Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

Julio Larraz: un maestro de incógnito

 

 

En Larraz, nada es lo que parece. Es un protagonista, pero él hace por quitarse del foco, de forma natural. No se anuncia, pero es un maestro que ha conseguido un idiolecto, un lenguaje propio que le identifica, un estilo ahormado en la concurrencia de varios estilos. Un pintor que hay que adivinar, porque habla de los otros con admiración y conocimiento. Un mago que intenta hurtarse, pero que no logra esconder la magia icónica de su mundo. Mece la pintura con mano de seda en el regazo de la comunicación.

Activista, vitalista, exergónico; simpático, empático, extravertido: un torbellino de sosiego, un sorbo de licor que embriaga y no marea. Habla, acciona, sonríe, como si nada. Fornido, sobrado, cuenta y no para, pero no es un charlatán, porque dice lo que siente y sabe lo que dice, descendiente intelectual de don Francisco de Quevedo.

Es, a un tiempo, irónico, satírico, onírico, enérgico o dulce como una canción de cuna, como una canción de Cuba. Un batiscafo de humor que emerge o se sumerge con naturalidad y que siempre acaba en un inmenso ramo de cariño. Diríase una ventolera, pero es una brisa que lleva implícito el arte, que lo ensalza, convertido en un eslabón de una tradición cultural. Es a la vez muy antiguo y muy moderno, secluso y familiar, ligero y contundente, nefelibata y realista.

Larraz. Exodo,2022

 

Fernando Fernán-Gómez -ese monumento a la ternura, que tan pocos saben- me invitó a conocer a Larraz en un encuentro familiar y sorprendente. Así, en la distancia corta, Julio es encantador, abierto, transparente, mollar. Y pasamos una velada estupenda, sin parar, hablando de esto y aquello, es decir, de la pintura, del arte, pero como si a él no le fuere nada en el envite. Se disfruta su amor por Dalí, su respeto por Bacon, su barniz florentino, su actitud, antes de contemplar su aptitud, su abierto corazón de agua clara.

Julio Larraz tiene exposición abierta en la galería Marlborough de Madrid, con rubro Paisajes alternos, un conjunto de obras, grandes formatos sobre todo, fechadas en el último lustro. Más que suficiente para saber por dónde anda y adonde alcanza su dimensión, cuál es su compleja técnica y su solercia en la fusión. Es como un viejo rockero que no deja de improvisar sin despegarse un ápice de lo que le marca su destino expresivo, de lo que tiene que decir.

¿Y qué es lo que dice esta pintura? Más de lo que dice. Ejerce de vigía, realiza una crítica social profunda sobredorada por la cortesía de su humor y su ironía. No es un pintor narrativo, pero no deja de contarnos cosas. Los objetos de los que rodea a sus criaturas son utilizados como símbolos del poder que ejercen mandamases y mandamales. Sus imágenes denuncian la prepotencia y la arrogancia de todas las estirpes narcisistas, de las patrias sobrevenidas por la artificiosidad.

Nada es gratuito ni fortuito en su iconografía. Para resaltar su oposición a costumbres intolerantes crea personajes, que se convierten en arquetipo de su liberalismo, como es el caso de la figura de Juana Campamento y Madrigales, esa pelirroja, que caricaturiza, como hiciera Valle-Inclán, para desnudar su realidad salpicándola de gracia, de guasa, de sorna, de la poética que inunda toda su iconografía.

Larraz, Miss-Campamentos-Rolls, 2020

 

Julio Larraz nace en La Habana, 1944, y con la toma del poder por Fidel Castro, su familia se traslada a Estados Unidos, donde se radicará, llegando a Nueva York a los veinte años. Allí comienza a hacer caricaturas políticas para The New York Times, The Chicago Tribune, Vogue Magazine, The Washington Post y otras publicaciones, donde llegó a ser un cartoonist de éxito con la firma “Julio Fernández”.

Autodidacto de inicio, luego asistirá a clases del caricaturista David Levine, del pintor Aaron Shikler, retratista de famosos y políticos, y de Burton Silverman, adquiriendo una formación que le permitiría hacer juegos malabares con la figuración, construir y deconstruir a modo; cantar, iluminar, mezclar las pinturas de otros y la propia en pro de la Pintura.

