La muerte de un gran escultor

Ha fallecido Francisco López Hernández, uno de los “Realistas de Madrid”

La Asociación Española de Pintores y Escultores quiere expresar su más sentido pésame por la triste pérdida de uno de los más grandes artistas de España, a sus familiares y amigos, especialmente a su viuda y a su hermano Julio, con quien nos une un estrecho lazo de amistad y colaboración.

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El escultor Francisco López Hernández, perteneciente al grupo de los «Realistas de Madrid», falleció el pasado día 8 de enero de 2017, en Madrid, a la edad 85 años.

Francisco López formaba parte junto con su mujer, la pintora Isabel Quintanilla, al grupo histórico y generacional de pintores y escultores que vivieron y trabajaron en Madrid desde la década de 1950, unidos tanto por el vínculo de su formación y de su trabajo como por sus relaciones personales y familiares.

Además de por este matrimonio, el grupo estaba compuesto por Antonio López García, su esposa, María Moreno, el escultor Julio López Hernández, hermano de Francisco, su mujer, la pintora Esperanza Parada y Amalia Avia, casada con el artista Lucio Muñoz. Aunque no todos ellos habían nacido en Madrid, esta ciudad fue el lugar principal de residencia y trabajo.

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Hijo, hermano, esposo y padre de artistas, Francisco López se caracterizó por su dibujo incomparable y la manera de conseguir intervenir el sentido del espacio y del tiempo, el ser de los enseres, la aspereza y la dulzura del tacto, lo más acariciador de lo real por saber palpar como nadie su hermosa fragilidad.

Excelente escultor, antiguo discípulo de Julio Capuz en la Escuela de Artes y Oficios, entre 1951 y 1955, López Hernández tenía un portentoso sentido para modelar y componer espacios y, no digamos, para aproximarse a lo más entrañable de las figuras.

No obstante, quizá su mejor cualidad artística era la de mirar sin ser visto, una humildad que le restó proyección pública, pero que sin embargo aumentó, la hondura de su visión.

Francisco López Hernández destaca por la originalidad de su perfil, por su inspiración clásica, cuyas incursiones dieron un poso de belleza a su perspicaz mirada sobre la realidad y su impecable sentido del oficio, que hacen de él uno de los más auténticos creadores del arte español contemporáneo.

Nació en Madrid en 1932, en el seno de una familia de orfebres en donde los hermanos López Hernández, viven la tradición que parte de su abuelo Francisco López, que a su vez procede de una tradición artesanal Albaceteña (Riopar). Este funda un taller de orfebrería en el madrileño barrio de Tetuán, que a su vez hereda su hijo Julio López Blázquez y en el que efectúan sus primeras experiencias Julio y Francisco, hijos de este último. El padre de los hermanos L.H. es asimismo profesor de grabado en hueco en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.

Comenzó su formación en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y más tarde ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde estudiaba su hermano Julio y en donde conocería a Antonio López y Lucio Muñoz.

 Expuso por primera vez en el año 1955, en compañía de otros artistas pertenecientes a la escuela realista contemporánea española, Antonio López y Julio López Hernández, su hermano, y del informalista, Lucio Muñoz. Desde entonces, junto a otros artistas como su esposa, Isabel Quintanilla, Esperanza Parada o Amalia Avia formaron la vanguardia del realismo español en el arte.

En 1956 viajó a Roma con una beca de estudios del Ministerio de Educación y completaría su formación con estancias en París y Grecia. Volvió a Roma y permaneció entre 1960 y 1964 en la Academia de España, ocupando una plaza ganada por oposición. De regreso a España fue becado por la Fundación Juan March en 1966 y a partir de 1969 ejerció como profesor de medallas en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Un año más tarde, en una muestra en el Kunstkabinett de Frankfurt se acuña el concepto de Realismo español para la obra de Francisco, Julio López, Amalia Avia, Antonio López, Isabel Quintanilla y María Moreno. Estos artistas, junto a alguno más, fueron presentados en Londres, en la galería Marlborough, en 1973.

Desde los años setenta, Francisco López participó en numerosas exposiciones en Alemania, Francia, Suiza, Estados Unidos, así como en España: Realistes a Madrid (Barcelona, 1984); Otra realidad: compañeros en Madrid (Madrid, 1992); El realismo y sus raíces (Vigo, 1996); Luz de la mirada (Segovia, 2002) o Realidades de la realidad (Valencia, Badajoz, Salamanca y Castellón, 2006-2013).
La originaria llamada “Escuela de Madrid” efectúa su primera exposición en 1945 (Exposición antológica. Escuela de Madrid, Caja de Madrid, 1990). Javier Tusell la define como: “Lo anterior a la escuela de Vallecas, las enseñanzas de Vázquez Díaz, algunos coetáneos brillantes, una voluntad de modernidad dentro del realismo y un procedimiento comercial imaginado por sucesivas galerías”.

La generación a la que pertenecen estos artistas es la de la posguerra. Su infancia se desarrolla en una España en la que la guerra ha dejado arrasadas la economía y los medios artísticos e intelectuales

Para Francisco, «la escultura siempre ha tenido una función pública, desde los Colosos de Memnón hasta el Alfonso XII de Benlliure. Ha formado parte de la vida ciudadana. Es verdad que es muy difícil de realizar. Debajo del caballo de Alfonso XII en El Retiro cabe un hombre de pie, no sabes lo complicado que es calcular eso. Por eso, en mi caso siempre está presente el carácter público de la escultura. No es que sea necesariamente siempre exterior, pero es algo que tengo en cuenta. La escultura en interior es menos frecuente y más reducida».

Francisco era de la opinión de “que la obra de arte debe estar impulsada por unos componentes estéticos que transciendan la mera reproducción del objeto real. La acción creadora consiste en (una intensificación de la forma representativa), es decir, ir más allá del pacto tradicional entre la mirada y la obra, de manera que queden transgredidas las reglas del juego, confiriendo realidad a la obra misma”.

Sus obras se encuentran en numerosos museos de prestigio, incluyendo el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, el Museo Británico de Londres, la Nueva Pinacoteca de Múnich o la Fundación Juan March. Además tiene un buen número de obras en lugares públicos de Madrid, como el Monumento a Velázquez, Relieve en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense, Homenaje al agente comercial en la Estación Puerta de Atocha de Madrid o el Monumento a Enrique Tierno Galván del Parque del Planetario.

Y en distintas ciudades españolas como Málaga (Retrato del pintor Pablo Picasso en la Plaza de la Merced), Barcelona (Ofelia ahogada en los Jardines de Villa Cecilia ), Logroño (Mujer en la fuente), Pamplona (Monumento a Carlos III, el Noble, Plaza del Castillo con Avenida de Carlos III), Bilbao (Monumento a José Antonio Aguirre y Lecube, Calle Ercilla o el Monumento a Blas de Otero).

Es muy poca la representación que tiene este artista en las grandes publicaciones especializadas de arte, que bien puede deberse al desconocimiento de la persona y a la falta de información que hay sobre él más que al hecho de que se le pueda considerar un artista eclipsado por otros de su propio movimiento.

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