Mª Blanca Mac-Mahon Ordoñana

Por Mª Dolores Barreda Pérez

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

Mª BLANCA MAC-MAHON ORDOÑANA

 

MAC-MAHON ORDAÑANA, Mª Blanca        P   1885      LA HABANA       VALLADOLID

Mª Blanca Mac-Mahon Ordoñana se inscribió en nuestra entidad como “Pintora”. Socia de número, no podemos determinar exactamente su fecha de alta.

La artista, nació en París el 15 de agosto de 1926.

María Blanca en una imagen de su juventud

Contrastamos los datos con su encantadora hermana, Rosa Mac-Mahon, quien guarda de la artista un recuerdo de absoluta admiración, solo superado por el sentimiento de profundo afecto y cariño a quien tan unida estuvo en vida.

Era hija de Manuel Mac Mahon y Valarino, fallecido en Madrid en 1968, y de Ángela Prudencia Ordoñana Gordovil, fallecida en 1993, matrimonio que tuvo dos hijas: Rosa, pintora autodidacta de vocación más tardía, maestra y catequista y Mª Blanca, tres años mayor, pintora y restauradora que falleció sin descendencia.

En su infancia, la familia regresa a Madrid hasta que estalla la guerra civil, que gracias a la doble nacionalidad, pasan la madre y las hijas en París,  mientras su padre permanece en Madrid toda la contienda.

María Blanca a los dos años de edad

Desde su más tierna infancia destacó su inclinación por las bellas artes, e inspirada por su madre,  una mujer adelantada a su tiempo que vio en sus hijas cualidades artísticas, comenzó copiando con dibujos que fue perfeccionando gracias a sus indicaciones.

En París donde destacó también por sus dotes artísticas y ya de regreso a España, se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios, cuando contaba tan solo con 14 años, y donde destacó rápidamente en las clases de dibujo.

De allí pasaría a la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Ángela Prudencia Ordoñana Gordovil y sus hijas María Blanca y Rosa

En un artículo sin datar publicado en la prensa bajo el título de “A las sobrinas de Apeles les espera una labor dura”, bajo el subtítulo de “Nosotras, las mujeres”, y firmado por Ángeles Villarta, se describe así a Blanca: …”Era una adolescente alta, delgada, muy bonita… Blanca tiene ojos profundos, soñadores y largas manos expresivas… de familia bilbaína, concluyó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid… Blanca era alumna de la Escuela de Artes y Oficios, donde destacó en clase de dibujo. Tenía vocación de pintora, pero es tímida y posiblemente no se hubiera arriesgado a manifestar su deseo porque temía el fracaso. A sus padres les gustaban mucho los dibujos de Blanquita. Un profesor, el señor Bermejo, intervino afortunadamente. –Fue a visitar a mi madre y le dijo que yo no debía desaprovechar mis condiciones para la pintura. Que ingresara en San Fernando. Fue el día más feliz de mi vida. Pero comprendí que una cosa era querer ser alumna de la Escuela y otra distinta conseguirlo. Mamá me animaba mucho. Es bilbaína, y, por lo tanto, muy tenaz. Le encantó la idea de tener una hija pintora. Puede decirse que fue mi “manager”. Un “manager” maravilloso. No sería exagerado asegurar que entré en San Fernando por delegación-“… Blanca prefiere el óleo, la composición… Su pintura, cuajada de aciertos, fue favorablemente juzgada por los mejores críticos. No resultó la presentación prematura de una obra y consiguió un gran éxito. Hoy lo conseguiría mayor porque ha realizado grandes progresos artísticos… La pintura es un arte caro, y Blanca ha buscado una fórmula que le permita preparar sus trabajos para la próxima exposición sin resultar, en exceso, gravosa al presupuesto familiar… Blanca Mac Mahon se ha especializado en el arte de restaurar. Con un grupo de compañeros realizó tan delicada labor en el retablo de San Juan de los Reyes de Toledo. Estuvo también en El Escorial. Actualmente trabaja en el Palacio Real… -Me gusta, no siento la menor afición por la copia, pero la restauración me atrae. Encontrarte con un cuadro destrozado, casi destruido y, poco a poco, devolverle todo su valor… En muchas ocasiones es preciso rehacer partes absolutamente perdidas sin restar nada al conjunto, siguiendo rigurosamente las características del resto de la obra, el estilo del artista que lo creó. Es una ocupación que proporciona sentido de la responsabilidad. Te confían una obra de gran mérito que puedes estropear si te descuidas, si no estás alerta pendiente de tu trabajo… Además de los conocimientos generales a todo artista, un restaurador precisa conocimientos de elaboración y preparación de materiales y una gran precisión de pincel. En España se puede hacer una labor importantísima, puesto que la riqueza pictórica es muy grande. Hay muchos cuadros deteriorados que podrían salvarse, lo mismo que en los museos, en las pinacotecas, en tantas iglesias y conventos-“.

