Obras, artistas, socios, pequeñas historias…
Por Mª Dolores Barreda Pérez
Francisco Alcántara Jurado
ALCANTARA JURADO, Francisco P 1910(F100) 1858 PEDRO ABAD (Co) MADRID 8.may.1930
Socio Fundador
Fotografía de Francisco Alcántara de 1911
Francisco Alcántara Jurado nació en el municipio cordobés de Pedro Abad, el 27 de marzo de 1854, en el seno de una familia acomodada que posibilita recibir una educación y formación cultural superior a la de su entorno.
Su padre, Francisco Alcántara Muñoz, era un agricultor medio, además de un gran artista de la ebanistería. Su madre, María Josefa Jurado Alexandre, natural de La Granjuela, Córdoba, llegaría a Pedro Abad acompañando a su hermano Manuel, sacerdote y maestro.
El matrimonio Alcántara Jurado tuvo doce hijos, aunque algunos de ellos fallecerían siendo niños, destacando pronto Francisco por su gran inteligencia y una singular pasión artística, heredada sin duda de su padre.
A los doce años, pasó a realizar los estudios de bachillerato en Córdoba, entablando amistad con futuras personalidades de la política y la cultura españolas como Julio Burell, José Sánchez Guerra o Luis de Valenzuela, pero también se matricularía en las clases de dibujo y pintura de Rafael Romero Barros, director de la Escuela Provincial de Bellas Artes de Córdoba, donde coincidiría con otros artistas y también socios de la AEPE como Tomás Muñoz Lucena o los hermanos Rafael y Julio Romero de Torres, cuyo padre era el director de la misma.
Trasladado a Madrid, completaría los estudios de Derecho y Filosofía y Letras, si bien fue entonces cuando se dedicó a su mayor pasión: la pintura y el dibujo, ligándose estéticamente a la Escuela Francesa de Barvizon.
El arte, era su verdadera pasión, pero obligado por su familia, estudiaría la carrera de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. A mitad de la carrera, logró el ingreso en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
Una vez licenciado en Derecho, sin gustarle la profesión, la familia, le obliga a estudiar Ingeniería Agrónoma, también en Madrid.
Francisco Alcántara por Daniel Vázquez Díaz
Durante estos años de juventud, establece una gran amistad con Benito Pérez Galdós y José Ortega y Munilla. Ellos le abren las puertas al periodismo. Con los años, se ganará un gran prestigio como el mejor crítico de Arte del país.
Parte de su obra pictórica, se encuentra en la Escuela de Cerámica de la Moncloa. Por esta vocación, acabó siendo catedrático de Historia del Arte, siendo pionero en España en la enseñanza de esta materia en Secundaria.
Integrado en el círculo de seguidores de Francisco Giner de los Ríos, y las actividades de la Institución Libre de Enseñanza, su vocación como pedagogo y su preocupación por la educación le llevaron a fundar en Madrid los colegios Hispano-Americanos de Enseñanza Secundaria.
Vista de la Sierra de Madrid
Estuvo muy relacionado con personajes de la Generación del 98 y del mundo intelectual de su época como Manuel Bartolomé Cossío o el también socio de la AEPE, Aureliano de Beruete.
Estuvo muy vinculado a la Residencia de Estudiantes, donde era muy bien considerado, por su sabiduría. García Lorca, entre otros le tenían como ejemplo. Ortega y Gasset, le tenía como maestro de pensamiento y consejero. En este periodo alentó y fraguó grandes actos en la Residencia, como por ejemplo, la conferencia ofrecida por Marie Curie, que supuso un gran éxito en Madrid.
Amigo de José Ortega Munilla, daría clases a su hijo, José Ortega y Gasset, quien se referiría a él como “mi maestro”.
Plenamente convencido de su filosofía regeneracionista, en 1882 participaría en el Primer Congreso Nacional de Pedagogía.
Fue profesor de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Madrid, participando también como Jurado de las Exposiciones Nacionales de 1892, 1897 y 1899 y como secretario en la de 1895.
Empeñado en el continuo aprendizaje, viajará a Italia a ampliar sus conocimientos artísticos. Y se hará un gran experto en las artes industriales, sobre todo la Cerámica. Ello le convertirá en el adalid de este oficio.