Desde su primera individual en Washington, 1971, Larraz ha realizado ciento veinte muestras personales y ha participado en numerosas colectivas en diferentes estados de EE.UU., en las grandes capitales de Sudamérica, así como en varios países de Europa: España, Francia, Italia, Mónaco…Logrando un prestigio que se pone de manifiesto en sus recientes antológicas de América y Europa y en los galardones recibidos.

Su relación con España, a pesar de tener cuatro abuelos españoles y de distintas latitudes, no ha sido amplia, pero si intensa. Su primera comparecencia la tuvo en ARCO’99, cuando lo exhibió con holgura, Luis Pérez de Miami, constituyéndose en un punto de atracción. Desde 1996 trabaja en exclusiva con la galería Marlborough, que lo presentó en Madrid, primavera de 2010, con una gran muestra de piezas inolvidables. Y ahora repite, maduro y liberado, ahondando en lo que sabe hacer con maestría: ironizar con sandunga sobre los excesos y las vanidades humanas, que nadie atesora como los políticos.

Larraz Official-Business 2022

 

Decía que, en su estreno en Marlborough Madrid, mostraba piezas memorables, nadie crea que es un adorno retórico. En aquella ocasión había notas brillantes de sus especiales tauromaquias, más metafísicas y dechiriquianas que explícitas. Ya señaló Edward Lucie-Smith el parentesco de sus plazas de toros con las piazze de Giorgio de Chirico.

Y exhibía una obra subyugante, extraña, exquisita, sutil, Salones para fumar, 2009, que recoge todo un mundo de pintura que va de los prerrenacentistas a la actualidad: es la belleza como un palacio secreto donde brilla la inteligencia, el deseo, la sutileza, la contemplación, la fineza, la elegancia. Ahí están el Giotto, Simone Martini, pero también Balthus y Mozart, bajo el tamiz larraziano.

Y estaban sus famosos bodegones. Me contaba, de viva voz, que cuando llegó a EE.UU. y se inició en la pintura, el conceptual y el minimal arrasaban y que, por ir a la contra, para protestar de aquella dictadura, se puso a pintar bodegones, inspirado en el Barroco español, pero con guiños a la actualidad. Y sus homenajes a Velázquez, a Goya; y sus esperpentos, modo Valle-Inclán, para poner en claro lo que diferencia el oro del oropel, la sencillez de la parafernalia de los dictadores y enfermos macarras del poder.

Sólo un hombre curioso, o sea, ambicioso en su expresividad, inquieto, estudioso de la tradición, zahorí del misterio del arte, puede pintar con tantos guiños a tantos autores como lo hace Larraz. Son homenajes, también lecturas de Andrew Wyeth, Hopper, Velázquez, Zurbarán, Sánchez Cotán, Goya, de Chirico, Dalí, Magritte, Bacon…Pero, cuando más impacta es cuando no recuerda a nadie, sino a él mismo, con esos coches imponentes en paisajes solitarios, con las caras desfiguradas para ahondar en su denuncia, con esas procesiones carnavalescas en las que se bendice a los tiranos, que generan adhesión a través del miedo que infunden.

Quiero hacer una salvedad, no estoy descubriendo nada, pues excepto entre nosotros- y puede ser pura ignorancia- en el mundo occidental ya saben que es un maestro cuyo quehacer ha provocado una bibliografía extensa y densa. Así, los libros, en folio mayor, de Edward Lucie-Smith, Skira, Milán 2013; Julio Larraz: The Kingdon We Carry Inside, de David Ebony, Rizzoli Electa, 2021; los textos de Donald Kuspit, Edward J. Sullivan, Ariel Larraz, Guillermo Solana, Madeline Murphy Turner.

En esta propuesta madrileña son varias las obras que llaman la atención por motivos distantes. Éxodo, 2022, esa elegía a la migración de los hombres en busca de libertad, con una imagen tan surreal, tan imponente, tan impactante, tan solitaria. Es una de las piezas más importantes, no por su precio- 250.000 euros- sino por su contenido emocional y fieramente humano. La decana y la Maestranza, con esa cita de Bacon de excelente imbricación; Official Business, la misteriosa Out to Lunch.

En Alternate Passages, 2013, la obra que da título a este conjunto, la composición recuerda el asesinato de John F. Kennedy: el revuelo del atentado, el Lincoln descapotable que se desmorona, la bandera americana, el traje ensangrentado, el eco expansivo de una imagen que retumbó en todo el país, en todos los pueblos del mundo, como una honda que se va alejando sin dejar de inundarlo todo, sembrando de silencio el paisaje.