La joven artista modelando en la Escuela de San Fernando

De aquellos días de estudios y trabajo, de esfuerzos y aprendizaje, Blanca recordaría que en su promoción eran apenas una docena de mujeres como ella las que cursaban estudios, pero que la mayor parte de las jóvenes, abandonaron los mismos para contraer matrimonio.

Como además era bellísima, en la escuela sirvió de modelo para sus compañeros, que hicieron de su imagen infinidad de retratos y esculturas, ya que veían en ella el ideal de belleza que pretendían copiar.

Autorretrato a los 18 años

De 1943 a 1947 cursó estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Allí fue donde conoció a su marido, compañero de estudios, con quien contrajo matrimonio, el también pintor Rafael Reyes Torrent, artista valenciano de merecida fama en los círculos culturales y artísticos de la capital que retrataba a la más alta sociedad de la época y miembro también de la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1940, en donde aparece registrada como “María Blanca Mac-Mahon y Ordañana, natural de París. Domiciliada en Madrid, calle Mercenado, 46. Alumna de la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando de Madrid”. A la misma presentó la obra inscrita con el número 431 y titulada “Orvieto” (óleo).

María Blanca pintando al aire libre

A lo largo de su vida, María Blanca compaginó su faceta de pintora con la de restauradora, lo que le permitió vivir siempre de su trabajo, que como nos confiesa su hermana, “necesitaba pintar para vivir”.

Participó en el XX Salón de Otoño de 1946 y según confesión aparecida en una revista de la época sin poder determinar, bajo el título de “Las 3 Marías en el Salón de Otoño”, firmado por Juan de Diego, “… -el cuadro que yo expongo es un retrato de mi padre. Lo hice este verano en quince días y pensando en el Salón de Otoño-. María Blanca tiene una mirada llena de ilusiones. Piensa casarse cuando ella y su novio hayan vendido muchos cuadros. Entonces pondrán un estudio precioso y vivirán para el Arte y por el Arte. A María Blanca le hubiese gustado ser autora de “El Cardenal”, de Rafael… y a la pregunta de si piensa ganar mucho dinero con la pintura contesta que –sí… por ambición-… María Blanca recibió el primer encargo cuando copiaba un cuadro en una galería de la Escuela de San Fernando. Era un embajador extranjero, y la copia le valió quinientas pesetas; lo que ella había pedido en su inocencia… -Soy muy deportista, pero no practico ningún deporte. De niña saltaba muy bien a la comba eso de “al cocherito leré”… y en París gané una copa de plata en el internado por saltos de altura y de longitud-. A la pregunta de si existe algo en la vida por lo que dejaría de pintar contesta enérgica: -¡No! ¡Nada existe en el mundo capaz de hacerme olvidar que soy pintora!… Usted no sabe lo que se disfruta pintando-”.

La artista, a la derecha, restaurando en la Escuela de San Fernando

En 1951 expuso en la Sala Macarrón de Madrid y en 1953 participó en el Homenaje a Vázquez Díaz que tuvo lugar en el Museo Nacional de Arte Contemporáneo, junto a artistas como Eva Aggerholm, Venancio Blanco, Pilar Calvo, Ángel Ferránt, Ramón Lapayese, Jorge de Oteyza, José Planes, Ricardo Baroja, José Beulas, Rafael Boti, Canogar, Ramón Casas, Javier Clavo, Cossío, Salvador Dalí, Díaz Caneja, Luis Feito, M. A. Ferránt, Menchu Gal, Gutiérrez Solana, Agustín Ibarrola, Francisco Iturrino, José Lapayese, Aurora Lezcano, Ricardo Macarrón, Martínez Novillo, Enrique Mélida, Benjamín Palencia, Darío Regoyos, Rafael Reyes Torrent, Rubio Camín, Vaquero Turcios, Cristino de Vera, …

Niña sentada, sanguina

En 1953 intervino en la Exposición de Pintores españoles contemporáneos en Viareggio (Italia).

