En torno a la cultura y al arte: voluntad política o más de lo mismo

Por José Gabriel Astudillo López

 

Desalentador. Con una sola palabra definiríamos las declaraciones del titular de Cultura del gobierno de España al referirse al sector cultural y asegurar que “ya llegará el momento en que tendremos que reimpulsar la cultura y el deporte”. Todos imaginamos cómo se ocupará del mundo del deporte después de tanto tiempo sin un solo partido de fútbol… pero miedo nos da pensar en las medidas que “implementarán” (palabra que ahora está tan de moda) para el sector cultural.

De momento, promete mantener reuniones y una mesa de diálogo permanente con el sector… pero para qué, o es que el propio Ministerio no sabe todavía la problemática del arte y la cultura.

Reuniones que parece ser ya ha tenido con los Consejeros de Cultura de las comunidades, con la Federación Española de Municipios y Provincias y con interlocutores válidos en el sector que parece ser, agrupan a la práctica totalidad de artistas visuales de nuestro país…

Y los demás qué? ¿Los demás no tenemos derecho a opinar? ¿O es que acaso lo que no se quiere realmente es que opinemos? Porque el ejemplo es claro, en el año 2018 todos estos agentes del sector cultural a los que me refiero, se dieron mucha prisa en aprobar el Estatuto del Artista, y a cuyo fracaso hoy asistimos y denunciamos, pues sigue sin dar soluciones a la precariedad de los artistas en España, encontrándonos todavía  completamente desprotegidos al no existir una legislación específica adaptada al sector que contemple nuestra actividad.

Es decir, los interlocutores válidos junto con el gobierno, aprueban un estatuto y se olvidan de desarrollarlo. Es más, personados en el Congreso para hablar con los diputados, nos dan la razón al no contemplarse en el sector como hay muchas profesiones, a los pintores y escultores específicamente, indicándonos que al haberse hecho mal, cuando pasara por el Senado habría que enmendar y corregir todas estas cuestiones. Y yo me pregunto ¿Entonces, para qué tanto correr?

La Asociación Española de Pintores y Escultores trabajaba en ese sentido; de hecho, fue consultada por algunos partidos políticos que encontraron en nosotros y en nuestra institución, razones sobradas para ser consultados, reafirmando nuestro válido papel como interlocutores más que cualificados a la hora de hablar de los problemas de los artistas en España.

Nadie recuerda ya que fue de la Asociación Española de Pintores y Escultores de dónde nació la creación de la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura; tampoco que a propuesta de la AEPE se aprobó la Ley de Propiedad Intelectual, pero sin embargo los interlocutores válidos para tratar sobre el arte y la cultura en España parecen ser otros, y los demás, con nuestras opiniones, debe ser que no debemos ser dignos de consulta.

Pedro Poggio y Álvarez (1863-1929), primer Director General de Bellas Artes y Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores en 1917

 

Aprobado el Estatuto, todos pasaron página, porque ya no era “necesario” y tampoco era el momento de abordar unas medidas que deben implicar obligatoriamente a distintas áreas de un gobierno como son las tributarias, legislativas, económicas, culturales…

Se nos llena la boca a la hora de decir que el arte es necesario en nuestra sociedad pero, sinceramente, dudo mucho que esta afirmación que encontramos a diario en todo tipo de discursos y publicaciones, sea real.

Y lamento afirmarlo porque algo que no está contemplado en la educación básica de nuestros hijos no podrá nunca ser algo que se valore como debiera.

Los planes de estudio que arrinconan las enseñanzas artísticas, no pueden ser nunca depositarias de la memoria artística de una sociedad simplemente porque no reconocen su importancia. Sin memoria no hay avance, igual que sin patrimonio no hay diversidad.

La crisis de los artistas no es nada nuevo. Venía de lejos y ahora se ve final e inexorablemente agravada, aflorando la precariedad cotidiana y haciendo patente la necesidad de soluciones que no se queden en simples parches.

El artista ha luchado contra ello desde siempre, echando mano a la imaginación, a la reinvención propia de todo proceso creativo, a la acumulación de obras sin salida que llenan espacios físicos y rompen el alma pero a las que no se puede renunciar porque según grita la sociedad, “forman parte de esta estructura democrática a la que pertenecen, haciendo solidaria a nuestra sociedad, explicando así su necesidad obvia”.

Qué palabras tan bonitas y huecas, qué discurso más encantador y vacío… porque si preguntamos a los artistas, el arte así concebido no da de comer, un oficio así concebido no da para ganarse la vida.

Mariano Benlliure, quien fuera Director General de Bellas Artes y Socio Fundador  de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

Si el artista se reinventa a cada momento, ¿no debiera reinventarse también todos los problemas asociados al arte? Me refiero a la Ley de Mecenazgo y Patrocinio que tenemos ahí plantada y con la que ocurrirá lo mismo que con el Estatuto del Artista…. que un buen día se hará a toda prisa, diciendo haber contado con el consenso de todos los agentes culturales (mentira que vuelvo a exponer por si cabían dudas al respecto), o con el tema del IVA cultural o las prestaciones y tributaciones a la seguridad social de los artistas y a las que ningún gobierno, ninguna administración, ningún partido político, va a meter mano jamás.