Larraz, Out-to-Lunch, 2020

 

En el texto del catálogo, Madeline Murphy Turner concluye: “El artista entreteje los temas del poder y la memoria[…]Inyectando a sus composiciones agudeza, sentimiento y misterio, Larraz propone métodos para examinar la sociedad contemporánea, transformando su pintura  en un memento mori para recordarnos lo que la vida puede ser y lo que podemos perder. En este sentido, frente al conflicto global, el exilio y el aislamiento generalizado, Julio Larraz nos demuestra que todavía queda vida, incluso en la naturaleza muerta”.

Se trata de una sabia conjunción de vida y arte, un desparpajo plástico cabe una actitud intelectual optimista, una fusión de estilos y de tiempos en un presente, como ocurre en La tierra baldía, de T.S.Eliot, el ensamblaje del pasado y el futuro en un presente determinante. Pintura figurativa, fundacional, muy americana y muy personal a la vez, que logra universalizar lo local, que nos enseña una realidad por medio de hipérboles y sátiras, de ficciones que construyen un cosmos deslumbrante y genuino.

Cuando estuvo en Cabo Cañaveral para dar fe plástica del despegue de un cohete espacial estaba junto a Robert Rauschenberg; cuando Nixon dimitió dejó la caricatura y se puso a pintar cuadros de caballete; cuando murió De Gaulle, The New York Times le pidió una imagen y él hizo en 45 minutos un busto del General…

Norteamericano cabal cuajado de españolías, pintor, escultor, grabador, lector decidido y tenaz, como Pessoa, asegura tener dentro de si todos los sueños del mundo y pinta para hacer visible lo que sueña. Sabe vivir, eso se siente a su lado, se percibe, y al cabo es un maestro, no sólo del arte, sino de la vida.

                                                                                                                   Tomás Paredes

                                 Presidente H. Asociación Española de Críticos de Arte/AICA Spain

 

Firmas con sello de lujo: Tomás Paredes

Desde la luz

Cristino de Vera / Juan Carlos Lázaro

 

Aunque les voy a hablar de la luz, el rubro de estas líneas no es una imagen, una metáfora. Desde la luz es rubro de un librito que acaba de editar el pintor Juan Carlos Lázaro. Desconozco el número de ejemplares, pero entiendo que será corto, como edición del autor, no venal, y por su singularidad es algo que hay que airear y difundir: sería cicatero conocer esta ambueza de hurmiento y no compartirlo, sería espurio no cerner una nevada con estos copos luminiscentes. A igual que un cerezo en flor, ya el fruto formado, se sacude con delicadeza y deja caer una ventisca de flores, tiñendo la tierra de pétalos rosáceos y de perfume.

Juan Carlos Lázaro, ese susurro de cal y niebla -así habla, así se expresa-, es amigo y confidente de Cristino de Vera, un maestro que ha pintado la luz, que ha sabido hacer de la línea un reguero por donde fluye la inocencia. Cristino mojaba su pincel en Zurbarán para expresar la espiritualidad, la idoneidad para construir un arquetipo formal. Lázaro cava en la bruma y desnuda cometas nefelibatas.

Juan Carlos Lázaro y Cristino de Vera en CaixaForum, en 2018

 

Juan Carlos Lázaro ha tenido la idea, hasta ahora oculta, de guardar todos los textos de su comunicación con Cristino de Vera. Y, como actualidad obliga, aunque hay alguna dedicatoria en catálogos y libros, cartas, algún poema, son mensajes de texto, llamadas telefónicas, wasap, encuentros verbales, correos electrónicos, mensajes de contestador, audios que Lázaro ha ido conservando para ahora publicarlos, en un haz de intimidad, con el visto bueno de Cristino.

En realidad, el libro es de Cristino de Vera, porque salvo el prólogo, firmado por el canciller de Fregenal, los textos, a veces haikus, son del pintor canario ¡Qué maravilla hablar desde la luz, de la luz, envolverse en celajes de transparencia y decir lo que uno siente y piensa, sobre una obra o una acción, desconociendo que eso iba a perdurar en un libro, convirtiendo lo efímero en permanente, la casual en eviterno!