Participó también en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1954, en donde aparece registrada como “María Blanca Mac-Mahon y Ordañana, natural de París. Domiciliada en Madrid, Fernández de los Ríos, 96. Alumna de la Escuela Central de Bellas Artes”. A la misma, concurrió con la obra inscrita con el número 294, titulada “Guisando (Gredos)”.

La artista el día de su boda con Rafael Reyes Torrent, quien también fuera miembro de la AEPE

En 1955 cursó estudios en la Academia Española de Roma, aprovechando el premio “Roma” que obtiene su marido, y coincidiendo allí con otros compañeros de la Escuela de San Fernando como Joaquín García Donaire y Francisco Echauz.

Durante su estancia en Roma, que duró más de tres años, eran frecuentes los viajes del matrimonio a capitales europeas como Austria, Alemania, Dinamarca, Holanda, Bélgica o Francia, en las que recogían la influencia de los artistas clásicos.

Plumilla con aguada

En 1957 la Accademia Mondiale degli Artisti e Professionisti de Roma otorga el título de Maestro Accademico honoris causa a Blanca Mac Mahon, en reconocimiento a su trabajo en el campo de la pintura.

En 1959 Blanca fue condecorada con la Medalla de Plata en el Concurso Internacional de Roma Olimpiónica.

Autorretrato con bastidor

En 1961 realizó una exposición junto a su marido en la Sala Libros de Zaragoza, donde María Blanca presentó unos retratos que “demuestran una gran soltura y dominio técnico, tanto con la espátula como con el pincel”.

Participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1962 con la obra inscrita con el número 60 titulada “Madrid”, Sala III. P.V. En el catálogo se especifica que era “natural de París, domiciliada en Madrid, Marcenado, 42. Alumna de la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Ha expuesto en Mostra dei pittori Espagnoli, residentes en Roma, Salones Macarrón. Tiene obras en la Diputación Provincial de Ciudad Real y en colecciones particulares en Italia, Francia, Dinamarca y España. Profesora de dibujo. Premio Corporaciones en la Nacional de Bellas Artes de 1960”.

De regreso a Madrid, el matrimonio se instala en un estudio en la calle Sánchez Pacheco, 61.

Un retrato rápido hecho por su marido, Rafael Reyes Torent

En los años 60 llevó a cabo distintas exposiciones, como la realizada en los Salones Macarrón de Madrid.

En 1965 presentó en la Galería de Arte Atril una serie de óleos, dibujos y acuarelas “suficientes para acreditarla de la mejor manera entre nosotros. Figuras concebidas con brío y amplitud varoniles y tratadas con un colorido armonioso y transparente que revela una alta calidad pictórica (Blanca se ha dedicado algún tiempo a la restauración de cuadros antiguos. Nada tan útil para profundizar en las técnicas). Confieso mi predilección por los dibujos a pluma, terminados a la aguada. Es en ellos donde la artista se manifiesta más espontánea, más “suya”, recogiendo en una Parente facilidad una larga experiencia. Todo vibra, todo vive en aquellos trazos delicadísimos, manejados con maestría insuperable”…dice al presentárnosla el Marqués de Lozoya”, según apareció en el ABC el 7 de enero en una breve reseña firmada por Juanvi.

