J.S.: Voy al Prado muy a menudo. Cualquier excusa es buena: una exposición, una conferencia, la visita de unos amigos, llevar a mis hijos… Y sí: cualquier visitante puede un día tropezarse conmigo y preguntarme. De hecho ya ha sucedido varias veces. Una de las grandes virtudes del arte es sugerir conversaciones apasionantes.

¿Habrá una segunda parte de “El Maestro del Prado”?

J.S.: Si el maestro de la novela da señales de vida, sí. Lo espero.

¿Una película quizás…?

J.S.: Eso depende de la industria del cine. Por desgracia, nuestro cine se vuelca más en comedias y dramas sociales que en proyectos más centrados en la visión histórica o cultural del país. A veces me pregunto si tenemos remedio…

¿El arte te ha cambiado la vida de algún modo?

J.S.:¡Lo ha cambiado todo! El arte está detrás de muchos de mis libros y me inspira a imitarlo y a atravesarlo, a indagar en lo que esconde, cada día.

Analizas historias, algunas de esencia sobrenatural, como las de Boticcelli, pero ¿has encontrado algún ejemplo de una obra de escritura automática aplicada al dibujo y a la pintura?

J.S.: Hay varios artistas que aplicaron esas técnicas “automáticas” y otros de los que sospechamos que lo hicieron. Entre los primeros me interesa la trayectoria del argentino Xul Solar, contemporáneo y amigo de Borges. O William Blake. Entre los segundos yo diría que podría estar El Greco. Pero eso tiene mucho que investigar antes de cerrar conclusiones al respecto.

Pintar, escribir… tienen una hora bruja que para ti es….

J.S.:¡Todas! Desde que tengo niños pequeños en casa, la hora bruja es la que ellos y su frenética actividad me permiten. A veces no lo ponen fácil, créeme.

Un consejo a los pintores y escultores actuales de manos de un escritor y estudioso de  los pintores de antes…

J.S.: Les invito a estudiarlos y a comprenderlos, pero una vez conseguido ese punto, les exhorto a buscar su voz propia, a sacar el arte puro que hay en su alma. No hay otro camino al arte “verdadero”.

 

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