Hace ya algunos años, en un recital, el poeta Jaime Labastida, que fue director de la Academia Mexicana de la Lengua, hizo una breve introducción antes de leer sus versos y apuntó algo que no he olvidado: “en realidad, desde que las computadoras tomaron carta de naturaleza, todos escribimos con luz”. Demasiadas veces lo más sencillo es lo más hermoso, y no deja de serlo esa apreciación, pronunciada con dulce acento mexicano, de que ahora todos escribimos con luz que se torna negra sobre el blanco.

Sobre estas líneas, «Luz y tres tazas», 2010. Óleo s/lienzo, 38 x 46 de Cristino de Vera . Debajo, «243», 2012. Óleo sobre lienzo, 38 x 55 de Juan Carlos Lázaro

El tomito, como llamaba Juan Elúa a sus catálogos históricos -Galería Arteta de Bilbao y Madrid-, consta de 110 páginas, con algunas fotografías en blanco y negro de los autores, y se lee casi de una sentada, aunque no, porque muchos textos, a pesar de su brevedad, te obligan a releer, a volver, a meditar; como se lee un poema, levantando la vista, amusgándola, para fijar la atención en ese claror en el que te ubica el verso, el aforismo o la sentencia..

El lapso de tiempo que contempla esta confesión va desde 2007 a 2020. Se inicia con una carta manuscrita, 23 de junio de 2007, que Cristino deja, en la galería Gurriarán, para Juan Carlos, que a la sazón exponía en ese acogedor espacio. Y se clausura con un wasap de 25 de octubre de 2020, con alusión a su estado físico que se va deteriorando. El dolor y la alegría, la luz y la oscuridad, el silencio y la música, el color y el calor, el langor y el elán se ocultan en estas líneas como el aroma sublime en la piel de un humilde cítrico.

Cristino de Vera habla adunia de la luz de Dios, del alma limpia, de que “la luz alumbra la oscuridad del hombre”; del silencio, la bondad, la belleza, la limpidez, la transparencia, el corazón. Y es que como siente Philippe Jaccottet: “la luz ya no es hoy sino un lecho de plumas/ para el reposo del corazón”.

Sobre estas líneas, «Cráneo y espejo», 1998. Óleo/lienzo, 73 x 50 de Cristino de Vera. Debajo, «Pintura 26», 2015. Óleo / lienzo, 34 x 55, de Lázaro

Hay tantos amaneceres en esos mensajes traslúcidos, que la obra de Lázaro le provoca, que arman un vocerío, que no logra opacar el silencio, “silencio que suena a alma grande”; música de Bach, de Händel, de Satie…”Es una bonita idea que dos artistas se comuniquen con el corazón en la mano”. Con las palmas abiertas inaugurando el esplendor, bendiciendo la inocencia con el rescoldo níveo del alba, con el azafrán de la espuma que reverbera en la claridad.

Páginas cuajadas de alma, paz, pureza, luz de Dios: “Yo no he llegado a la claridad, no se llega nunca. Se llega cuando uno se muere y Dios te recibe”. Porque como sabia Claudio Rodríguez:

                                          Siempre la claridad viene del cielo;

                                          es un don: no se halla entre las cosas

                                         sino muy por encima, y las ocupa….

Luz, más luz pedía Goethe, el pie ya en el estribo. Abunda la luz en esas obras y esas palabras, pero, más el silencio, la soledad, el misterio, la emoción, la esencia. Lucian Blaga que escribió Los poemas de la luz, dijo en Piedras para mi tiempo: “Es verdad que las sombras se parecen a la oscuridad, pero son hijas de la luz”. De la luz nace el camino, la luz llueve fina sobre el aire inundando la naturaleza de claror. De la luz surge la vida, de la luz vive la inteligencia, la luz esa escultura de la razón.

Sobre estas líneas, «Tres tazas de luz», 2007. Óleo/lienzo, 99 x 81 de Cristino de Vera. Debajo, «Pintura 66», 2017. Óleo/lienzo, 27 x 41, de Lázaro

 

Cristino insiste una y otra vez, en la autenticidad, en la originalidad, en la particularidad: sé tú, no te desvíes, ¡sapere aude! Y Lázaro se entrega al rito de la perennidad y renace en cada cuadro, emergiendo de las tonoeblas como un rayo de sol blanco como la nieve, que se enciende de fervor por la eficiencia, un clamor de esencialidad, de latencia, de presencia apenas. Las formas, invisibles, están ahí, vigilando la canción del tiempo y su melodía celeste, orientando sus pasos, esperando la meguez que las consolide.

