Reunión del Jurado del 84 Salón de Otoño

El pasado día 3 de octubre tuvo lugar la reunión del Jurado de selección y calificación de la que será la edición número 84 del tradicional Salón de Otoño, el certamen más antiguo de los que se celebran en España y el más prestigioso de todos ellos por la categoría de los premios que concede.

El Jurado ha estado formado por artistas de la talla de Julio López Hernández, Rafael Canogar, Eduardo Naranjo y Alejandro Aguilar Soria, así como por el crítico Javier Rubio Nomblot, el Presidente de la Asociación Nacional de Críticos de Arte, Tomás Paredes, y José Vicente Moreno Huart, en representación de la Fundación Maxam, actuando como Presidente del mismo José Gabriel Astudillo López y como Secretaria Mª Dolores Barreda Pérez, ambos con voz pero sin voto y en representación de la Asociación Española de Pintores y Escultores, entidad organizadora del certamen.

De izquierda a derecha y de arriba abajo:

José Gabriel Astudillo, Rafael Canogar, Mª Dolores Barreda Pérez, Tomás Paredes, Javier Rubio Nomblot, José Vicente Moreno Huart, Eduardo Naranjo, Alejandro Aguilar Soria y Julio López Hernández

 

En total han sido veintidós las obras premiadas, que junto a las 42 seleccionadas, se exhibirán en la exposición del 84 Salón de Otoño que se inaugurará el próximo día 27 de octubre en la Casa de Vacas del Parque del Buen Retiro de Madrid, a las 19 h., día en el que se darán a conocer las actas del Jurado y la relación de premiados.

Al acto de inauguración de la exposición, que permanecerá abierta hasta el día 26 de noviembre, asistirán distintas personalidades del mundo de las artes y las letras, así como los patrocinadores y miembros del Jurado, quienes harán entrega de los premios.

Es de destacar el enorme esfuerzo que está realizando la Asociación Española de Pintores y Escultores por hacer del ya tradicional Salón de Otoño un referente en la vida artística española, y tal y como comenta José Gabriel Astudillo, “para nuestra entidad ha sido un gran triunfo conseguir una participación tan elevada y con tanta calidad, y ha sido sobre todo un enorme éxito, y muy destacable, conseguir un fallo tan fiable avalado por un jurado compuesto por personalidades tan importantes y representativas del mundo del arte en España”.

“El Salón de Otoño es una convocatoria a la que los artistas acuden huyendo del egoísmo, la inmodestia y la adulación, porque se trata de una manifestación artística única por ser de una amplitud de criterio, una nobleza y un desinterés que, no acertarán a comprender la mayoría del público ni aún los propios artistas”, señala Astudillo, ya que “no se trata de ganar un premio económico, sino que es una recompensa que busca todo artista, por el placer de disfrutar de alguno de sus prestigiosos premios”.

Como asegura Astudillo, lo principal del Salón de Otoño “es el descubrimiento de los jóvenes valores y la posibilidad que les brinda nuestra convocatoria de hacerse visibles ante la crítica especializada y la opinión pública en general, siendo una plataforma de descubrimiento de nuevas promesas, espíritu con el que nació el Salón de Otoño y con el que perdura en la actualidad”.

La Asociación Española de Pintores y Escultores trabaja en una línea de cultura innovadora, es decir, no busca un despliegue de premios que supongan una dotación económica, sino una excelencia que se transforme en divulgación de la obra y del artista, y eso, según confiesa el Presidente de la AEPE, José Gabriel Astudillo, supone no dotar económicamente los premios, sino ser creativos y encauzar a los seleccionados y galardonados en el difícil camino de la creación artística.

Así se manifiesta en el modo de entender el arte en una sociedad, adquiriendo un compromiso de apoyo y nuevas oportunidades a quienes consiguen ser visibles a través del Salón de Otoño, potenciando su proyecto artístico de forma que se apoye a los artistas con recursos en los que se apuesta de forma clara y contundente por su obra.

El Salón de Otoño está patrocinado por la Fundación Maxam, que en el acto de inauguración presentará además el tradicional calendario de la que era antigua Unión Española de Explosivos (UEE), y para la que guarda la memoria imágenes históricas de carteles como el de Romero de Torres, Cecilio Plá o Manuel Benedito o los más modernos de Canogar, Genovés, Eduardo Arroyo o Urculo.

Reconocer el talento es justo lo que buscan entidades como InteresARTE TV, Tritoma Gestión Cultural, el Ayuntamiento de Getafe, Codina Escultura, Sala Baluarte, Santiago de Santiago y la Agrupación Española de Acuarelistas, que confluyen en esta nueva edición del Salón de Otoño, junto al Ayuntamiento de Madrid, que exhibirá las obras seleccionadas y premiadas en la Casa de Vacas del madrileño Parque del Retiro del 27 de octubre al 27 de noviembre de noviembre próximos.

Gracias a la especial colaboración de la Asociación Española de Pintores y Escultores con la ASOCIACION CULTURAL MORE HISPANO, y dado el éxito que supuso el pasado año, nuevamente se ha programado un Ciclo de Conciertos del Salón de Otoño, de música española de los siglos XII al XX, interpretada por los mejores músicos del momento, que a lo largo del mes noviembre y en esta Casa de Vacas, pondrán la banda sonora de esta gran fiesta del arte que supone el Salón de Otoño.

De esta una forma la AEPE intenta emular a los primeros Salones de Otoño, en los que se programaban todo tipo de actividades culturales y no solo relacionadas con el mundo de las Bellas Artes.

Por primera vez además, y fruto de la colaboración entre Down Madrid y la histórica AEPE, se otorgará además la Medalla de Pintura Down Madrid, a uno de sus artistas, y que supone un claro ejemplo de inclusión de este colectivo en el mundo de las bellas artes, de forma que el ganador verá su obra expuesta en la Casa de Vacas junto al resto de artistas profesionales y noveles. Una gran oportunidad para hacer visible a un colectivo dotado de una sensibilidad extraordinaria.

 

José Gabriel Astudillo López,

Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores y

Presidente del Jurado del 84 Salón de Otoño

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Mª Dolores Barreda Pérez,

Secretaria General de la Asociación Española de Pintores y Escultores

y Secretaria del Jurado del 84 Salón de Otoño

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José Vicente Moreno Huart, de la Fundación Maxam,

Vocal del Jurado del 84 Salón de Otoño

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Julio López Hernández,

Vocal del Jurado del 84 Salón de Otoño

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Rafael Canogar,

Vocal del Jurado del 84 Salón de Otoño

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Eduardo Naranjo,

Vocal del Jurado del 84 Salón de Otoño

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Alejandro Aguilar Soria,

Vocal del Jurado del 84 Salón de Otoño

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Javier Rubio Nomblot,

Vocal del Jurado del 84 Salón de Otoño

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Tomás Paredes,

Vocal del Jurado del 84 Salón de Otoño

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Pablo Rubén López, ganador del XVII Certamen de Pintura Rápida de Getafe

El pasado domingo 25 de septiembre tuvo lugar el XVII Certamen de Pintura Rápida de Getafe, que como ya ocurriera en la pasada edición, contó con la colaboración especial de la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Magníficamente organizado por los servicios culturales del Ayuntamiento de Getafe, encabezados por Javier Romero Muñoz, Coordinador Técnico de Cultura, el certamen contó con la participación de medio centenar de artistas, muy motivados por tan estimulante convocatoria.

El Jurado estuvo formado por Raquel Alcázar Ballesteros, Concejala de Cultura del Ayuntamiento de Getafe, en representación de la Alcaldesa, Sara Hernández, José Gabriel Astudillo López, Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, Alejandro Aguilar Soria, Artista Multidisciplinar, Comisario y Galerista, Juan de la Cruz Pallarés García, artista y especialista en pintura rápida y Javier Rubio Nomblot, Crítico de arte y Comisario.

Cabe destacar que para esta cita el estilo y técnica han sido libres, mientras que el tema obligado era los espacios abiertos de Getafe, sus paisajes, edificios, calles y plazas, objetivo que se consiguió sobradamente con un alto nivel de calidad en las obras premiadas, una impecable organización y con un meritorio propósito, que se centra en “promover la pintura y apoyar a los artistas”, motivación que comparte con la AEPE, que de forma especial viene apoyando este tipo de manifestaciones artísticas de reconocida relevancia.

El Primer Premio, dotado con 1.500 euros, fue para una acuarela original de Pablo Rubén López. El Segundo Premio, dotado con 1.000 euros recayó en Ramón Córdoba Calderón. Los ganadores de la categoría infantil fueron Elia Chillón (5 a 7 años) y Francisco Guzmán (8 a 11 años), mientras que en la categoría juvenil fue Carlota Iglesias.

Pablo Rubén López, ganador del Primer Premio, es un acuarelista madrileño muy reconocido como merecedor de grandes premios tanto en España como en otros países y cuenta con importantes galardones como el de la 147th Exhibition American Watercolor Society de Nueva Yor o el Premio del Ejército del Aire de Madrid.

Lo mismo ocurre con Ramón Córdoba Calderón, ganador del Segundo Premio, a quien tanto el público como los participantes reconocieron los grandes trabajos firmados ayer.

El Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, José Gabriel Astudillo, quiere destacar el “gran trabajo” realizado en la organización de este concurso que alcanza ya su edición número XVII y está asentado como uno de los principales que se celebran en España, y el “apoyo y colaboración” de la entidad que preside, así como el esfuerzo que el Ayuntamiento de Getafe viene realizando en pro de la cultura.