Paisaje con aldeana
En 1911 fundó la que fue su gran obra, la Escuela de Cerámica de Madrid, y en 1922 la Escuela de Artes Industriales, donde estuvo instalada la antigua Fábrica de Porcelana de la Moncloa y de la China. Tuvo siempre un claustro importante de profesores y colaboradores, como fueron los Zuloaga, Vázquez Díaz, Benlliure, Maruja Mallo, Brihuega, Eguía, Guijo, A. García Villar, Carlos Moreno, etc., creando así un centro de vanguardia y calidad en la enseñanza artística que permanece activo actualmente.
La Escuela alcanzó de inmediato un gran prestigio y despertó un gran interés a nivel internacional.
Apunte
Concurrió por primera vez a la Exposición Internacional de Filadelfia, alcanzando los dos grandes premios que se repartían entre las naciones: uno para el pintor Anglada y el otro para la Escuela de Cerámica de Madrid.
También se presentaron a la Exposición de Monza, Italia, obteniendo otra recompensa y a la Exposición Internacional de Sevilla de 1929, logrando otro gran premio.
Los encargos y las ventas fueron muy numerosos, propiciando que se celebraran exposiciones en Argentina, recibiendo importantes encargos.
La Escuela mantenía técnicas como el esmalte, el bajo-baño, el gres, la porcelana y el esmalte sobre ladrillo y pizarra, aplicadas a la construcción.
Dibujo
Entre las aportaciones que hizo a las enseñanzas artísticas destaca el trabajar pintura de gran formato (algunas hasta de siete y ocho metros), incorporación de la materia de Historia de Arte en el currículo, incorporación de la fotografía como recurso de enseñanza.
La organización de los cursos de verano, como fuente de vivencias humanas especiales, para observar la naturaleza y para el conocimiento de la cultura española, siguiendo el espíritu noventayochista, así como la promoción de exposiciones de sus alumnos en España y en el extranjero, con la idea de mostrar las artes y la cultura españolas y el estímulo creativo para sus alumnos y profesores en un credo integrador de las artes.
Francisco Álcantara (2) en la inauguración de la exposición de los alumnos de la Escuela de Cerámica de 1922
En reconocimiento a esta aportación, la Escuela de Cerámica tomó su nombre, que hoy día se mantiene.
Junto a otros intelectuales de la capital, entre ellos el duque de Alba, bajo la Sociedad Española de Amigos del Arte, puso en marcha el Museo Municipal de Madrid.
Colaboró como crítico de arte en diarios y revistas como La Correspondencia de España, El Liberal, El Globo, Nuevo Mundo, Blanco y Negro, El Imparcial, El Sol, La Esfera, La Justicia, la Revista de España o la Nación de Buenos Aires, a menudo con seudónimos como Expladián y el Estudiante Españoleto, escribiendo más de 2.780 artículos de crítica de Arte.
Acto inaugural de la exposición anual de la Escuela. Junio de 1926
Escribió sus críticas y reseñas en los más importantes diarios y periódicos de la época. Con su pluma, hizo famosa, la obra de Sorolla, Romero de Torres, Zuloaga y muchos más. Fue descubridor de otros también, muy buenos como Rafael Botí o Daniel Vázquez Díaz. Con este último, entabló una fuerte amistad y fue éste, el único que logró realizarle un retrato.
Francisco Alcántara Jurado, fue considerado en su época, como el mejor crítico de arte, con una mente abierta a los estilos cambiantes y modernos que llegaban. También era tenido por el hombre más sensato y mente preclara y juiciosa de la capital. Y por caballero que llamaba la atención, por su actitud, porte y elegancia.
En 1927 el Ayuntamiento de Pedro Abad lo nombró Hijo Predilecto de la Villa, dedicándole una calle y una lápida en su casa natal. Pedro Abad, le ofreció un gran homenaje. Se le rotuló una calle y colocó un busto. Al acto asistieron importantes personajes de la época, como los hermanos Romero de Torres. El pueblo entero se volcó con su Hijo más preclaro.
Francisco Alcántara homenajeado en su localidad natal Pedro Abad en 1927
Bajorrelieve placa que el Ayuntamiento de Pedro Abad dedicó a Francisco Alcántara
Fue un hombre sencillo, justo y bueno, que nunca quiso reconocimientos.