La promoción de la artista en los estudios de restauración

María Blanca modelando

La artista sorprendida con los pinceles

En 1968 consiguió una Mención Honorífica por su dibujo titulado “Palamós”, en el III Premio de Pintura “Villa de Palamós”, que mereció una reseña en la revista Proa en la que se dice: “Dibujar, para Blanca Mac-Mahón, es algo extraordinariamente sencillo. Ella habla con la pluma, se expresa con los trazos con tanta seguridad y con tanta vehemencia, como lo era el hablar para García Sanchíz o lo es para Beulas, ese coloso, el pintar las estepas aragonesas. Sus retratos, que hace con la rapidez con que manos expertas realizan un encaje de bolillos o un bordado de filigrana, contrariamente a su condición de maestra mano femenina, tienen una fuerza varonil, son recios y expresivos, fieles y espontáneos. Viajera incansable, ha recorrido junto a su marido casi toda Europa, obteniendo premios resonantes, mereciendo en 1968 el ser nombrada miembro académico Honoris Causa de la «Academia Mondiale degli Artisti e Professionesti» de Italia. Su obra está representada en Museos y numerosas colecciones extranjeras y nacionales. Palamós supo aceptarla y admirarla. Esperamos que en un futuro próximo nos vuelva a honrar con una nueva muestra de su arte”.

Retrato de mi padre

Tras la muerte de su esposo en 1984, María Blanca continuó pintando y restaurando, dedicada a la que fue su gran pasión hasta pocos meses antes de su fallecimiento, que tuvo lugar el 16 de agosto de 2016, justo al día siguiente de cumplir los 90 años.

Retrato de mi hermana Rosa

Mujer inteligente, sanguina

Mª Blanca Mac-Mahon Ordañana y la AEPE

* Al XX Salón de Otoño de 1946 concurrió inscrita como Mac-Mahon (María Blanca), con el número de obra 118. Titulada “Retrato de mi padre” (óleo)

* En el XXII Salón de Otoño de 1948 se presentó como asociada, Mac-Mahon (María Blanca), e inscribió con el número 266 la obra titulada “Horizonte”.

Retrato de mi padre, con el que participó en el XX Salón de Otoño de 1946

La Anunciación, óleo

Plumilla del monumento al General Martínez Campos, en el Retiro

Iglesia de Madrid, plumilla

Puerta de Alcalá, plumilla

Niña sentada, sanguina

Bibliografía y webgrafía

https://ddd.uab.cat/pub/llibres/1960/191258/expnacbel_a1960.pdf

http://www.joyanco.com/EnciclopediaArbillas/arbillas/fam19362.html

https://ddd.uab.cat/pub/llibres/1954/191178/expnacbel_a1954.pdf

https://www.abc.es/archivo/periodicos/abc-madrid-19681101-101.html

https://www.myheritage.es/names/maria_ordo%C3%B1ana

https://ddd.uab.cat › pub › llibres › expnacbel_a1962

https://ddd.uab.cat › pub › llibres › expnacbel_a1960

http://ganatiempos.blogspot.com/2019/09/las-ovejas-perdidas-de-hoy.html

http://tietarteve.com/exposicion-san-pedro-de-alcantara-y-su-santuario-en-oropesa/

https://ganatiempos.blogspot.com/2016/08/requien-para-un-ser-querido.html?zx=f0b4eb00aa67f16e

“Tradición y modernidad: Arte en Zaragoza en la década de los años cincuenta”, Mª Isabel Sepúlveda Sauras, Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 2005.

Revista Proa de Palamós, Nº 38, julio y agosto de 1968

“Instituciones artísticas del franquismo

ABC 07/01/1965   08/09/1968   12/10/1984   06/10/1956   30/09/1961

¡Hola!  10/4/1965

El Diario de Ávila   25/7/2011  20/9/2012

Archivo Histórico “Bernardino de Pantorba” de la Asociación Española de Pintores y Escultores

www.gacetadebellasartes.es

www.salondeotoño.es

Archivo familiar de Dña. Rosa Mac Mahon, a quien desde estas líneas deseo agradecer su colaboración y esfuerzo por rescatar del olvido la figura artística de su hermana María Blanca

Venancio Blanco recibió la “Medalla de Honor” de la Asociación Española de Pintores y Escultores

El escultor que ha revolucionado el arte sacro, Venancio Blanco, recibió el pasado viernes día 24 de febrero la Medalla de Honor de la Asociación Española de Pintores y Escultores, rodeado de numerosos amigos y socios que no quisieron perderse este sencillo homenaje al que acudieron numerosos amigos y seguidores del artista salmantino.

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La mesa presidencial estaba formada por el Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, José Gabriel Astudillo López, por el Vicepresidente de la centenaria entidad, Juan de la Cruz Pallarés García, por el homenajeado, Venancio Blanco, la Secretaria General de la AEPE, Mª Dolores Barreda Pérez, por el Socio de Honor y también escultor Julio López Hernández, que no quiso perderse el acto, y por el Presidente de la Asociación Española de Críticos de Arte, Tomás Paredes.