La alcaldesa, Sara Hernández junto con la concejala de Cultura, Raquel Alcázar y los miembros del jurado de AEPE (Asociación Española de pintores y escultores) realizaron la entrega de premios a media tarde, y quisieron hacer de la jornada una auténtica fiesta de la cultura, ya que durante toda la mañana hubo mucha animación en la plaza de la Constitución de la localidad madrileña, con pinta caras, pintura de tempera, pintura con tizas, etc. que hicieron las delicias del público asistente y participantes en general.

Las obras de los participantes estarán expuestas en el Espacio Mercado hasta el 13 de octubre

Exposición de obras del I Aula Internacional de Paisaje de la AEPE

Protagonista: el Parque del Buen Retiro

 

Organizada por la Asociación Española de Pintores y Escultores, incluye las obras que los alumnos realizaron en el mes de mayo, cuando Madrid se convirtió en la capital mundial del arte del paisaje

Con la asistencia de numeroso público, en la tarde de ayer y en la Casa de Vacas del Retiro, tuvo lugar el acto de inauguración de la exposición de los trabajos realizados por los asistentes a la I Aula Internacional de Paisaje, que corrió a cargo de José Gabriel Astudillo, Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, quien estuvo en todo momento acompañado por la Secretaria General de la AEPE, Mª Dolores Barreda Pérez, así como por otros miembros de la Junta Directiva, como el Bibliotecario, Fernando de Marta, la Tesorera, Ana Martínez Córdoba, la Asesora del Presidente, Itziar Zabalza Murillo, algunos de los profesores del Aula como Ramón Córdoba y Sonia Casero y socios y alumnos en general.

La exposición era parte del Aula y supone el fruto de todo el aprendizaje de los más de 100 alumnos con los que contó esta primera edición, una muestra que exhibe los trabajos que en la misma realizaron y en los que puede apreciarse ya el dominio de la perspectiva, el manejo de los pinceles, y la asimilación total de los conceptos expuestos por los once docentes del Aula.

Alberto Martín Giraldo, Coque Bayón de la Fuente, José Luis Ceña Ruiz, Charles Villeneuve, Irene Cuadrado, Ramón Córdoba, Sonia Casero, Antonio López, Jean-Baptiste Sècheret, Javier Rubio Nomblot y Alessandro Taiana fueron los responsables de llevar a cabo cinco cursos prácticos de una semana de duración, que a lo largo del mes de mayo se complementaron con las conferencias en las que se trató sobre la técnica pictórica del “plein-air”, o lo que es lo mismo, pintar al aire libre.

El planteamiento del I Aula Internacional de Paisaje nació con la idea de abordar la pintura en exteriores en uno de los meses que más plácida puede hacer esta tarea.

Organizado por la Asociación Española de Pintores y Escultores, el I Aula Internacional de Paisaje proponía como tema único la naturaleza que rodea el Parque del Retiro, y las mejores de las obras realizadas por los alumnos, cuelgan ahora de la Casa de Vacas en una exposición única en la que los protagonistas han vivido la experiencia del  perfeccionamiento de la técnica y la orientación en el camino personal de cada alumno; pero también el enriquecimiento vital y profesional a través del ejercicio de la pintura entendida como Arte.

Han sido los profesores quienes tras analizar las obras realizadas en cada curso, quienes han seleccionado aquellos apuntes más interesantes para formar parte de la exposición de las obras realizadas en el I Aula Internacional de Paisaje que a pesar de abrir sus puertas del 31 de agosto al 24 de septiembre en la Casa de Vacas del Parque del Retiro, se inaugurará oficialmente el martes 5 de septiembre a las 19 h.

Tal y como comenta José Gabriel Astudillo López, Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, la exposición de obras del I Aula Internacional de Paisaje “es una propuesta de calidad, única en su género y atractiva en sí misma, que llena un gran vacío existente en esta disciplina del paisaje, y engloba a todos los amantes de la pintura al aire libre en una muestra de alto nivel, sin comparación con ninguna existente en España, motivo que nos impulsó a ofrecer esta gran oportunidad a los alumnos, que ha resultado ser todo un éxito por lo que de “exclusiva” tiene. Nos gustaría así que con esta iniciativa este tipo de actividades se convirtieran en una referencia obligada en el mundo del arte, haciendo de Madrid el centro mundial en donde aplicar una tradición artística del paisaje, al modo en que otros países lo hacen y con una categoría indudable y excepcional”.

Los artistas participantes son: Socorro Arroyo, Mª José Ayala Bengoa, Mercedes Ballesteros, Carmen Bárcena, Paula Borell Soldevilla, Lucía Colinas, Antonia Contra, Paz Cosmen, Alicia Crespo, Alicia Da Col, Myriam     de Soto, Mª Ángeles Elías Serra, José Fernández Reyes, Juan Galán, Mª Mar García de la Santa, Charo García García-Saavedra, Cristina Gil, Nuria Gordillo Pedroviejo, Silvia Hernández, Inocencia Isabel, Carlos Losa, Miguel Madrigal, Mª R. Maluenda, Tomy Marín, Homeira Mazinani, Gema Molero, Teresa Muñoz, Feliciana Ortega Heras, Mª José Pastor, Rosanna Pertosa, Mavi Recio, José Redondo, Mª José Rodríguez Escolar, Manolo Romero, Yolanda Ruiz Esmeralda, Mari Carmen Sancho Lamana, Pilar Silva Mora, Juan Soto, Silvia Velásquez Lacayo y Nerza Villegas.

Para la ocasión, se ha editado un catálogo digital que recoge la totalidad de las obras expuestas, y que puedes ver aquí:

Catálogo Exposición obras del I Aula Internacional de Paisaje de la AEPE

Los premios del I Certamen de Pintura Rápida del RACE

Alrededor de las seis de la tarde, el Jurado formado por:

Presidente, Carmelo Sanz de Barros, Presidente del RACE

Secretario, José Gabriel Astudillo López, Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, ambos con voz y sin voto

Vocales:

Eduardo Naranjo

Rafael Canogar

Alejandro Aguilar Soria

Juan de la Cruz Pallarés

Javier Rubio Nomblot

hizo pública el acta, que designó los siguientes premios:

 

CATEGORIA SOCIOS:

El Primer Premio resultó quedar desierto.

Segundo Premio, dotado con 500 euros, Diploma y Medalla de la AEPE y material de dibujo y pintura a Javier Herreros de Tejada

Tercer Premio, dotado con 250 euros, Diploma y Medalla de la AEPE y material de dibujo y pintura a Oscar Francisco Vega Arribas

Accésit dotado con Diploma de la AEPE y material de dibujo y pintura a Jon Herreros de Tejada

Accésit dotado con Diploma de la AEPE y material de dibujo y pintura a Marta Palacio Domínguez

Accésit dotado con Diploma de la AEPE y material de dibujo y pintura a Elena Salinas del Río

Accésit dotado con Diploma de la AEPE y material de dibujo y pintura a Jesús Ruiz Ordovás

Accésit dotado con Diploma de la AEPE y material de dibujo y pintura a Mateo Hernanz

Accésit dotado con Diploma de la AEPE y material de dibujo y pintura a Susana Salcedo Macías

Accésit dotado con Diploma de la AEPE y material de dibujo y pintura a Mª Isabel de Lucas Muñoz.

CATEGORIA GENERAL:

Primer Premio, dotado con 6.000 euros, Diploma y Medalla de la AEPE, a Miao Du

Segundo Premio, dotado con 3.000 euros, Diploma y Medalla de la AEPE, a Coque Bayón de la Fuente

Tercer Premio, dotado con 1.500 euros, Diploma y Medalla de la AEPE, a Cristóbal León García

Accésit, dotado con 300 euros y Diploma de la AEPE, a Juan Manuel Campos Guisado

Accésit, dotado con 300 euros y Diploma de la AEPE, a Pedro de Miguel García

Accésit, dotado con 300 euros y Diploma de la AEPE, a Daniel Parra Lozano

Accésit, dotado con 300 euros y Diploma de la AEPE, a Ramón Córdoba Calderón

Accésit, dotado con 300 euros y Diploma de la AEPE, a Julián Maroto Fernández

Accésit, dotado con 300 euros y Diploma de la AEPE, a Sonia Casero Lázaro

Accésit, dotado con 300 euros y Diploma de la AEPE, a Manuel Jiménez Sánchez

Terminado el acto de entrega de premios, se sirvió un cóctel en donde los artistas, el Jurado y la organización pudieron compartir e intercambiar impresiones acerca de la jornada vivida.

El jurado del I Certamen de Pintura Rápida del RACE

Después de la comida, se reunió el Jurado, que estuvo formado por Carmelo Sanz de Barros, Presidente del RACE, quien actuó como Presidente del Jurado, José Gabriel Astudillo López, Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, en calidad de Secretario, ambos con voz y sin voto, y como vocales Eduardo Naranjo, Rafael Canogar, Alejandro Aguilar Soria, Juan de la Cruz Pallarés y Javier Rubio Nomblot.

En todo momento el Jurado se encontró asistido por la Secretaria General de la Asociación Española de Pintores y Escultores, Mª Dolores Barreda Pérez, así como por el Director Gerente del Complejo Deportivo del RACE, Carlos Fernández Grande.

El Concurso Infantil y Juvenil se desarrolló a lo largo de la mañana en las instalaciones propias de estas categorías, y contó con la importantísima participación de los socios más noveles, quienes consiguieron diplomas y material de dibujo y pintura y pasaron una mañana diferente dedicada al arte.

Además de otorgar los premios establecidos, el Jurado realizó una selección de un total de 45 obras que tal y como figura en las bases de la convocatoria, formarán parte de la exposición que del Certamen se inaugurará en próximas fechas en el Club Social del Complejo Deportivo del RACE.