En Madrid se rotuló una calle con su nombre y otra en la localidad salmantina de La Alberca.
El humanista, pedagogo, crítico de arte y ceramista falleció a los setenta y cinco años de edad, en Madrid, el 9 de marzo de 1930.
Cuando en 1948 se remodeló la Escuela de Cerámica, el Ayuntamiento de Madrid instaló un monumento dedicado a su fundador, Francisco Alcántara, que realizó el escultor Antonio Cruz Collado.
Monumento a Francisco Alcántara que preside los jardines de la Escuela de Arte del mismo nombre
La Escuela de Cerámica
La persistencia y férrea voluntad que mostró Francisco Alcántara para lograr la fundación de lo que en un principio se denominó Escuela Nacional de Cerámica, sobresaliente y magnífico logro que además se hizo en unos tiempos muy difíciles.
La primitiva escuela fue instalada inicialmente en el n.º 12 de la calle de Fernando el Católico, de Madrid, en unos locales pertenecientes al antiguo Asilo de San Bernardino.
En 1920, Alcántara conseguía superar los laberintos administrativos al lograr un acuerdo entre el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, de una parte, y el Ayuntamiento de Madrid de la otra. Ambas instituciones compartirían a partir de ese momento la responsabilidad y el mecenazgo de la nueva Institución, quedando a cargo de la Escuela Municipal las enseñanzas básicas, de grado elemental y medio, y dependientes del Ministerio las especialidades superiores en sus ramas técnica y artística. La construcción de un edificio de nueva planta, se encarga al arquitecto Luis Bellido González, y la dotación en las instalaciones de molinos, prensas, tornos y hornos, completarían la realización del proyecto.
Curiosamente, el socio de la AEPE Pedro Quesada, inauguraba el pasado mes de abril una escultura de su autoría dedicada al arquitecto municipal Luis Bellido, en homenaje a su gran trabajo en la ciudad de Madrid.
Francisco Alcántara, enciclopédico por formación y herencia, era plenamente consciente de que la escuela aunaba no sólo el arte, sino también los oficios tradicionales y procesos fabriles que se estaban perdiendo. Pero se hace necesario conocer sus directos antecedentes.
Escuela de Cerámica
Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro
En 1760 se funda la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro, que aúna los saberes de expertos italianos y del oficio tradicional español y que logra en apenas medio siglo constituirse como la más importante de su género en Europa, siendo algunos de sus procesos tan avanzados que eran considerados secretos de Estado.
Sin embargo, durante la Guerra de la Independencia queda completamente aniquilada, primero por las tropas francesas que la expolian y transforman en un recinto militar y después por las británicas, que la destruyen completamente.
Real Fábrica de Loza y Porcelana de la Moncloa
Para tratar de recuperar lo perdido, en 1817 se funda su directa heredera, la Real Fábrica de Loza y Porcelana de la Moncloa, cuya convulsa historia es fiel reflejo de la española de su tiempo. Pese a los diferentes esfuerzos para que enraizara, sin artesanos ni docentes propios así como sin trasmisión de conocimientos ni patentes y en un mercado dominado por empresas francesas, cierra en 1850. El Museo del Prado apenas custodia dos piezas de esta época y la posterior.
De vital importancia es la siguiente etapa, cuando los hermanos Zuloaga logran reabrirla en 1874, bajo el nombre de Fábrica y Escuela de Artes Cerámicas de La Moncloa. Y es que unos años antes, en 1871, se había instituido la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, y se cuenta otra vez con un clima favorable para otro intento.
Figuras clave en este emprendimiento son los mentados hermanos, Daniel y Guillermo, que asumirán la dirección, y Germán, que ayudará con su propio patrimonio, pero que de inmediato encontrarán las mismas dificultades que en la anterior etapa. Asumirán tal compromiso con la fábrica que Guillermo se arruinará y cerrarán, a la muerte de Germán, en 1886.
Los hermanos Zuloaga con los trabajadores de la Real Fábrica de la Moncloa. Hacia 1883
Escuela Nacional de Cerámica
Este sacrificio no pasará inadvertido a Francisco Alcántara y con su amistad con los Zuloaga operará en él la comprensión de todo lo perdido y germinará su inapelable voluntad para recuperarlo. Más de dos décadas tardará en lograrlo, ya que como se ha señalado la Escuela Nacional de Cerámica abrirá en 1911.