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Además del hijo del homenajeado, en el acto estuvieron presentes distintos miembros de la Junta Directiva de la institución, como los Vocales Juan Manuel López-Reina, Alicia Sánchez Carmona, Pedro Quesada, la Tesorera Ana Martínez Córdoba, el Bibliotecario Fernando de Marta y Sebastián, y la Asesora de Presidencia Itziar Zabalza Murillo, además de distintas personalidades como Francisco Molina, Director del Taller del Prado, la Directora de la Fundación Venancio Blanco y multitud de artistas y socios de la entidad.

Repleto de referencias personales y artísticas transcurrió un acto emocionado en el que a modo de introducción, la Secretaria General, Mª Dolores Barreda Pérez, realizó un breve recorrido por la trayectoria artística y profesional del reconocido escultor haciendo especial hincapié en proporcionar a los presentes un bosquejo resumido de cómo es Venancio Blanco, y no sólo de su biografía, con datos y fechas frías y distantes, sino introduciendo a los presentes en la vida, el pensamiento y un poquito en el alma mágica del artista.

Por lo entrañable de sus palabras y por la encendida defensa de su perfil humano, reseñamos a continuación toda la intervención de la Secretaria General:

“Señoras y señores, queridos socios y amigos, muy buenas tardes a todos y bienvenidos a esta casa común que es la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Celebramos hoy el acto de imposición de la Medalla de Honor de la entidad a D. Venancio Blanco.

Este es un acto sincero y sentido que lo único que pretende es homenajear a un gran artista, a una gran persona.

Debo plasmar aquí una recapitulación de su trayectoria artística a grandes trazos, pero qué decir de un genio como él… creo que siempre me quedaría corta.

De su relación con esta Asociación Española de Pintores y Escultores sí puedo citarles que Venancio ha participado en las Exposiciones Nacionales, de las cuales posee la Primera Medalla, y ha sido varias veces miembro del Jurado del Salón de Otoño, la última vez en el año 1990, cuando se llegaba a la edición número 57 de tradicional certamen.

De su biografía, como en las anteriores ocasiones que se ha concedido este galardón, me gustaría remitirles a cualquier enciclopedia, o mejor aún, a la página web de la Fundación Venancio Blanco, en donde encontrarán pormenorizada información acerca de su vida, de la cual trazaré sólo a grandes rasgos unas líneas, ya que lo que aquí nos interesa, es el perfil humano de un gran hombre como Venancio Blanco.

Venancio Blanco nació en 1923 en Matilla de los Caños del Río (Salamanca), aunque luego se crio en la localidad vecina de Robliza de Cojos, pueblos ganaderos con toros bravos y encinares, que marcarán su obra.

Estudió en la Escuela Elemental de Trabajo y en la de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Salamanca y en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando en Madrid.

En Italia, descubrió la escultura, no solamente como elemento de expresión artística, sino como forma de vida. Allí aprendió en su totalidad el proceso de fundición del bronce. Y como él mismo asegura: “Roma para mí lo ha sido todo”.

Mucho más tarde descubriría la Grecia clásica donde se extasió de ese despojo de esencias formales, en la depuración total que siempre había intuido y que allí encontró.

Profesor de Modelado en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, es Académico de Bellas Artes y miembro correspondiente de la Pontificia Insigne Academia Artística dei Virtuosi al Pantheon, además de otras muchas como la Real de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, la Real de Córdoba y de la Purísima Concepción de Valladolid.

En 1981 fue nombrado director de la Academia Española de Bellas Artes en Roma.

La obra de Venancio se vuelca en dos grandes temas: el religioso y la tauromaquia.

En el tema religioso coinciden sus preocupaciones estéticas y espirituales con la renovación del Concilio Vaticano II, pero sin descuidar la imaginería tradicional.

En sus tauromaquias, de las que parte de los modelos de Mariano Benlliure, prescinde de la minuciosidad del detalle para centrarse en la búsqueda de las formas con una evidente economía de la materia, en una línea muy próxima a la abstracción.