Todo ello, claro está, en beneficio de los artistas. Sobre todo ahora, en que de buenas a primeras, la sociedad cae en la cuenta de que en España hay millones de artistas. El confinamiento ha sacado de cada uno de nosotros un artista que ya se reivindica para cuando pase la cuarentena y se convoca para realizar exposiciones y actividades públicas de todo tipo.

Todos somos artistas. Ese parece ser ahora el lema. Entonces, ¿Qué pasa con los verdaderos artistas, con aquellos que llevan trabajando en esto toda una vida? ¿Qué pasa con aquellos a los que se ha negado una visibilidad que necesitaban? Pues simplemente, que se quedan ahí como mera anécdota, diluidos en el torrente imparable del creciente número de artistas que han aflorado con el desastre.

Es curioso cómo reconoce la sociedad a un individuo cualificado en un campo específico y es incapaz de reconocer que en el arte, como en el resto de profesiones, es necesaria una preparación, una formación, unos estudios y una experiencia para ser denominado como artista.

El intrusismo en nuestra profesión está subvencionado por los poderes públicos que animan a los ciudadanos a manifestar su arte y creatividad. Sin embargo, niega el reconocimiento a quienes se han formado y preparado de alguna manera para ello, igualándolos a quienes sin ningún tipo de preparación, proclaman su arte.

Nos resultaría escandaloso pedir a un abogado que fuera repartiendo recursos y pleiteando de forma altruista, pero nos parece lógico que quienes tienen arte tengan que aportarlo en beneficio de la sociedad así, libre y espontáneamente, amparados por la administración.

Ese desprecio por la profesión es el mayor daño que jamás se haya hecho a un colectivo profesional en una campaña de descrédito implícita a la que asistimos desde hace décadas.

Todo ello agravado por quienes se “intitulan” personas de la cultura, que parece ser son quienes deciden qué es arte y las acciones que cada gobierno que es encumbrado al poder, debe llevar a cabo en el ámbito cultural.

Claro está que todo se reduce al séptimo arte, que nació, creció y sigue multiplicando sus reivindicaciones a costa del erario público y de unos fondos que salen de los impuestos de todos los españoles, que cada acción que realizan está amparada por fondos públicos y cuya libertad se encuentra de esta forma, limitada a quienes se deben. El pago de las lealtades sigue vigente desde el nacimiento mismo de la humanidad.

Sobrevivir literalmente, sin más ayuda que la fe depositada en unas acciones limpias y honestas como es el caso de la Asociación Española de Pintores y Escultores, no vende nada. Sobrevivir sin ningún tipo de subvención, sin costar a los españoles ni un solo euro, sin comprometer nuestra libertad para acusar a quienes viven del cuento, de explotar una imagen y crear una corriente de opinión, no es algo de lo que presumir hoy en día.

Y sin embargo, la AEPE lo hace a diario, por eso su voz está más autorizada que otras en este invento cultural de la sociedad actual; por eso nuestra neutralidad y objetividad están fuera de dudas; por eso no somos consultados por el ministro, nosotros, que creamos la Dirección General de Bellas Artes en la época de Benlliure; nosotros, que organizamos Exposiciones Nacionales e Internacionales, Bienales de Arte…; nosotros, que buscamos únicamente el arte sin ningún tipo de condicionante ni beneficio propio; nosotros, que valoramos a quienes llevan una vida entera dedicada a esto; nosotros, que luchamos por dar visibilidad a los artistas con los escasos medios de que disponemos…

Eduardo Chicharro, Director General de Bellas Artes y Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

Ahora hablan ya de reflexionar para sacar conclusiones de esta crisis que vivimos a raíz del coronavirus. No, señores, no. La crisis la llevamos sufriendo muchos, muchos años, los mismos que la sociedad lleva mirando hacia otro lado y señalando como cultura falsos mitos y doctrinas, falsos héroes y espejos estéticos, siendo dirigidos por quienes dicen “hacer cultura” en bien de la sociedad.

Y el panorama así, se vuelve desalentador. De esta manera iniciaba esta reflexión tras escuchar las declaraciones del ministro de Cultura. Desalentador y decepcionante, añado. Seguimos pidiendo que los artistas creen gratuitamente frente al resto de profesionales, y no nos avergüenza pedirlo. Esa es la sociedad que dice estar abierta a la cultura y al arte. La que dice necesitar del arte para hacernos más solidarios. Inexplicable.