En 1934 logró el traslado a los terrenos llamados de “La Tinaja”, junto a la ermita de San Antonio de la Florida, donde estuvo la Escuela-Fábrica de los Zuloaga.
Francisco no llegará a ver su escuela terminada en la misma ubicación que la Real Fábrica de La Moncloa, pues como estaba en estado de ruina las nuevas instalaciones no se finalizarán hasta 1934, con unas excelentes instalaciones obra del arquitecto Luis Bellido González, como ya hemos mencionado, y un ajardinamiento obra de Javier de Winthuysen.
Desgraciadamente, la nueva escuela – fábrica volverá perderse por cuarta vez, en esta ocasión en parte destruida en la Guerra Civil de 1936 a 1939, ya que la situación de la misma los hacía estar en plena línea de fuego.
Con muchos esfuerzos e ilusión, concluida la contienda, en el curso 1939-40 se reanudaron las actividades docentes.
Y otra vez volverá a surgir otra figura que contra todo pronóstico proteja su patrimonio y sea clave para ponerla en marcha en 1940, Jacinto, el hijo de Francisco.
Los edificios de la Escuela han mantenido su uso hasta nuestros días, con las correspondientes ampliaciones y adaptaciones durante la posguerra, como la construcción de un pabellón para la casa de guarda proyectado por el arquitecto municipal Lucio Oñoro Domínguez en 1948, que no se terminó hasta el año posterior; debiendo citarse además la instalación del monumento dedicado al fundador Francisco Alcántara, que por esas fechas debió realizar el escultor Antonio Cruz Collado.
Escuela de Cerámica en construcción. 1932
La chimenea del horno y la Tinaja del Pabellón Florida
Escuela de Arte Francisco Alcántara
En 1984, con la separación de los organismos de gestión municipales y estatales, se crearon dos centros oficiales: la Escuela de Arte Francisco Alcántara, dependiente de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, y la Escuela Municipal de Cerámica, dependiente del Ayuntamiento de la capital.
Separados por el jardín, ambos organismos docentes funcionan independientes desde entonces, si bien la Comunidad de Madrid implantó los estudios superiores de la especialidad con la finalidad de adaptarse al sistema educativo y a las nuevas tecnologías aplicables a la enseñanza del oficio alfarero.
La Escuela de Cerámica Francisco Alcántara, dentro del marco de la homónima Escuela de Arte, continúa emplazada en el Parque del Oeste, próxima al edificio y horno de la antigua Real Fábrica de La Moncloa, cuya chimenea llamada “La Tinaja” y los hornos se rehabilitaron en 1992, inaugurándose como “Centro de Jóvenes Creadores Pabellón Florida”, una magnífica sala de exposiciones luminosa y bien dotada, bajo el impulso y empeño de un José Gabriel Astudillo López preocupado siempre por el arte y los artistas.
Poco duró el sueño artístico de nuestro Presidente, siendo reconvertido el Pabellón Florida en sede de la Policía Municipal.
En la actualidad sigue funcionando la Escuela que suma un inmenso legado, no sólo por las obras acumuladas, que a comienzos del siglo XXI sumaban más de 17.000 acuarelas y más de 5.000 fotografías, sino también por los métodos pedagógicos, su papel en la conservación del conocimiento ancestral de muchos oficios tradicionales y su influencia cultural en las sucesivas generaciones.
Uno de los métodos educativos usados por Francisco Alcántara fue el de los cursos de verano. Al poco de la fundación de la Escuela comienzan los mismos, siempre con un viaje desde Madrid a diferentes regiones y comarcas españolas, para que los alumnos pintaran y modelaran del natural y en el propio ambiente, discutiendo posteriormente en reuniones abiertas.
Para ello se elegían aquellos pueblos que mejor habían conservado sus costumbres tradicionales, pretendiendo que los alumnos tuvieran contacto directo con ellas.
Fachada de la actual Escuela Municipal de Cerámica
El cercano y desconocido Cementerio de La Florida
Junto a la Escuela de Cerámica se encuentra el Cementerio de La Florida.