Cuando recuerda al toro en el campo, lo hace primero con miedo, después con respeto y más tarde con el ideal de la belleza que desprende el animal, trasladándola a la escultura, a la figura, a la estética y dinámica, a la grandeza de su nobleza.

Otros temas presentes en su obra son el deporte, el flamenco, el cante jondo, el desnudo femenino… todo ello expresado a través de formas elementales que se identifican con el abrumador peso del sentimiento en las formas. Y también como tema los toreros, que al principio eran impersonales y abstractos pero que terminaron adaptándose a determinados diestros como el sevillano Juan Belmonte.

Es miembro del grupo de los Seis Escultores, formado por José Carrilero Gil, Joaquín García Donaire, César Montaña, Benjamín Mustieles y Jesús Valverde.

El grupo de los Seis Escultores se constituyó en los años 60 en Madrid y se integra en el marco de la escultura neofigurativa, tendencia que muestra un interés por representar la realidad a través de formas entre la figuración académica y el informalismo.

Es la de Venancio una larga trayectoria repleta de exposiciones, premios y reconocimientos de diversa índole, que refleja el arte de un escultor de lo óptimo, que ha sabido encontrar y mantener la pureza de las formas, y de un escultor optimista, que ha estado siempre aprendiendo y empezando.

En el año 1997 Venancio Blanco creó la Fundación que lleva su nombre, dirigida a promover la difusión de la escultura y el dibujo en la sociedad, sobre todo entre los jóvenes y niños.

Formado a la estela de los clásicos dentro de las vanguardias más actuales, Venancio Blanco es una figura por derecho propio en el mundo del Arte. Dentro de las corrientes del naturalismo, para algunos estudiosos de su obra, parte del grupo próximo al neofigurativismo de los Seis Escultores para otros y un genio libre imposible de encasillar en una tendencia concreta para la mayoría de quienes observan su obra, el artista salmantino crea con la necesidad de “descubrir la belleza y transmitirla”, como ha manifestado en multitud de ocasiones.

Blanco considera la vida y las experiencias personales como una sucesión de talleres de los que han partido en un viaje sin fin centenares de obras de arte, hoy repartidas por nuestro país y más allá de nuestras fronteras.

Como todos los grandes artistas, considera imprescindible una excelente formación técnica en dibujo y modelado. Prueba de ello son sus propias composiciones, perfectas, inspiradoras, figurativas o esquemáticas, su impresionante visión del vacío, de los vacíos, que el espectador puede entender como el alma de las piezas.

En definitiva, una creación meditada, detenida, llena de sensaciones que magistralmente traduce a un material como el bronce.

En su trabajo como creador hay una constante presencia del dibujo que él define como un misterio. En sus propias palabras, “Si sabes dibujar, pocas veces pierdes el tiempo mirando a cualquier parte. El dibujo es entendimiento, incluso de lo que puede ser sorpresa. La belleza siempre va unida a la sorpresa, al dibujo, a la vida. Si quieres gozar la vida, no tienes más remedio que observar la naturaleza y mirar cómo te enseña el dibujo. La idea, hasta que no encuentra la materia, es un hecho mental. Es el dibujo el que elige la materia idónea para que el capricho de la idea –casi siempre la idea es caprichosa- no pierda su sentido”.

Valora sobremanera el hombre, el amigo, la amistad. Echa de menos la crítica constructiva que siempre ha cultivado rodeado de amigos y alumnos y es amante del sentido del humor, de la confianza y de la sinceridad.

A los artistas sólo les da un consejo: “que dibujen todos los días y que conozcan las distintas materias para tener la libertad de poder expresar una idea. Y sobre todo, que cada día tengan mayor ilusión”.

Se siente orgulloso de ser Académico, porque en sus propias palabras, “la Academia está llena de maestros, que respetan el trabajo que uno hace”. Y sigue pensando que para un artista, ser académico es uno de los galardones más importantes.

El aspecto humanista de Venancio ha influido toda su labor creativa y docente, lo que nos hace ver la profunda dimensión religiosa de toda su obra. Porque Venancio es un artista cristiano y un escultor creyente.

Venancio es un hombre que reza. Cuando hoy en día sonroja confesar unas creencias, Venancio es valiente y asegura que “me ensañaron a rezar de pequeño, y rezando aprendí a dibujar”. El Padrenuestro es el primer dibujo que hace cada mañana, porque después, “las ideas son más claras”.