 

El Paisaje desde Carlos de Haes hasta hoy

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Por Javier Rubio Nomblot

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I AULA INTERNACIONAL DE PAISAJISMO

Conferencia. Viernes 19 de mayo de 2017. 18 h.

Centro Cultural Casa de Vacas. Parque del Retiro de Madrid

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“EL PAISAJE DESDE CARLOS DE HAES HASTA HOY”

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Javier Rubio Nomblot

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París 1961. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Instituto de Arte Contemporáneo. Crítico de arte y Comisario.

En 1991 comienza a colaborar con el semanario El Punto de las Artes, donde a lo largo de más de quince años, escribe reseñas artísticas.

Desde el año 2000 y como crítico de arte, colabora con los siguientes medios: ABC Cultural, Guadalimar, ArcoNoticias, Ubicarte.com, Radio Círculo, Diario 16, etc.

Desde 2009 imparte clases de Teoría Institucional en el IART y en distintos cursos de postgrado, conferencias, charlas y coloquios.

Ha escrito centenares de textos para monografías, catálogos de artistas españoles contemporáneos, enciclopedias, etc.

Participa en decenas de jurados de premios de artes plásticas y desarrolla labores de asesoramiento para diversas galerías y colecciones.

Ha comisariado exposiciones para la Universidad de Salamanca (Ramiro Tapia), el MEIAC de Badajoz (Emilio Gañán), el Museo de Bellas Artes de Badajoz (Francisco Pedraja) y en 2012 y 2013, fue el comisario del Programa On Project de la Feria Art Madrid.

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Advertencias previas

De forma casual, durante un acto de la Asociación, se habló de estas jornadas dedicadas al paisaje y de forma casual, comenté que yo tenía un texto dedicado al paisaje desde Carlos de Haes hasta los jóvenes paisajistas actuales, que escribí hace años para un catálogo y que no había llegado a publicarse. Inmediatamente se me propuso, amablemente, que participara con mi texto en estas jornadas, cosa que hago encantado.

Ahora bien. Lo cierto es que no recordaba bien este texto, que resulta ser de 2006. No pasaría nada si no fuera porque en aquella época yo creo que estaba en el cenit de la heterodoxia. Por muchas razones. Lo que quiero decir es que, cuando lo he releído no me ha parecido mal desde un punto de vista formal, pero la verdad es que no estoy muy seguro de entender lo que se dice. Además, mi escritura no es especialmente diáfana. Soy muy d’Orsiano –o sea, que tiendo a ser pedante- y siempre recuerdo una anécdota que me contó mi padre de Eugenio d’Ors: está dictando… Mis textos son oscuros, llevan muchas oraciones subordinadas, guiones y paréntesis. He tratado de adaptarlo un poco a este formato, el de conferencia, pero aún así esto no se va a entender sin un cierto esfuerzo.

En cuanto al contenido, como decía, voy a aventurar una hipótesis. Yo creo que lo que aquí se intenta decir, a la luz de cierta cantidad de textos de distintas épocas, es que en la actualidad, y tal como está nuestra relación con la naturaleza, la pintura de paisaje, el pleinairismo, y otras prácticas como el Land Art (este texto también debió servir para un comisariado muy bonito, artista y abuelo, pero el CDAN cerró), en cierto modo pueden ayudar a resolver este conflicto que tenemos actualmente en nuestra relación con la naturaleza.

Se trata de una especie de demostración experimental, entre expresionista y paranoico-crítica, no ortodoxa. Consecuentemente, más que a la comprensión del oyente, aspiro a que quede una suerte de idea, de esperanza. Se trata, a fin de cuentas, de justificar, de dar sentido al acto de pintar el paisaje hoy en día. En un momento en el que incluso justificar la pervivencia de la pintura resulta complicado. Tal vez más que nunca en la historia, creo que se dice aquí, tiene sentido salir al campo a pintar. Para demostrar esto de una forma no ortodoxa, se parte de una especie de descripción apocalíptica de nuestra relación con el medio natural y se intenta llegar a una respuesta. Como es evidente, yo no puedo resolver racionalmente este conflicto. Por eso el texto toma forma de brainstorming: se busca una respuesta del inconsciente.

Citas.

A día de hoy, habría incluido otras cosas, como Hamish Fulton, o el libro Jardinosofía de Santiago Beruete. También, para establecer una relación paranoico-crítica más, la lectura de un número de la RO dedicado a la “neurociencia y libre albedrío”.

 

 

Yo soy la muerte; yo soy la vida: unos apuntes sobre la

pintura de paisaje en la era de la extinción masiva

 

Nos sentimos libres en la belleza porque los instintos sensibles están en armonía con las leyes de la razón. Nos sentimos libres en lo sublime porque los instintos sensibles no tienen influencia en la legislación de la razón.

Frederik Schiller

 

La conocida hipótesis Gaia de James E. Lovelock (1972) considera la Tierra y la vida que contiene como un sistema vivo integrado cuyos diversos componentes interaccionan y se influyen mutuamente. Una teoría que no se situaría muy lejos de la filosofía romántica de la naturaleza, “que defendía un principio de unidad de la naturaleza toda, que afectaba también a la comprensión de sus antítesis; esto es, toda su diversidad era necesario que se comprendiera a partir de la idea o condición libre de totalidad” [1], si no fuera porque el concepto de totalidad es hoy radicalmente otro y porque la actual objetividad científica permite que los sistemas se desarrollen al margen de consideraciones éticas: o sea, al margen del hombre. Esta teoría nos enfrentaría al hecho de que la Tierra funciona sola sin ningún problema: no nos necesita para nada. A diferencia de todas las demás criaturas, el hombre parece no encajar en su mecanismo, al que ahora llamamos ecosistema; y como no cumple ninguna función, interfiere lo quiera o no en el ciclo de la vida. Por si fuera poco, como especie (si es que puede llamársele así, puesto que no forma parte del ecosistema), ni es regulada por la naturaleza ni se regula sola: Gaia ya no puede fijar nuestro número porque, como sentenció Jacques Cousteau, “el hombre es demasiado rápido para la naturaleza”. Esta conciencia de la incompatibilidad y la culpa se abre insidiosamente paso actualmente, toda vez que muchos de los antiguos mitos que certificaban o trataban de explicar la especificidad o el valor de lo humano han perdido buena parte de su significación o su utilidad en tanto se afianzaban las verdades crueles y objetivas de la ciencia. Y no es fácil, ciertamente, rebatir el hecho de que somos la muerte: cada año desaparecen aproximadamente cien mil especies, un fenómeno sólo comparable a las mayores extinciones que ha sufrido la tierra desde que en ella surgió la vida hace millones de años. Y no existe ya la menor duda de que la causa es la actividad humana.

Estas cosas son conocidas; nos atañen, nos preocupan, todos reflexionamos sobre ellas y es probable que subyazcan en las obras de los pintores de la naturaleza: los pintores de paisajes. Incluso es posible que en ellas se deslicen, consciente o inconscientemente, algunas respuestas o propuestas… Al fin y al cabo, el artista es aquel que sabe transmutar sus emociones en símbolos, volviéndolas así fértiles y eficaces: “Éste es un lenguaje que el inconsciente comprende. En el análisis tradicional se trata de descifrar e interpretar en lenguaje corriente los mensajes enviados por el inconsciente. Yo actúo a la inversa: envío mensajes al inconsciente utilizando el lenguaje simbólico que le es propio”, dice el lúcido Jodorowsky [2].

 

  1. El paisaje romántico

 

El paisaje como género pictórico surge en el romanticismo; inmediatamente antes, podríamos decir, de que la ciencia y la técnica inicien ese vertiginoso desarrollo que ha sobrepasado el lento y majestuoso ritmo de Gaia; pero en un momento, también, en el que ya empiezan a divisarse nuevos e insospechados territorios: “tal vez era posible que un cuerpo fuese reanimado; el galvanismo era un indicio que lo probaba…”, escribe Mary Shelley [3] cuando la Criatura empieza a cobrar vida en su juvenil mente. Esto genera en el artista romántico sentimientos contradictorios: su poder, limitado y prometeico, se opone al de la naturaleza y sus inquebrantables leyes. Para él, es esta un conjunto de fuerzas misteriosas y de símbolos: al pintarla practica la “religión del paisaje” (Carus) y la relaciona con la Divinidad o con alguna Fuerza que supera al hombre y que no obstante le instruye sobre sí mismo hablándole al oído: “el paisaje romántico es una mera ocasión para la proyección sentimental del ánimo del artista, para la expresión de la íntima e ingenua unidad del hombre y la naturaleza” [4]. Representa esta lo indómito y lo indomable; y lo incomprensible: esa complejidad es precisamente la raíz de su belleza sublime, no canónica y supraartística: “la grandeza de la creación es superior a cualquier perfección formal” [5]. Así, aunque el romántico exalta al hombre y, consciente de su genio creador, le canta a su epopeya, aún cree que ésta es una suerte de batalla perdida contra lo inefable.

Probablemente no se hayan vuelto a escribir textos tan hermosos y certeros como los que los autores románticos dedicaron a la exaltación de la naturaleza y de su belleza. Uno de los ejemplos más destacados son las Cartas y anotaciones de Carl Gustav Carus (1789-1869) [6], médico, naturalista y pintor, gran admirador de Goethe y a quien se ha considerado como un verdadero filósofo de la naturaleza: “El artista que lleve en su corazón el arte del paisaje en su sentido más elevado, a quien, despreocupado de cuanto desea la inculta mayoría de los seres humanos, sólo le mueva su empeño en pos de las ideas divinas, aquel cuyo reino no puede ser de este mundo a pesar de que mire precisamente al mundo, en cuanto Naturaleza, con ojos llenos de amor, ha de practicar el desapego”. Y ¿qué es ese desapego? Nada menos que el desistimiento de los objetos, la austeridad, la pobreza: “la pretensión de bienes terrenales y la necesidad de los mismos será tanto más limitada cuanto más elevada la orientación del artista”. Terrible frase, que cobrará sentido al final de este artículo.