El arte continuará, siempre lo ha hecho pese a todo. Lo que ya no será igual será lo que llamamos el “mundo del arte”. La degeneración comercial de las mini galerías de arte terminaron de agravar la situación que atravesaba el sector justo antes de la pandemia. Galerías que se habían convertido en salas de exposiciones de alquiler en las que funcionaba la fórmula de la exhibición bajo condiciones de alquiler de espacio.

Quizás sobrevivan porque su función se limita a la cesión de uso de un espacio para el que no van a faltar artistas que tengan la necesidad de exhibir su arte ante la falta de espacios públicos y gratuitos en los que realizarlo.

Decía que el arte continuará existiendo y lo hará porque siempre habrá auténticos artistas, pese a que el “mundo de la cultura” vulgarice e iguale a creadores, siempre quedarán aquellos que “hacen arte” realmente, haciéndose fuertes y destacando frente al resto y pese a toda aquella corriente de opinión que se empeñe en diluirlos con la masa.

El arte es profesionalismo, eficiencia, exigencia, virtuosismo, constancia, práctica…. y por supuesto, genialidad. No todos los artistas la poseen, pero esa será la clave que los distinga y haga sobresalir en una sociedad que cuenta con tantos millones de artistas…

El ministro se empeña en proponer reconocer la cultura como un “bien de primera necesidad”, y quiere hacerlo con un “gran Pacto de Estado por la Cultura”, para la que no se han dado ni fórmulas ni se han adoptado medidas, quedando todo, como siempre, en pura palabrería que suena deliciosa pero sigue hueca. Me río más aún cuando dice que no dejará a nadie fuera, no sabemos de qué o de dónde, pero fuera estamos ya los pintores y escultores con los que no se ha contado, y la carcajada es total cuando asegura que la cultura “debe estar fuera del regateo político” en el que no entramos tampoco jamás… pese a las 21 peticiones de subvenciones de los proyectos y actividades que la AEPE lleva presentados en los últimos 3 años.

Todo continuará, me temo, como siempre… con los “señores de la cultura” encumbrados, con subvenciones, dispendios y apoyos millonarios a sectores audiovisuales, como ya comprobamos por las recientes concedidas a las televisiones… increíble pero cierto, y con el descubrimiento de nuevas formas de hacer cultura a raíz de frases tan tontas como “reivindicar el papel transversal de la cultura”… ¿me quiere explicar alguien qué es el papel transversal de la cultura y cuántas más tonterías tenemos que seguir escuchando acerca de la cultura?

¿Cuesta tanto hablar claro y directo de la cultura y el arte y dejarnos de frases y eufemismos que no dicen nada? Este sería quizás otro artículo para tratar las tonterías que en torno al arte manifiestan los “señores de la cultura”…

Así que sin propuestas serias, claras, definidas, reales y en papel, lo único que puedo decir es que los propios artistas sí estamos capacitados para hablar de arte, para discernir entre lo que es arte, para incluso, gestionar el mundo del arte. La Asociación Española de Pintores y Escultores así lo viene haciendo desde hace ya 110 años, sin ningún tipo de sobrecosto adicional, sin ningún tipo de gravamen, sin ningún afán de lucro o especulación, sin burbujas ni aviesas intenciones, reduciendo costes innecesarios, centrándose únicamente en la exhibición del arte pura y dura, sin artificios. Y lo hacemos bueno, bonito y barato. Cualquiera de nuestras exposiciones cumple el más exigente de los parámetros para dar paso únicamente a la calidad. Los últimos Salones de Otoño, los Premios Reina Sofía de Pintura y Escultura son sólo una muestra de lo que estamos haciendo.

Por eso es urgente revisar las modalidades de actuación vigentes de las administraciones públicas. Quizás una nueva modalidad de pacto público-privado pueda cumplir todas estas expectativas. Una institución como la nuestra está más que capacitada para realizar exposiciones de gran calidad en espacios públicos y llevar a cabo una programación de actividades en las que los artistas, con toda su grandeza y diversidad, puedan exhibir de forma “normal” sus obras y ponerlas al alcance de la sociedad.

Quizás porque es lo que llevamos haciendo ya 110 años, sabemos de lo que hablamos.

Quizás por ello seamos los más cualificados para ser interlocutores válidos ante las administraciones.

Quizás el hecho de que todos nuestros cargos directivos no perciban retribución alguna por el desempeño de su tarea a favor del arte y los artistas, nos haga diferente a quienes cuentan con consejos de administración y puestos más que bien remunerados.

Quizás porque entendemos que el arte es lo primero, seamos conscientes de lo que “cuesta” generar arte.

Quizás por ser artistas entendamos mejor que no hace falta “espectáculo” cuando se ofrece sólo arte.

Quizás sea hora ya de que la sociedad afronte nuestra existencia con el respeto debido al resto de profesiones y oficios, sin contemplar una “fatua gratuidad” mal entendida.

Quizás debería el ministro revisar los conceptos de cultura y arte y discernir sobre quienes lo generan si es que queremos que el arte y los artistas sobrevivan en la sociedad resultante al confinamiento.

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