En su modesta entrada, una placa señala que este camposanto alberga los cuerpos de los 43 patriotas fusilados por los franceses en la Montaña de Príncipe Pío.
La placa es de 1981, año en que se reabrió el cementerio una vez rehabilitado tras décadas de cierre y deterioro.
Al entrar, lo primero que vemos es un mural de azulejos que reproduce el cuadro El tres de Mayo, de Goya, y debajo una placa dedicada “Al valor y heroísmo de un pueblo” el madrileño.
Un camino central adosado a la Escuela de Cerámica, mantiene una placa dedicada a Sor Marta, que auxilió a seiscientos prisioneros españoles de Bensaçon, salvando la vida de muchos de ellos.
Al final del camino, una pequeña ermita, consistente en un recinto de ladrillo con una capilla al fondo y al lado una lápida dedicada al General Espartero, que fue uno de los presidentes de la Sociedad de Milicianos.
El Cementerio de La Florida fue construido en 1796 para los empleados del Palacio Real. Tras los sucesos del “Dos de Mayo” su propósito cambió, adquiriendo un significado especial.
Dentro de la ermita hay que bajar a la pequeña cripta donde están enterrados 43 hombres en una fosa común, dentro de dos cofres, tras una lápida con 29 nombres de los arcabuceados en la madrugada del tres de mayo, que se pudieron identificar en los primeros años tras la Guerra de Independencia, siendo los catorce restantes muertos anónimos que no fue posible identificar.
Los fusilados de Príncipe Pío no fueron los únicos en morir en aquellas jornadas. El mismo día 2 algunos madrileños fueron arcabuceados en otros puntos de la ciudad. Otros cayeron en las luchas callejeras contra los soldados napoleónicos. Una vez pacificada la revuelta antifrancesa, el general Murat decidió dar un castigo ejemplar.
Para ello, ordenó seleccionar 42 prisioneros al azar y el general se reservó la elección de uno más. Los 43 mártires fueron torturados y conducidos a la ladera de la Montaña de Príncipe Pío. Allí fueron fusilados y sus cuerpos abandonados. Hasta que unos días más tarde los hermanos de la Buena Dicha los enterraron en el Cementerio.
La Cofradía de la Buena Dicha se ocupó de su mantenimiento, hasta que en 1917 pasó al cuidado de la Sociedad Filantrópica de Milicianos Nacionales Veteranos, que sufragaba los gastos de mantenimiento con pequeñas aportaciones voluntarias.
Todos los dos de mayo, fecha en la que se celebra el día de la Comunidad de Madrid, el Presidente de la misma lleva a cabo una ofrenda floral a los Héroes del 2 de mayo en el Cementerio de La Florida, manteniéndose el resto del año cerrado.
Cementerio de La Moncloa
Francisco Alcántara en Hoyo de Manzanares
Hoyo de Manzanares fue uno de los pueblos elegidos para los cursos de verano descritos, influyendo también en la decisión sin duda la amistad y ascendiente que tuvo Francisco Alcántara con Aureliano de Beruete, que ya en el siglo XIX había pintado la sierra hoyense.
La misma influencia, en la que ya participaría activamente Francisco, haría que otros artistas eligieran la Sierra de Hoyo como el lugar donde vivir y trabajar, como Rafael Botí, que residió en Torrelodones.
En junio de 1923, en la Exposición que celebró la Escuela de Cerámica en el Salón del Círculo de Bellas Artes de Madrid declaraba Francisco Alcántara en una entrevista que le hizo el escritor y periodista Ramón Gómez de la Serna, sobre las escenas hoyenses que allí se veían, entre otras cosas, que: …”ésa es la cocina de la tía Baltasara, encantador reposorio en las estadas en Hoyo de Manzanares”…
La familia Alcántara construyó una casa en el centro del pueblo en la que veraneaba y pasaba temporadas de descanso hasta el inopinado asesinato de Jacinto Alcántara en 1966. Los herederos donaron dicha finca y sus jardines a Hoyo de Manzanares en 1969, albergando en el presente la planta baja el Centro de Mayores y en la segunda dependencias municipales.
Homenajean el legado de los Alcántara en Hoyo de Manzanares una excelente placa cerámica, fechada en 1929, en su entrada sur y un Monolito que recuerda la inauguración de los jardines como parque público en 1981.