Pero ¿existe todavía aquella naturaleza, aquel paisaje?  Para las generaciones que hoy pueblan la tierra, las cosas son muy distintas: unos han convivido con la posibilidad de un holocausto nuclear que significaba, sin más, la destrucción total del planeta en cuestión de horas; otros, pasablemente reducido el riesgo de una guerra global, con la certeza de que el actual modelo de desarrollo causa daños graves e irreversibles al medio ambiente. En ninguno de estos casos la Tierra parece superar claramente al hombre (por más que este, desde luego, caerá primero). Pero esto no es lo peor: repentinamente la naturaleza –y esto es crucial para el artista- enmudece: desmitificado el mito y abolido el pensamiento mágico (todo lo indemostrable ha sido relegado al territorio cada día más poblado e ingobernable de la superstición), se convierte en la enferma y arrugada epidermis de una Gaia automática cuyo canto ya no se escucha. Descubrimos horrorizados que Gaia es un desalmado cyborg: si nos remitimos a las tesis de Baudrillard sobre el simulacro tenderemos a ver lo que queda del mundo natural como un parque temático, como una gran reserva biológica; como un cadáver en vida. En este seudopaisaje, todo está domesticado (todo son bonsáis en un patético y siniestro remedo del Jardín del Edén): “El paisaje real de la modernidad es aquel espacio que queda acotado entre carreteras y tendidos eléctricos, cuando no es reducido a lo artificial como mero tiesto urbano”[7].

 

  1. Un dique frente a la cosificación: el paisajismo moderno

 

Desde finales del XIX, cuando precisamente desde la pintura de paisajes se inicia la reacción contra el modelo romántico, el arte ha venido reflejando, como no podía ser de otro modo, tanto estas mutaciones del paisaje como los nuevos fenómenos sociológicos y políticos que modificaron nuestra forma de percibirlo. Sin embargo, el arte del siglo XX representó una aventura formal y conceptual tan apasionante que a menudo las reflexiones sobre su propio sentido y evolución fueron consideradas como su único argumento genuino y verdadero: se suceden formalismos de todo pelaje –muchos de ellos, no figurativos- y el “tema” o el “asunto” es proscrito de la pintura y relegado a la categoría de anécdota por un arte redimido que, desde el cubismo, se complace en su condición de objeto autónomo. Se ha sugerido que tal culto al objeto (cuyo acaparamiento y multiplicación cimenta efectivamente la sociedad de consumo y la cultura del despilfarro) es de hecho reflejo de un proceso de cosificación de la naturaleza que persigue desvirtuarla y, con ella, al propio paisajismo: “Entre otros motivos, la modernidad abandona el paisaje porque el paisaje carece de límites concretos. La tarea de la modernidad se centra en la representación de objetos abarcables, con contornos. Así, se representan objetos, se construyen objetos, se encuentran objetos” [8]. Esta dulce endogamia –no muy distinta por lo demás de la que afectó a las demás áreas de la actividad humana en la era de la especialización– dio lugar a un divorcio entre arte y pueblo, tornándose aquel ininteligible del mismo modo que la ciencia y la tecnología empezaron a desarrollarse sólo en los grandes laboratorios y a ser entendidas sólo por especialistas.

El introductor del paisaje como género pictórico en España es Carlos de Haes (1826-1898), pintor de corte naturalista formado en Bélgica que, desde su Cátedra en la Academia de Bellas artes de San Fernando, abogó por el acercamiento objetivo a la naturaleza y las bondades del pleinairismo, forzando así además la transición del paisajismo romántico al impresionismo: “Bastóle para destruir las anticuadas tendencias decir, cuidando eso sí de unir el ejemplo a la palabra, que el estudio de la naturaleza en pleno campo alejaría a los pintores de las negruras de los estudios en que trabajaban y la evolución se hizo, siendo de Haes la gloria toda” [9]. A lo largo de sus casi cuarenta años de docencia tuvo centenares de alumnos, de entre los que tan sólo destacan hoy Darío de Regoyos, Aureliano de Beruete y el algo más joven Agustín Riancho; porque para entonces, irrumpía ya la verdadera modernidad, los artistas jóvenes viajaban en masa a un París efervescente -dando origen a la llamada École de Paris (la expresión es de Zervos) de Pancho Cossío, Monsieur Bores, etc..- y se fraguaba un arte nuevo (expresión de d’Ors) que no sólo abolía los géneros, sino el arte mismo (Duchamp, 1917). Muchos grandes posimpresionistas fueron relegados al olvido. Por eso fue tan importante, para el mantenimiento de una renovada tradición paisajística en España, la volátil Escuela de Vallecas.

Nace esta en 1925 del encuentro –con ocasión de la famosa Exposición de Artistas Ibéricos de aquel año- de dos artistas que, precisamente, habían optado por quedarse en España nada menos que “con el deliberado propósito de poner en pie el nuevo arte nacional que compitiera con el de París” (frase de Alberto): el pintor Benjamín Palencia y el escultor Alberto Sánchez, ambos tan próximos al surrealismo como a los paisajistas modernos (especialmente los vascos, Zubiaurre, Arteta, Regoyos, Echevarría, Iturrino…) y, sobre todo, fascinados por la España rural: “Alberto Sánchez y Benjamín Palencia recorren en largas caminatas los alrededores de Madrid, fijando su atención en los accidentes del terreno, en las piedras, incluso en los objetos inservibles que para ambos artistas, pero sobre todo para Alberto, constituyen la base de un novedoso alfabeto de formas” [10]. En un poético manifiesto proclama este: “Me dicen: la ciudad. Y yo respondo…: el campo. Con las emociones que dan las gredas, las arenas y los cuarzos: con las tierras de almagra alcalaínas, oliendo a mejorana, entre vegetales de sándalo, con las hojas secas de lija, y un arroyo de juncos con puntos de acero galvanizado; con las tierras de alcaén de la Sagra toledana y los olivos, de tordos negros cuajados; también un sapo venenoso con amargor de retama y sabor de rana viva; y en el río, un pez saltando perseguido de lombrices… que a todo ello lo mojan las lluvias y el sol lo vuelve cieno; que todo tenga olor de tormentas y de rayos partiendo higueras; que se vuelva verde de légamo el picotazo de un mosquito…” [11].

Alberto y Palencia logran en aquellos años reunir a un pequeño grupo de artistas (el gran J. M. Díaz Caneja, cuya obra sigue plenamente vigente, la surrealista Maruja Mallo…) y de intelectuales y poetas como Lorca y Alberti, pero lo cierto es que, como señaló ya Carlos Areán, “la Escuela de Vallecas tuvo más importancia todavía como mantenedora de un clima que como posibilidad de acción coordinada”: la guerra interrumpe la aventura vallecana y su semilla germina realmente hacia 1939, cuando un grupo de jóvenes artistas que se había formado bajo la tutela de Daniel Vázquez Díaz y en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, entra en contacto con un Palencia maduro (Alberto se había exiliado), respetado y ya exclusivamente paisajista.

Los administradores de este legado fueron Álvaro Delgado, Cirilo Martínez Novillo, Luis García Ochoa, Menchu Gal, Agustín Redondela, Francisco San José y algunos otros componentes del núcleo de la Escuela de Madrid. No cabe duda de que tanto su firme compromiso con la figuración renovada en medio de la tempestad informalista como su adentrarse en el paisaje español –sin descuido de las tradiciones y de las gentes- favorecieron el desarrollo de una entera generación de artistas que trabajó entre los años cuarenta y setenta. El propio Martínez Cerezo, en la que sigue pareciéndome la obra definitiva sobre la Escuela [12], incluye en ella a los más eminentes paisajistas españoles de las últimas décadas –Ortega Muñoz, Díaz Caneja, Gregorio del Olmo, Vaquero Palacios, etc…- pero también a dos centenares de artistas figurativos que mantienen con la Escuela lazos diversos, ya sean generacionales o estilísticos: Alcaín, Alcorlo, Barjola, Estruga, Guijarro, Paredes Jardiel, Úbeda, Cristino de Vera, Zarco…

Por su parte, los llamados realistas o hiperrealistas españoles que triunfaron en los años sesenta exploran ese nuevo paisaje, domesticado e inevitablemente degradado, nada bello y nada pintoresco, que es la urbe. Por sí mismo, este diálogo que los artistas establecen entre el género del paisaje tradicional y el retrato de ese nuevo -e “indigno de ser pintado”- entorno al que fueron arrojados millones de españoles en los años del desarrollismo, constituye sin duda una reflexión sobre la acelerada domesticación del paisaje y sus consecuencias para el hombre y para el arte. Pero lo que subyace en sus obras –especialmente en las de sus primeras épocas, que son por ello las más interesantes- es de hecho esa conmoción que causa en el emigrante el encuentro con el nuevo entorno, cuando no una añoranza del mundo rural: Cristóbal Toral se hace famoso con sus estaciones, sus salas de espera y, sobre todo, con esas ajadas maletas, reventadas y encordadas, convertidas en símbolo del desarraigo; Eduardo Naranjo, con sus viejas fotografías… Y a la casa familiar, en el pueblo o la pequeña ciudad de provincias, regresan Antonio López, Manuel Villaseñor y los hermanos López Hernández para pintar algunas de sus obras más conocidas… Todos ellos, cuando miran la ciudad, ven esa soledad, esa deshumanización, esa sensación de pérdida y vacío que son consustanciales a la sociedad de consumo y que se manifiestan en sus grises templos: la fábrica, el suburbio, el apartamento, el metro… Los antropólogos han demostrado que ciertos mecanismos mentales, un vocabulario específico, fuertes y arcanos lazos afectivos entre el hombre y la naturaleza, desaparecen efectivamente cuando este se ve atrapado en un entorno artificial y urbano, provocando su pérdida una sensación de orfandad y desesperanza: “No hay tampoco quien no sienta la belleza del campo en su natural sencillez: espectáculo consolador para el alma del artista, especialmente para el que vive en las grandes poblaciones, donde todo es contrario al natural, donde es artificial cuanto nos rodea, donde hasta nosotros mismos nos constituimos en seres artificiales” [13], decíase ya en el siglo XIX.