Por todo ello Venancio Blanco ha contribuido a la transformación del arte sacro español, es un referente de la renovación de este arte, debiendo apreciar su capacidad para renovar las fuentes de la inspiración cristiana desde una actitud de fe que lo equipara a otros artistas consagrados, por su calidad artística y su creatividad, que trasciende el anacronismo en el que se sumió el arte religioso.

Su obra transmite una fuerte expresividad y espiritualidad, que inundan todas sus formas. La evidente gravedad de sus creaciones, el dramatismo trágico y la estilización hacia la verticalidad sumen toda su obra en un mundo ascético repleto de esperanza.

Para Venancio, el ejercicio de la escultura es casi contemplativo porque al ser un artista creyente, se ha convertido en un experto de la búsqueda trascendente en base al cotidiano diálogo con Dios, con los otros y con la materia.

Venancio es un hombre amable, atento, sabe escuchar, reprende con cariño, con ganas de incentivar y sacar lo mejor de cada uno.

En el recorrido de su obra no hay un dilema entre abstracción y figuración. Ambas cualidades van siempre unidas y son inseparables. La realidad nos presenta formas, aparentemente comprensibles, tangibles pero que portan consigo un componente de abstracción que es el que las distingue y las individualiza.

Por eso, cuando disfrutamos de la obra de Venancio podemos vislumbrar en ella, algo más que se esconde detrás de la superficie. Un gesto, una textura, el trazo intenso realizado con el carbón. Son los que convierten al dibujo o a la escultura en algo que trasciende la materia. Es lo que nos conmueve y nos emociona, nos transmite verdad, bondad y belleza, tres cualidades implícitas en cada una de sus piezas independientemente del tema que sea.

Todo ello no es más que la demostración tangible de la grandeza de su alma, de la generosidad de su corazón y de la rectitud de sus sentimientos.

Por eso, para esta Asociación Española de Pintores y Escultores es un honor otorgar esta distinción a un excelente escultor y a una extraordinaria persona.

Venancio: sólo queremos que sea ésta una muestra de la profunda admiración que todos los socios y amigos aquí reunidos, sentimos por tu trabajo y los méritos para la concesión de esta Medalla que hoy orgullosamente te distingue.

Muchas gracias.”

6 a

A continuación, el Presidente entregó la Medalla de Honor a Venancio Blanco, quien la recibió emocionado y dirigió unas palabras a los asistentes en las que sólo pudo agradecer el honor y declararse feliz y emocionado por el hecho de estar allí, y saberse de verdad objeto de una atención tan especial.

Las palabras del Presidente fueron:

“D. Venancio Blanco, miembros de la Junta Directiva, autoridades asistentes, queridos socios y amigos, bienvenidos todos y gracias por vuestra presencia en este acto que me honra presidir.

Esta Asociación siempre ha creído que homenajear a los grandes artistas que tiene España era un deber con la historia, con la propia Asociación Española de Pintores y Escultores y con todas las personas que habéis demostrado vuestro amor y vuestro compromiso con esta institución y con el mundo de las bellas artes.

España está perdiendo la costumbre de rendir homenaje y tributos monumentales a los auténticos genios del arte. Ya no se glorifica ni perpetúa la memoria de personalidades artísticas que engrandecen nuestra sociedad con su arte. Ya no hay encargos importantes para realizar grandes monumentos en los que buscar los valores escultóricos más permanentes y de secular vigencia.

Esta es la gran reivindicación que hoy quiero hacer desde esta tribuna. Desde nuestros medios, con nuestro granito de arena, queremos rendir tributo a uno de los grandes genios de la escultura: Venancio Blanco.

No lo hacemos con collares o condecoraciones, ni pomposos actos repletos de medios de comunicación y de curiosos. Nosotros lo hacemos de forma sencilla, sentida y humilde, en un reconocimiento sincero a quien tanto ha hecho por la escultura en España.

Mañana no habrá titulares en los periódicos ni reseñas televisivas porque España ya no gusta de rendir honores ni tributos.

Rendir homenaje siempre ennoblece a quien lo recibe, pero engrandece también a quien lo otorga. Porque es justo alabar y reconocer a quien debe ser admirado y respetado por su creación y por su ejemplo.