Francisco Alcántara Jurado Socio Fundador de la Asociación Española de Pintores y Escultores, con el número 100.
En la Gaceta de Bellas Artes de enero de 1911, firmaba un artículo en el que reivindicaba la cerámica española que tanto auge estaba teniendo en el arte español de principios de siglo.
Decía que el primer empeño de la nueva Escuela de Cerámica era “restaurar todos los procedimientos decorativos cerámicos de la arquitectura mudéjar y posteriores, como la pintura de retablos sobre azulejos de Talavera, y la vajilla y cacharrería no solo útil, sino la que comprende la ostentosa riquísima en formas y colores desde la tinaja, orza, hasta la pieza más mínima y en clasificar y catalogar de loza española antigua la moderna que se produce en todo el país”.
Jacinto Alcántara Gómez
ALCANTARA GOMEZ, Jacinto P.C <1954 15.set.1901 MADRID MADRID 6. jun.1966
Socio Fundador
Jacinto Alcántara en una fotografía de 1928
Jacinto Alcántara Gómez. Nacido en Madrid, el 15 de septiembre de 1901, su formación intelectual y artística estuvo asegurada con la educación que le brindó su progenitor, viviendo en un ambiente de primer orden gracias a las amistades de su padre, que incluían a personalidades de la talla de Pérez Galdós, Unamuno, Azorín, Valle Inclán, Ortega y Gasset y otros miembros de la generación del 98 con quienes compartía el pensamiento regeneracionista.
Amigo desde la niñez de José Antonio Primo de Rivera, con quien compartió estudios.
Su formación como ceramista, siendo alumno de la escuela creada por su padre, estuvo a cargo de los socios de la AEPE Daniel Zuloaga y Enrique Guijo, completando después sus estudios artísticos con algunos viajes por distintos países europeos.
Jacinto Alcántara en una fotografía de 1931
Durante la Guerra Civil, gracias a su cultura y formación artísticas, se ocupó de las tareas de recuperación y salvación de obras de arte, teniendo sus iniciativas parte en la creación de la Obra Nacional de Artesanía, de la que fue director y a la que estuvo vinculado hasta su muerte.
Organizó así exposiciones de artesanía española y arte decorativo en Múnich, Florencia, Nueva York, Roma, Casablanca, París, Bruselas, Tokio, Manila, Bangkok y Berna, además de numerosas exposiciones de Artes Populares por toda España y con más asiduidad en Madrid.
Organizó una grandiosa Exposición de más de 1.200 piezas de cerámica que abarcaban desde la Prehistoria hasta la obra de Picasso, que no pudo ver concluida por su trágica muerte.
Profesor de la Escuela de Cerámica fundada por su progenitor, su aportación fue decisiva para poner en marcha nuevamente la escuela, destruida por la guerra civil, sin medios de ningún tipo, en una labor meritoria por cuanto de titánica tuvo.
El resurgir de las cenizas, propiamente dicho, de la Escuela, se vio recompensado con el espíritu intelectual liberal con que la dotó, continuador del implantado por su padre tan vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, basado en el fomento de la creatividad de los alumnos y su crecimiento como artistas de una forma culta y disciplinada.
El artista en una fotografía de 1932
De esta forma, fue alumno, profesor y director de la Escuela Nacional de Cerámica.
En 1966 fue nombrado Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, no llegando a leer su discurso debido a su asesinato.
Su obra cerámica y su obra pictórica, constituida por decenas de pinturas en óleos y acuarelas de gran formato, se encuentran depositadas en la Escuela de Cerámica de la Moncloa del Ayuntamiento de Madrid.
Jarrón de Jacinto Alcántara de 1927
Como curiosidad puedo mencionar también que nuestro Presidente, José Gabriel Astudillo López, en su etapa política, fue patrono de la Escuela de Cerámica durante cuatro años.
Jacinto Alcántara estaba casado con Rosario Muñoz-Cobos, con la que tenía una única hija llamada Amalia, que contrajo matrimonio con José Arrobas de Vacas.
Fue designado como Director de la Escuela de Cerámica de Madrid, simultaneando este cargo con el de Jefe de Protocolo del Ayuntamiento de Madrid, que desarrolló con extrema brillantez.