Pero en cualquier caso, importan aquí las dramáticas consecuencias que la domesticación del paisaje acarrea para el alma humana, no para el medio natural; mientras que hoy, la situación se ha vuelto tan preocupante que tendemos inconscientemente a pensar lo contrario: “En ciertas corrientes ecologistas desviatorias se apuesta en primer término a la naturaleza en lugar del hombre. Ya no predican que el desastre ecológico es desastre, justamente, porque hace peligrar a la humanidad sino porque el ser humano ha atentado contra la naturaleza. (…) Estas corrientes se inscriben también en el anti-humanismo porque en el fondo desprecian al ser humano. Sus mentores se desprecian a sí mismos, reflejando las tendencias nihilistas y suicidas a la moda” [14].

Todos los realistas españoles tratan hoy el paisaje, tanto rural como urbano, y sus sensibilidades abarcan un amplio espectro, que va desde lo crudo y descarnado (Roberto González Fernández), hasta el lirismo (Carmen Laffón) pasando por la recuperación de cierta visión academicista (Muñoz Vera y su Escuela de Chinchón) o romántica (José Manuel Ballester). A ellos se les sumarían los hoy llamados neometafísicos, más proclives a lo imaginario y preocupados por formas de soledad y de vacío que nos trasladan al territorio de lo enigmático o lo presentido. Y debemos mencionar aquí, aunque obviamente su estudio excede el ámbito de este artículo, esa forma no tradicional –mas sí pictórica- de tratar el paisaje que floreció a finales de los 60 y que se conoce como Land Art o Earth Art: “más que representarlo, un gran número de artistas prefirieron entrar en él, emplear sus materiales y trabajar con sus elementos más sobresalientes. No describían el paisaje sino que lo comprometían, su arte no era del paisaje sino en el paisaje” [15]. El Land Art es arte ecológico en estado muy puro y, como se ha dicho a menudo, no es crítico, ni reivindicativo, ni participa de ese “anti-humanismo” que define Silo.

Sin embargo, ni conceptual ni técnicamente puede relacionarse a los artistas adscritos a estas corrientes con la pintura expresionista de la mayoría de los llamados nuevos paisajistas españoles: la real y tangible tradición paisajística en España la perpetúan en mi opinión aquellos a los que a menudo he considerado como los herederos de la Escuela de Madrid y que lo son, precisamente, porque su pintura nace del amor al paisaje (especialmente el ibérico), del respeto a la tradición pictórica española –que no al cuadro-objeto-, del sentimiento del paisaje y al dictado del paisaje. Todos ellos, por lo demás, enfatizan, transforman y deforman; todos se hallan formalmente próximos al expresionismo y, pese a la distancia que les separa de él –la industria del arte abre abismos-, suelen admirar a ese gran expresionista y pintor de la Tierra que es Barceló, deudor él mismo de la tradición alemana.

 

  1. El paisajismo hoy

 

Este paisajismo español actual le debe mucho a José Sánchez-Carralero, Catedrático de Paisaje en la madrileña Facultad de San Fernando, hombre culto, nada torpe en el manejo de letras y palabras e insobornable pintor, que ha dejado a lo largo de su trayectoria su huella en una entera generación de pintores además de numerosos testimonios de su ideario. Para él, “la pintura de paisaje brinda grandes posibilidades de libertad, posibilidades que han aprovechado tanto los pintores cómodos y vacíos como los más exigentes y creativos. (…) Los responsables de lo que representa la libertad creativa han aceptado y entendido el paisaje como un reto, dejando con sus obras grandes aportaciones que han ayudado a modificar nuestra visión para sentir y entender mejor el acontecimiento natural que nos rodea”. Tanto el acercamiento amoroso a la naturaleza como la búsqueda de la belleza son para él vías de conocimiento puesto que “cada hombre, en la medida en que desarrolle sus potencialidades y su comprensión de la naturaleza en relación con su yo, así colaborará a construir positivamente tanto a la naturaleza como a sí mismo, dependiendo de ello su trascendencia y su felicidad, el ser o no ser. Esta comprensión le llevará a entender la vida bajo el signo del amor, surgiendo de este modo las actitudes necesariamente bellas, es decir la actitud estética” (en parecidos términos se expresa, como veremos, Stefano Zecchi). Y, al final de su Olvidar lo aprendido [16], sugiere algo que es de interés para nuestra tesis: “generalmente, la temática del paisaje apareció de manera más o menos generalizada y significativa en momentos coincidentes con una visión filosófica del hombre basada en la desegolatrización, orientada hacia la apertura e integración con el entorno, tanto inmediato como cosmogónico; abarcando lo tangible y lo intangible, la poesía y el misterio”. Es decir, que el paisajismo es y crea cosmogonía.

En la estela de Carralero o de José Mª Rueda, impulsores de unas ya míticas becas, se sitúa toda una generación de pintores expresionistas que han hecho del paisaje el eje de su producción pictórica y desde finales de los ochenta varias galerías promocionan con éxito a estos jóvenes, la mayoría de los cuales realizó su primera individual antes de licenciarse. Los caracteriza ese mismo ascetismo, esa austeridad, ese contagiarse la tela de la severidad del paisaje ibérico, que hallamos en los pintores de la Joven Escuela Madrileña y que, evidentemente, no participan de esa visión pesimista de la naturaleza que hemos ido construyendo a lo largo de las últimas décadas. Lo que cuadros como los suyos nos devuelven es, al contrario, esa cierta plenitud o ese gozo que embarga al hombre cuando se sumerge en la naturaleza: una drástica reducción de la ansiedad, una puesta en marcha del mecanismo atrofiado, un afloramiento de pensamientos olvidados… El arte oficial, en cambio, tiende a ser urbano y a adaptarse a los gustos y los tiempos del urbanita: “La ciudad es el objeto del arte porque sólo en ella se puede experimentar y producir lo moderno, que es un conjunto de hechos fugitivos, instantáneos, fragmentarios y sin continuidad; lo que estaría muy bien si no fuera porque todo esto no tiene más que un posible destinatario, un personaje capaz de ver rápidamente y sacar significados provisionales de sus observaciones, así como de interpretar el grupo del que forma parte, la multitud, y su única patria, la ciudad” [17].

 

  1. La hora de los encuentros

 

A medida que se desarrolla la antítesis (se ha partido, recordémoslo, de la improbable existencia del paisaje en la era de la total cosificación de la naturaleza), hay una palabra que empieza a aparecer insistentemente, emergiendo de los textos y de la actitud misma de todos esos solitarios que, desde hace casi dos siglos, salen al campo pertrechados con sus lienzos y pinceles: libertad, sí, ya se ha dicho; pero esa es inherente al artista y se supone que a todo hombre en el agrietado mundo libre que nos legó la Ilustración; la palabra, de uso mucho más incómodo, es amor. “Ya es hora de que comience una conquista inversa, la de nosotros mismos por nuestras más amables potencialidades y no la del entorno y los otros. Una conquista que no se salde con la aculturación sino con cultura, ésa que es sencillamente amor y respeto a lo que somos y a lo que nos permite ser” [18], decía Joaquín Araújo precisamente en la casa de uno de los artistas que con mayor prontitud y clarividencia planteó la necesidad de un nuevo modelo urbanístico amoroso y respetuoso: César Manrique, celoso guardián de Lanzarote, mecenas, y pionero de la arquitectura ecológica.

Discurso aquel del que abusaré ahora porque representa el reverso luminoso de la siniestra y deprimente tesis, la niega, la desbarata punto por punto: “sólo liberándonos de una tiranía autoimpuesta, como es la de valorar al tiempo a través de la velocidad en consumirlo, podremos acercarnos a una de las facetas más constructivas del hecho de estar vivo: disfrutar de la lentitud”; acompasamos ya nuestro andar a lo que llamé el ritmo majestuoso de Gaia; y de paso, al de Luis González Robles, el exquisito comisario que fabricó el mito del informalismo español: “el hombre que corre pierde la dignidad”, le dijo una vez al joven y estresado crítico; así, el dandysmo es ecología, porque es cultura y placer de vivir: lo que Araújo llama “artistización, es decir, la recuperación de la belleza de la Naturaleza y de nuestras conductas en ella”. ¿Se necesita más? “El sentimiento de la naturaleza, el amor culto y sereno a los entornos naturales, es la cima de la civilización y de la Cultura”, afirmaba Unamuno hace más de medio siglo; “lo más importante de la obra de arte no es la técnica, sino el palpitar que de amor a la humanidad tenga la obra”, sentencia Henry Moore… Y Roger Garaudy, al que invoca Araújo: para salir del impasse tenemos que “contemplar a nuestro planeta como lo que es: una verdadera obra de arte; pero al mismo tiempo, empezar a contemplarnos a nosotros mismos como los artistas que vamos a culminar esa obra de arte”; y con razón, exclama: “¡Cómo concuerda la trayectoria de César Manrique con esta apreciación!”…