Nuestra sociedad actual, especialmente nuestros jóvenes escultores, necesitan referencias y valores, necesitan impulso y esperanza. Y eso es lo que representa Venancio Blanco: los valores humanistas que desprenden sus creaciones son fruto del trabajo, del esfuerzo y del sacrificio, que son la única vía para el éxito.

Pero además Venancio Blanco es referencia y ejemplo a seguir, un hombre capaz de ejercer influencia ante la juventud, con capacidad para ilusionarla y animarla a asumir los riesgos que todo artista debe afrontar, así como a volver a ponerse en pie ante los fracasos y las críticas.

La obra de Venancio Blanco es atemporal. Gusta a distintas generaciones porque trasciende, porque hace pensar, nos hace sentir, nos hace identificarnos como parte de una idea creadora que sabe proyectar y compartir su creación con el resto del mundo.

Y por ello debemos darle las gracias y por ello se ha hecho digno merecedor de este reconocimiento, porque sólo hombres como él están impulsando a los creadores y muestran a la perfección una descripción singular de nuestra identidad y nuestras cualidades como hombres.

Reconocemos aquí las dificultades con las que se ha encontrado Venancio a lo largo de su vida. Pero los sacrificios que ha realizado, las alegrías que ha experimentado y el singular significado que para él tiene el conjunto de su producción y experiencia artística y profesional son hoy ejemplo para muchos artistas de España. Porque el ejemplo de su vida nos interesa a todos.

Se ha dicho que quizá el sentido del arte sea ofrecer incesantemente la opción de perfeccionarse a los hombres. Por eso, este galardón reconoce una vida, un camino personal que nos lega en las obras entregadas, una referencia visible en la que se nos ofrece, al revivirlas y contemplarlas, ser también artistas. Se nos ofrece así una posibilidad de acción que trasciende el mero disfrute y nos permite, fundiéndonos en la dinámica de su propia fuerza, también mejorar.

La vida de Venancio Blanco representa un momento esencial de nuestra cultura escultórica; en todas y cada una de sus obras reconocemos algo nuestro y encontramos referencias para expresarnos y comunicarnos.

La Medalla de Honor que hoy te entregamos es un modo de confirmar, de reafirmar que, en pleno esfuerzo por superar circunstancias adversas, estamos contentos de vivir y que en la vida hay una gran belleza. Tú así nos lo has mostrado. Como también nos has enseñado que no hay progreso sin cultura. Y como también sabemos que España no progresará sin ejemplos como el que tú representas.

Tu trayectoria humanista, tu trabajo, tu ilusión, tu ejemplo, son las actitudes que hoy reconocemos con la concesión de esta Medalla que en nombre de todos los artistas de España tengo el honor de entregarte.

Después de escuchar las palabras de nuestra Secretaria General, que en esencia ha reflejado quién es Venancio Blanco, habría muchísimo más que decir sobre sus esculturas, porque aquí apenas hemos podido abordar de forma muy reducida su vida y obra, pero me gustaría que se fueran hoy de aquí después de haberles podido transmitir algo del espíritu que anima la extraordinaria obra de Venancio Blanco, que ahora estamos celebrando como se merece.

No obstante, antes de concluir, deseo dejar constancia de una parte excepcional de Venancio que directamente nos concierne y es el hecho de poder sentirnos orgullosos de que España posea un conjunto incomparable de piezas de este humanista, este trabajador, este caminante y asceta infatigable; ese mejor representante hoy en el mundo de lo que, gracias a él, seguimos llamando actualmente escultura. Pocas veces, me he sentido más orgulloso y feliz al participar en un solemne acto de reconocimiento como el presente.

Felicidades Venancio”.

Fue después requerido para que firmara en el Libro de Honor de la Asociación Española de Pintores y Escultores, y así lo hizo, dejando además dibujada una cruz sencilla, vigorosa y de una tremenda fuerza que hizo las delicias de cuantos la contemplaron.

Además, Venancio Blanco tuvo la gentileza de obsequiar a la Asociación Española de Pintores y Escultores con un dibujo que entregó al Presidente de la entidad, José Gabriel Astudillo, como muestra de agradecimiento por el homenaje recibido.

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