Jacinto Alcántara impartiendo un curso en 1939
Pronunció conferencias, publicó artículos sobre temas de cerámica y en 1941 publicó el libro “La cerámica en España”.
Jacinto Alcántara en los años sesenta
En 1928 el joven alumno Jacinto Alcántara, realizó una excursión artística por tierras de Zamora en compañía de otros artistas.
Jacinto regaló uno de los apuntes, un dibujo que retrataba a una aldeana de aquella región, realizados en el transcurso de aquel viaje, a su amigo el médico Serapio Blanco Turino.
El hijo de Serapio Blanco, Juan Francisco Blanco Villoria (1921), de carácter perturbado desde su niñez, se obsesionó con aquel dibujo de tal manera, que interpretaba que la retratada era su madre, tomando la dádiva como una gran ofensa, ya que era “un gran insulto para ella”.
Casualidades de la vida quisieron que el tal Juan Francisco asistiera como alumno a la Escuela de Cerámica que por aquel entonces ya dirigía Jacinto Alcántara, lo que motivó que la situación en lugar de mejorar, se agravara, llegando el alumno a afirmar que algún día “mataría a Jacinto Alcántara”.
Juan Francisco asistía a las clases de dibujo que impartía el catedrático de Bellas Artes Miguel Kreisler Padín en el Liceo Francés, que ante la baja calidad de los ejercicios presentados por su alumno, suspendía reiteradamente los exámenes de Blanco Villoria, jurando también con este motivo, vengarse y proferir amenazas de muerte a su profesor.
Se da también la circunstancia de que tanto Miguel Kreisler como Jacinto Alcántara formaron parte del Tribunal que examinó de francés a Juan Francisco, al que suspendieron, aumentando así aún más la inquina del perturbado.
Veinte años más tarde, en 1959, Juan Francisco Blanco Villoria ejerce de maestro nacional en el pueblo turolense de Sarrión, sufriendo por aquel entonces, fuertes episodios de manía persecutoria.
El 28 de diciembre de 1959 Juan Francisco se encuentra en Madrid para celebrar las Navidades con sus padres y va a cumplir una de estas promesas aventuradas hace ya tantos años… Caminando tranquilo, se dirige a la calle Alcalá, número 100, donde reside su antiguo profesor Miguel Kreisler, a quien asesta dos puñaladas mortales, una en el pecho y otra en la espalda, con un cuchillo cuya hoja medía unos 30 centímetros. Kreisler ingresará ya cadáver en el hospital.
Apresado, Juan Francisco Blanco es internado en el manicomio de Cienpozuelos, pero siete años más tarde, en la madrugada del 5 de junio de 1966, se fuga del frenopático y comienza a planificar su venganza.
Dos días después, acude al domicilio de Jacinto Alcántara, en el número 50 del madrileño Paseo del Pintor Rosales y, tras llamar a la puerta y asegurarle a la doncella que era el conserje de la Escuela de Cerámica, esperó hasta que Jacinto acudió a la entrada, asestándole dos puñaladas en el pecho, una de ellas le atravesaría el corazón, a su antiguo profesor, que cayendo de bruces en el pasillo y tras esbozar unos pasos, murió al instante.
Tras la consumación del homicidio, Juan Francisco se mostró tranquilo y no ofreció resistencia en el momento de la detención. En la chaqueta guardaba aún el arma empleada, que había adquirido por 100 pesetas.
El Ayuntamiento de Madrid editó un libro titulado Jacinto Alcántara Gómez: Homenaje del primer Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid en el primer aniversario de su muerte, otorgándole la Medalla de Oro del Ayuntamiento de Madrid.
También como homenaje póstumo, en los jardines de la Escuela de Cerámica se instaló en 1971 un busto de Jacinto Alcántara, muy próximo al de su padre colocado allí en 1949, obra del socio de la AEPE Enrique Pérez Comendador.
Jacinto Alcántara y la AEPE
Anterior al año 1954, fue nombrado Socio de Honor de la AEPE.
Elegido Vicepresidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores en 1955, ocupó el cargo hasta el momento de su fallecimiento.
Busto en bronce de Jacinto Alcántara, obra del también socio de la AEPE Enrique Pérez Comendador