Porque es tiempo ya de felices reencuentros, de luz y aire: ahí están, en lugar destacado, los pioneros, artífices de las primeras agrupaciones de paisajistas: “Propio es en efecto de nuestra organización amar la naturaleza,  y recrearnos con la vista de los árboles y las flores, de los montes y de los valles, en cuya presencia respira el alma con esa expansión a que no le es dado entregarse en medio del tráfago mundanal y encerrada en el recinto de las ciudades” [19]; junto a ellos –qué importan los siglos-, los artífices del Land Art, que “se rebelan contra la tiranía de los entes abstractos, desprovistos de expresión y emotividad, recuperando la naturaleza y el paisaje para el arte” (Maderuelo), o los hábiles especialistas de la pintura rápida, que llegada la primavera son convocados a innumerables certámenes por toda la geografía española y efectivamente la recorren, a menudo con sus familias, reencontrándose ellos mismos con ese campo del que viven y con sus muchos compañeros de fatigas; aquí está también, presidiendo acaso la reunión, la ciencia nueva, accesible y hermosa: “Por ello Ecología es una ciencia con alma, es una ciencia para la vida, es la ciencia de los puentes y no de las fronteras, de la sutura y no de la saturación, del encuentro con la adolescencia común de la humanidad que es la Naturaleza. Es la ciencia por fin de todos y no de una elite o un puñado de elegidos (…). Es, al fin, una ciencia filosófica, es una filosofía de la ciencia. En muchos sentidos entronca con enfoques propios del humanismo. E, incluso, destroza el apabullante dominio de la especialidad y dignifica el generalismo” (Araújo); y a su lado, el humanismo de Giorgione, que es la luz de Carralero, maestro de paisajistas del siglo XXI: “Este provocó un importante cambio, una decisiva renovación que supuso el abandono de un mundo egocéntrico, que terminó secándose en sí mismo, y cuyo principal protagonista en pintura era la figura humana. (…) Giorgione invirtió este protagonismo, hasta entonces fundamental, pasando la figura humana a ser un elemento más de la naturaleza y todo, a su vez, bajo el denominador común de luz totalizadora  como enfoque de un mundo abierto y poético, en el que el hombre abandona su incuestionabilidad y prioridad sobre el cosmos para incorporarse desde su humilde pero importante pequeñez” [20]

Y están los jóvenes paisajistas, certificando que “la entrega artística sin concesiones da libertad” y que la creación es un acto poético, máxima expresión de la subjetividad, testimonio de una inocencia y una pureza que no han de sernos arrebatadas. Unos simplemente en su jardín, espacio natural protegido y hecho a su medida que no por ello deja de ser naturaleza, el hogar acogedor del hombre (porque también en el Romanticismo nace ese otro paisajismo que es la cultura del parque y el jardín); otros, en algún lugar de ese paisaje español que aún los llama. Toda esta pintura no es alegre –ningún expresionismo lo es- y tiende a tornarse oscura: los fantasmas existen –y aprenden rápido-, como existe el desgarro en la Tierra y el Hombre. Pero poco importa porque sabemos ya que su melancolía no es el Social Anxiety Disorder que repentinamente se apodera del urbanita. Al contrario, con su pintar visceral, con su trémulo gesto, con su emoción vertida, el artista desenmascara cuanto de falaz hay en el fatalismo nihilista que, como reptil, se infiltró en el alma humana a lo largo del siglo XX: “nos sentimos culpables de la degradación del mundo, pero no nos sentimos responsables de su belleza”, se lamenta Zecchi [21].

¿Culpables? La negatividad moderna mallarméana ha degenerado, en las sociedades aburguesadas, en una cultura de la queja y esta a su vez, a medida que crecía monstruosamente la industria mediático-propagandística, en una cultura de la admonición que se dota de una sólida coartada moral a la que damos el nombre lamentable de “concienciación” (es decir, reprobación o reproche): concienciar al prójimo de lo que a uno le molesta o le interesa resulta más rentable que actuar uno mismo, ya que lo primero se lleva a cabo a través de un canal o de un grupo de presión (ambos de pago) y lo segundo, directamente y en silencio; políticos, funcionarios, comunicadores y artistas, convertidos en profesionales de la concienciación más o menos masiva y fatalmente estéril, contribuyen a la propagación de un paralizante sentimiento de culpa.

Y será precisamente esto lo que nos permita distinguir a quienes aspiran a construirse a sí mismos en armonía con la naturaleza participando así de la inaplazable estetización del mundo, de aquellos otros que se limitan a diseccionar la angustia causada por una pesadilla que –nunca mejor dicho- es artificial, cuando no a perpetuar la farsa desde su privilegiada posición de concienciadores; a los artistas y los poetas de los oportunistas fabricantes de lustrosos objetos sin alma destinados al ególatra ensimismado, ansioso y velocísimo que se ahoga en su montón de cosas. Y será esto, también, lo que nos permitirá justificar, no tanto la indiscutible existencia de un paisaje malherido pero vivo que tal vez haya sido puesto ahí, no para sino por nosotros, cuanto la necesidad de curarnos nosotros ensanchando nuestra percepción: “la experiencia de la belleza es un tipo de conocimiento que el nihilismo de este siglo nos ha negado”, escribe Zecchi, sugiriendo así que la vía clausurada era y es nada menos que un maravillarse, que el verdadero aprendizaje de la vida sólo es posible en el más hermoso de los paisajes…

Así, tanto la Gaia desalmada que resulta de una visión perfectamente objetiva de la naturaleza, sofisticado perpetuum mobile hecho a imagen de una utópica infinitud de la que, paradójicamente, se descree, como la Gaia-cyborg, retrato de nuestro moderno y reciente modus vivendi acelerado y despilfarrador, son de hecho los monstruosos productos de una misma pesadilla –el antiguo sueño de la razón– y, como tales, irreales visiones. Se desvanecen éstas cuando irrumpe el ser ausente y dado al olvido de su condición -“acuérdense de sí mismos”, les decía siempre a sus discípulos el extraño señor Gurdjieff-, cuya inteligencia ha de permitirle, no sólo buscar y hallar su lugar y su razón de ser en el Universo, sino hacerlo con tanta elegancia que su respuesta son y serán las más bellas obras de arte y las más inspiradas palabras. Aparece aquí el veneciano Giorgione, protagonista de ese último capítulo, “breve esbozo de lo que me gustaría que fuera un amplio estudio que desearía abordar algún día” del libro de Carralero; nos reencontramos con los escritores y pintores románticos, valerosos y frágiles juguetes de lo inefable, persuadidos de la “íntima e ingenua unidad del hombre y la naturaleza”; con el Carus que predica la renuncia a los bienes materiales, con los paisajistas españoles del XIX, conscientes ya -¡tan pronto..!- de que la ciudad es sucia y ruidosa morada, indigna del alma; con sus continuadores madrileños, descubridores de ese paisaje español hecho de tierras y gentes que hechizó ya a George Borrow, Jorgito el inglés, el romántico viajero; con las creaciones de César Manrique, que acaso hayan de ser vistas en la nueva era como los ingenuos balbuceos del niño que quiere crecer.

Porque el pintor de paisajes, desde su humilde posición frente a la grandeza del mundo natural y al discurso artístico dominante, celebra el amoroso encuentro con la naturaleza y manifiesta con y en su obra que, si bien el hombre es especie superior, no significa esto que el resto de las criaturas sean incapaces de dar respuesta a sus inquietudes, sus problemas y sus necesidades estéticas: el objeto, fetichizado por el dadaísmo hace casi cien años y reducido a la condición de fétido urinario por el más lúcido de sus manipuladores, no nos da nada, no nos habla de lo Otro; sólo nos retrata tal y como somos en nuestro mundo de objetos. El paisajista en cambio, como depositario de un legado pictórico típicamente romántico, sabe de la voz de la naturaleza y participa así de un posible humanismo de raíz ecologista que se abre a una nueva edad. Esta es, en definitiva, la situación del paisajismo en la era de la extinción masiva. Como no podía ser de otro modo: lo contrario hubiera significado que el arte era otra gran mentira; que el artista no lo convoca; que la Naturaleza no fue siempre su maestra; que a través suyo no se abre paso la voz de la Tierra. Esa que desde antiguo le atrae hacia sí, no para dictarle urgentes medidas, ni para convertirle en un concienciador más, sino para darle la brisa, el aroma, el canto, el color y el consuelo.

Javier Rubio Nomblot

 

[1] Javier Arnaldo. Prólogo a: Carl Gustav Carus. Cartas y anotaciones sobre la pintura de paisaje. Visor Dis, Madrid, 1992.

[2] Alejandro Jodorowsky. Psicomagia. Random House Mondadori, Barcelona, 2005.

[3] Mary B. Shelley. Frankenstein o el moderno Prometeo. Prólogo a la edición de 1831.

[4] F. C. Serraller y Á. González. Paisaje español entre el realismo y el impresionismo. Cat. Galería Multitud, Madrid, 1976.

[5] Anónimo (Pseudo Longino). Sobre lo sublime. Bosch, Barcelona, 1977.

[6] Carl Gustav Carus. Op. Cit..

[7] Javier Maderuelo. Nuevas visiones de lo pintoresco. El paisaje como arte. Fundación César Manrique, Lanzarote, 1996.

[8] Ibíd.

[9] Jaime Morera. Citado por F. C. Serraller y Á. González. Op. Cit. Conviene recordar, no obstante, que la existencia de un verdadero impresionismo en España es muy dudosa.

[10] Raúl Chávarri. Mito y realidad de la Escuela de Vallecas, Madrid, 1975.

[11] Publicado en la revista Artes en 1933. Recogido en: Enrique Azcoaga. Alberto. Ministerio de Educación y Ciencia, 1974.

[12] Antonio Martínez Cerezo. La Escuela de Madrid. Ibérico Europea de Ediciones, Madrid, 1977.

[13] Federico de Madrazo, 1872. Citado por F. C. Serraller y Á. González. Op. Cit.

[14] Silo. Obras Completas (Vol I),

[15] John Beardsley, 1984. Citado por Javier Maderuelo. Nuevas visiones de lo pintoresco. El paisaje como arte. Fundación César Manrique, Lanzarote, 1996.

[16] José Sánchez-Carralero. Olvidar lo aprendido. Junta de Castilla y León, 2000.

[17] Horacio Fernández. Ciudad. Cat. Photo España, Madrid, 2005.

[18] Joaquín Araújo. La cultura ecológica. Fundación César Manrique, Lanzarote, 1995.

[19] Nicolás Gato de Lema, 1858. Citado en: F. Calvo Serraller y Ángel González. Op. Cit.

[20] J. S Carralero. Op. Cit.

[21] Stefano Zecchi. La belleza. Tecnos, Madrid, 1994.

Inquietante conferencia de Javier Rubio en el I Aula Internacional de Paisaje de la AEPE

 

Inquietante texto del crítico de arte, que publicamos íntegramente y ve la luz por primera vez en la Asociación Española de Pintores y Escultores

El pasado 19 de mayo tenía lugar la segunda conferencia del I Aula Internacional de Paisaje que ha organizado la AEPE, cuyo protagonista fue el crítico de arte ligado a nuestra institución, Javier Rubio Nomblot.

Con una gran concurrencia deseosa de escuchar las interpretaciones siempre informalistas de Rubio, la conferencia fue por él introducida, y leída por una cordial colaboradora que puso voz a la charla, tras la cual el Presidente de la AEPE, José Gabriel Astudillo, dio paso a los asistentes, que participaron muy vivamente en la misma.

Según informó Javier Rubio, la conferencia fue escrita hace once años y es inédita, puesto que no se ha publicado aún en ningún medio, lo que motivó que debido al interés de los conceptos expuestos, y la masiva petición de los asistentes para hacerse con la conferencia, sea publicada de forma íntegra en nuestra página web y en cuadernillo aparte que habréis recibido junto a esta Gaceta de Bellas Artes.

Comentada y aplaudida, hizo reflexionar a los presentes sobre el medio ambiente, la ecología, la naturaleza y el paisaje, siendo un verdadero tratado sociológico del arte del plenairismo con todo tipo de especulaciones.

En palabras de Javier Rubio, “en cuanto al contenido, voy a aventurar una hipótesis. Yo creo que lo que aquí se intenta decir, a la luz de cierta cantidad de textos de distintas épocas, es que en la actualidad, y tal como está nuestra relación con la naturaleza, la pintura de paisaje, el pleinairismo, y otras prácticas como el Land Art (este texto también debió servir para un comisariado muy bonito, artista y abuelo, pero el CDAN cerró), en cierto modo pueden ayudar a resolver este conflicto que tenemos actualmente en nuestra relación con la naturaleza.

Se trata de una especie de demostración experimental, entre expresionista y paranoico-crítica, no ortodoxa. Consecuentemente, más que a la comprensión del oyente, aspiro a que quede una suerte de idea, de esperanza. Se trata, a fin de cuentas, de justificar, de dar sentido al acto de pintar el paisaje hoy en día. En un momento en el que incluso justificar la pervivencia de la pintura resulta complicado. Tal vez más que nunca en la historia, creo que se dice aquí, tiene sentido salir al campo a pintar. Para demostrar esto de una forma no ortodoxa, se parte de una especie de descripción apocalíptica de nuestra relación con el medio natural y se intenta llegar a una respuesta. Como es evidente, yo no puedo resolver racionalmente este conflicto. Por eso el texto toma forma de brainstorming: se busca una respuesta del inconsciente.

El texto íntegro puede verse en esta misma web, pestaña Noticias y Publicaciones, subpestaña Entevistas y Reportajes

Abierta la inscripción al I Aula Internacional de Paisaje de la AEPE

I AULA INTERNACIONAL DE PAISAJE

Organizada por la Asociación Española de Pintores y Escultores, viene a cubrir una demanda que hará de Madrid la capital mundial del arte del paisaje 

Una gran exposición de los mejores trabajos en septiembre,

pondrá el broche final a esta primera edición

La Universidad Rey Juan Carlos ha reconocido dos créditos académicos 

Ya está abierta la convocatoria para el I Aula Internacional de Paisaje que ha organizado la Asociación Española de Pintores y Escultores y que tendrá como centro de mira y escenario principal al Parque del Retiro de Madrid.

En ella, un total de once docentes de reconocido prestigio, se encargarán de impartir clases prácticas y teóricas, teniendo como punto de encuentro y foro común la Casa de Vacas del Retiro.

Alberto Martín Giraldo, Coque Bayón de la Fuente, José Luis Ceña Ruiz, Charles Villeneuve, Irene Cuadrado, Ramón Córdoba, Sonia Casero, Antonio López, Jean-Baptiste Sècheret, Javier Rubio Nomblot y Alessandro Taiana serán los responsables de llevar a cabo cinco cursos prácticos de una semana de duración, que a lo largo del mes de mayo se verán complementados con las conferencias en las que se tratará sobre la técnica pictórica del “plein-air”, o lo que es lo mismo, pintar al aire libre.

Hasta una semana antes se podrán presentar las solicitudes de aquellos participantes que quieran optar a una de las 100 plazas convocadas. El coste del curso tiene un precio especialmente popular, de tan sólo 150 euros para los artistas, en concepto de matrícula. El planteamiento del I Aula Internacional de Paisaje nace con la idea de abordar la pintura en exteriores en uno de los meses que más plácida puede hacer esta tarea.

Organizado por la Asociación Española de Pintores y Escultores, el I Aula Internacional de Paisaje comprende dos modalidades, una de iniciación y otra de perfeccionamiento especialmente dirigida a los pintores que quieran compartir sus experiencias entre ellos y recibir los consejos de destacados artistas, especialistas todos en pintura de paisaje. Cada curso se desarrollará a lo largo de cinco días, en jornadas de 10 a 18 h, durante los cuales los participantes trabajarán del natural.

Los temas propuestos por los profesores serán la naturaleza que los rodea del propio Parque del Retiro; aunque, en todo caso, se dará libertad a los alumnos en la elección temática, siempre que la pintura sea tomada del natural.

La importancia del taller no reside únicamente en el perfeccionamiento de la técnica y la orientación de los caminos personales de los alumnos; sino también en el enriquecimiento vital y profesional a través de debates sobre el ejercicio de la pintura entendida como Arte.

Serán los profesores quienes se encarguen, tras el análisis de las obras realizadas en cada curso, de seleccionar aquellos apuntes más interesantes para formar parte de la exposición de las obras realizadas en el I Aula Internacional de Paisaje que tendrá lugar en el mes de septiembre en la Casa de Vacas del Parque del Retiro, convirtiéndose en un aliciente más para participar en esta actividad.

Tal y como comenta José Gabriel Astudillo López, Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, el I Aula Internacional de Paisaje “es una propuesta de calidad, única en su género y atractiva en sí misma, que pretende llenar un vacío en la docencia de esta disciplina del paisaje, y englobar a todos los amantes de la pintura al aire libre en un Aula de alto nivel, sin comparación con ninguna existente en España, motivo que nos impulsó a ofrecer esta oportunidad que va a ser un gran éxito por lo que de “exclusiva” tiene. Nos gustaría que esta primera iniciativa se constituyera en una referencia obligada en el mundo del arte, haciendo de Madrid el centro mundial en donde aplicar una tradición artística del paisaje, al modo en que otros países lo hacen y con una categoría indudable y excepcional”.

INFORMACION E INSCRIPCIONES

Asociación Española de Pintores y Escultores

C/ Infantas, 30. 2º drcha.

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CURSO COMPLETO:

(Teoría + Práctica) 42 horas

MATRICULA: 

150 euros

Por riguroso orden de inscripción

El Aula se desarrollará en el Parque del Retiro de Madrid, con apoyo técnico en el Centro Casa de Vacas, situado junto al embarcadero

CERTIFICACION:

La asistencia al I Aula Internacional de Paisaje será reconocida con un diploma expedido por la AEPE

La Universidad Rey Juan Carlos ha reconocido dos créditos académicos al I Aula Internacional de Paisaje de la AEPE

I Aula Internacional de Paisaje de la AEPE

Acaba de ver la luz el díptico de inscripción de la que será la I Aula Internacional de Paisaje de la AEPE que tendrá lugar del 8 al 26 de mayo de 2017 en la Casa de Vacas del madrileño Parque del Retiro.

Cursos semanales impartidos de lunes a viernes en horario de 10 a 18 h. que cuentan con una parte práctica y otra teórica, y que correrá a cargo de profesores de la talla de Alberto Martín Giraldo, Coque Bayón de la Fuente, José Luis Ceña Ruiz, Charles Villeneuve, Irene Cuadrado,  Ramón Córdoba, Sonia Casero, Antonio López, Jean-Baptiste Sècheret,  Javier Rubio Nomblot y Alessandro Taiana.

Con dos niveles, uno básico de iniciación y otro mucho más experto de perfeccionamiento, cuenta además con otro aliciente y es que al finalizar el curso los profesores seleccionarán las mejores obras realizadas, que formarán parte de la exposición que con ese motivo se realizará en la Casa de Vacas del Parque del Retiro, en el mes de septiembre de 2017

Por riguroso orden de inscripción, el curso contempla un total de 42 horas y un precio único de 150 euros, desarrollándose en el Parque del Retiro de Madrid, con apoyo técnico en el Centro Casa de Vacas, situado  junto al embarcadero. Además, la asistencia al I Aula Internacional de Paisaje será reconocida con un diploma expedido por la AEPE.

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El planteamiento del I Aula Internacional de Paisaje nace con la idea de abordar la pintura en exteriores en uno de los meses que más plácida puede hacer esta tarea.

La técnica pictórica del “plein-air”, o lo que es lo mismo, pintar al aire libre, es una modalidad que se desarrolla del natural y cuya voluntad y esfuerzo necesitan de una férrea disciplina y una técnica específica.

Una lista interminable de artistas ha practicado en mayor o menor medida la pintura al aire libre, haciendo de su paleta una arriesgada conjunción de estilos cuyo resultado siempre sorprendía por el dinamismo y la frescura de las obras.

Pero para todos aquellos que quieren superar los problemas creativos que supone la pintura del natural, proponemos este estudio de la naturaleza a través de la práctica personalizada en la que crear, con modelos reales de paisaje, una herramienta con la que resolver y evolucionar nuestras propias limitaciones a la hora de afrontar la pintura de paisaje.

Por lógica, el objetivo fundamental consiste en que el alumno adquiera algo que antes no tenía, integrándose en un proceso de aprendizaje progresivo, cooperativo, colaborativo y de la mano de grandes profesionales de la técnica.

Serán ellos quienes nos enseñen a adquirir procedimientos metodológicos para desarrollar mediante un proceso de investigación personal y de trabajo constante, una evolución en el propio lenguaje teórico-práctico como profesional, orientada a la observación y desarrollo del concepto de paisaje.

Crear, elaborar y producir imágenes, formas, objetos, entornos con los que dar cauce a la expresión de la sensibilidad de cada artista y servir de enriquecimiento de su propia experiencia lectiva. Estudiaremos las diferentes técnicas pictóricas para dilucidar cómo resolver con creatividad y destreza la representación de la naturaleza y los elementos del paisaje.

Pero además, el Aula Internacional estudiará la práctica de la pintura de paisaje y su visión actual en el arte y la cultura, así como la necesaria reflexión de forma crítica sobre el trabajo de algunos de los más grandes artistas del género, adquiriendo otro tipo de conocimientos sobre los problemas definidos por otros artistas, así como las soluciones dadas por estos, los criterios utilizados y el por qué de los mismos.

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Díptico I Aula Internacional de Paisaje de la AEPE

Coderch & Malavia 52 Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura

La Reina Doña Sofía presidió el fallo del Jurado y entrega del

52 PREMIO REINA SOFIA DE PINTURA Y ESCULTURA

 

SS.MM. los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía son los

Presidentes de Honor de la centenaria entidad desde 1964.

 

Posteriormente visitó la exposición y saludó a los artistas

            S.M. la Reina doña Sofía presidió el martes 14 de marzo en el Salón de Actos de la Casa de Vacas del madrileño Parque del Retiro el acto en el que se dio a conocer el fallo del Jurado y la entrega del 52 Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura que organiza la Asociación Española de Pintores y Escultores, en colaboración con Google.

52 Premio Reina Sofía

S.M. la Reina Doña Sofía entrega los diplomas y medallas a Joan Coderch Pares y Javier Malavia Tabares

La obra ganadora ha sido una escultura en bronce de 173 x 42 x 37 cms, titulada “Hamlet”, original de Coderch & Malavia (Joan Coderch Pares y Javier Malavia Tabares), escultores que viven en Valencia y trabajan a cuatro manos “olvidándose del ego para que prime la calidad del resultado final en un proyecto poco común que une a dos sensibilidades para crear una obra conjunta”.

El acto contó con la presencia del Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, José Gabriel Astudillo López, el Director de Políticas y Asuntos Públicos de Google España y Portugal, Francisco Ruiz Antón, el Secretario de Estado de Cultura y la Secretaria General de la Asociación Española de Pintores y Escultores, Mª Dolores Barreda Pérez, además de los miembros del Jurado, entre otras autoridades e invitados relacionados con el mundo de la cultura.

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De izquierda a derecha: Mª Dolores Barreda Pérez, Secretaria General de la Asociación Española de Pintores y Escultores, Fernando Benzo, Secretario de Estado de Cultura, Joan Coderch Pares, S.M. la Reina Doña Sofía, Javier Malavia Tabares, José Gabriel Astudillo López, Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores y el Director de Políticas y Asuntos Públicos de Google España y Portugal, Francisco Ruiz Antón

Recordamos que el Jurado ha estado formado por José Gabriel Astudillo López, Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, Mª Dolores Barreda Pérez, Secretaria General de la Asociación Española de Pintores y Escultores, Antonio Vargas Cano de Santayana, Manager de Políticas y Asuntos Públicos de Google, Julio López Hernández, Escultor y Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Eduardo Naranjo, Pintor, escultor, grabador y Académico de la Real Academia de las Artes y las Letras de Extremadura, Alejandro Aguilar Soria, Pintor, escultor y artista multidisciplinar, Evaristo Guerra, Pintor, Javier Sierra, Periodista y escritor, Javier Rubio Nomblot, Crítico de arte y comisario y Tomás Paredes Romero, Presidente de la Asociación Española de Críticos de Arte.

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A la foto de familia se incorporó también los miembros del Jurado

Tal y como comenta José Gabriel Astudillo, “para la Asociación Española de Pintores y Escultores ha sido un gran triunfo conseguir reunir a tan insignes personalidades para un acontecimiento como lo es el Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura, que llega a su 52 aniversario; pero ha sido también un enorme éxito, y muy destacable, conseguir un fallo tan fiable y unánime, avalado por tan ilustres representantes del mundo del arte”.

Además de la obra premiada, el Jurado ha decidido nombrar finalistas las obras de Carmen García Bartolomé, conocida artísticamente como Carmen la griega, Juan José Lozano Rosado, Pedro Quesada Sierra y Leonor Solans Gracia.

A la convocatoria del 52 PREMIO REINA SOFÍA DE PINTURA Y ESCULTURA se han presentado más de 250 obras de artistas de toda España, habiendo realizado el Jurado una selección de las mejores obras que arrojan un total de 69, correspondientes a 67 diferentes artistas.

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Los artistas seleccionados para la exposición han sido: Ana Alcaraz Montesinos, Erik Arenas Gómez, Ángel Arribas Gómez,  Martín Ballesteros Esteban, Miguel Barbero, Juan Manuel Bernardo Bueno, Tino Canicoba, Teddy Cobeña, Coderch & Malavia (Joan Coderch Pares y Javier Malavia Tabares), Ramón Córdoba Calderón, Raquel Coronado García, Leovigildo Cristóbal Valverde, Antonio de Ávila, Soen Bravo, María Ángeles Elías Serra, Magdalena España, Raimundo Folch, Ismael Fuentes, José Enrique Gómez Perlado, Manuel Gracia García, Guzpeña, Carla Hoet, Chari Horcajada Fernández, Rodrigo Hurtado Parra, Teiji Ishizuka, Carmen la griega, Fernando Lafuente Lestón, Andrés Lasanta Jimeno, Luis López Villamor, Coro López-Izquierdo Botín, Juan Manuel López-Reina Coso, Juan José Lozano Rosado, Ana Llestín, María R. Maluenda Gómez, Ángel Maroto García, Juan Ramón Martín, Luis Martín Duque, José Enrique Melero Blázquez, Carmen Merino, Vicente Molina Pacheco, Sandra Molina Yus, Luis Olaso Garralda, Belén Ordovás Muriel, Juan de la Cruz Pallares García, Nélida Pecharroman del Cura, María Pinto Rey, Gonzalo Prieto Cordero, Pedro Quesada Sierra, Pablo Reviriego Moreno, Pilar Rivero Donoso, Marcelo Daniel Rodríguez, Sergio Romero Linares, Pilar Sagarra Moor, Cristina Salvans Moreso, Mark Sanfer, Lidia Sancho Heras, Lola Santos, Paco Segovia, Leonor Solans Gracia, Jesús Soler, Manolo Tabernero, Antonio Téllez de Peralta, Austion Tirado, Omaira Trujillo, Jorge Rodríguez Fernández y Pablo Vidal.

Más información en esta misma web, pestaña «Certámenes y Premios», subpestaña «Premio Reina Sofía».

Coderch & Malavia Sculptors

52 PREMIO REINA SOFIA DE PINTURA Y ESCULTURA

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

http://coderchmalavia.blogspot.com.es/

Joan Coderch nació en Castellar del Vallés (Barcelona) en el año 1959 inició sus estudios en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona en 1979 y se graduó en la especialidad de escultura.

Javier Malavia nació en Oñati (Guipúzcoa) en 1970, se licenció en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos en Valencia en 1993.

Ambos artistas se conocieron al entrar a formar parte del equipo de escultores de la empresa de porcelana Lladró, donde aprendieron a dominar el lenguaje de este delicado material a la vez que realizaban demostraciones de su trabajo viajando por todo el mundo.

En el año 2015 deciden embarcarse en este proyecto conjunto.

Fascinados por la escultura figurativa, el ser humano es el elemento central de su discurso estético. Partiendo siempre de modelos del natural, sus esculturas realizadas en bronce* exploran diferentes actitudes humanas frente a la vida y que el espectador descodificará según sus propias vivencias estableciendo una relación singular que le proporcionará una experiencia personal.

Pese a su corta trayectoria como Coderch & Malavia, han participado en más de 15 exposiciones colectivas e individuales, obtenido varias selecciones y reconocimientos en concursos y algunas de sus obras forman parte de colecciones particulares en distintos países de Europa, Asia y América.

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