Cristino de Vera, Santa Cruz de Tenerife 1931, maestro del pincel y místico, asceta cromático y sobrio en el misterio, pintor de la luz y sus huellas. Cabe Juan Carlos Lázaro, Fregenal de La Sierra 1962, augur de silencios y músicas de sal, notario del encuentro de la magia, de la insinuación del acaso. Dos generaciones mediante, ambos buscando denodadamente el espíritu de la luz, la pulcritud, el relámpago de la dimensión, que cada uno expresa como una plegaria de amor.

Dos pintores que se miran DESDE LA LUZ: Cristino, juanramoniano, zurbaranesco; canto gregoriano, que urge que la noche se pueble de luminosidad, entrando en la senda de Bach. Lázaro, litúrgico y lene, como la melodía de un violín al que acaricia Mendelssohn; mistérico de las formas que se ahorman con la estirpe de la transparencia, caudal de asombro y coral de sombras.

 

Sobre estas líneas, «Dos cestas con florecillas», 1998. Óleo/lienzo, 92 x 65 de Cristino de Vera y debajo, los dos artistas en 2017

 

No es un libro más, es un libro que tiene más en su apariencia leve; un libro con el que el maestro bendice la obra del iniciado y aplaude la llegada del provenir. No se trata de maestro y alumno, de río y afluente, no. Son obras muy distintas, que coinciden en la luz de Dios, que es lúcida, múltiple, profunda, suave, acorde y cambiadiza en su diáfano apogeo. Cristino, como Horacio, construye un monumento para Lázaro. Y Lázaro lo observa, desconcertado, unánime, como quien oye un vagido originario y tiembla de emoción y desasosiego, porque lo escruta desde fuera, pero él está dentro, como un juego milagrero de chamanes.

                                                                                                                  Tomás Paredes

             Presidente de Honor de la Asociación Española de Críticos de Arte/AICA Spain

Soledad Lorenzo recibió la Medalla de Honor de la AEPE

En un acto celebrado el pasado viernes en la sede institucional de la AEPE, la galerista de arte Soledad Lorenzo recogió la “Medalla de Honor”, que le fue otorgada de manos de su Presidente, José Gabriel Astudillo, en reconocimiento a su aportación extraordinaria al mundo del arte.

Repleta de asistentes, entre los que se encontraban numerosos socios y amigos, así como diferentes entidades colaboradoras de la Asociación Española de Pintores y Escultores, transcurrió un acto emocionado en el que a modo de introducción, la Secretaria General, Mª Dolores Barreda Pérez, realizó un perfil humano de la galerista, resaltando el homenaje espontáneo, nacido del corazón de todos los que forman la Asociación Española de Pintores y Escultores, y haciendo especial hincapié en los valores humanos que rodean a la persona de Soledad Lorenzo.

Soledad Lorenzo, que en algunos momentos se mostró nerviosa, emocionada y agradecida, y quiso corresponder haciendo un pequeño repaso, siempre desde su experiencia y su especial mirada experimentada, a la situación del arte actual, en la que destacó, no encuentra nada nuevo que la emocione especialmente.

Fueron muchos los amigos y admiradores que quisieron acompañar a Soledad Lorenzo en este acto, como el Director Gerente del Museo Thyssen, Evelio Acevedo, el Presidente de Down Madrid, Ignacio Egea, la Asesora de la Concejala de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, Isabel Rossel, el representante del Concejal de Retiro, Antonio Pardo, el Director de El Taller del Prado, Francisco Molina, otros ilustres galardonados con la Medalla de Honor, como Rafael Botí Torres y Tomás Paredes Romero, además de los miembros de la Junta Directiva, Juan Manuel López Reina, Alicia Sánchez Carmona, Antonio Téllez de Peralta, Paloma Casado, Carmen Bonilla Carrasco, Fernando de Marta, Ana Martínez Córdoba e Itziar Zabalza.

El Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, José Gabriel Astudillo, hizo especial mención a las autoridades que han disculpado la asistencia al acto, haciendo especial hincapié en la llamada de la Casa Real, en la que S.M. la Reina Doña Sofía, Presidenta de Honor de la institución, y la Infanta Doña Elena, le rogaron hicera llegar su felicitación más cariñosa a la homenajeada.

Como en otras ocasiones, por lo entrañable de las palabras que a modo de introducción realizó Mª Dolores Barreda Pérez, palabras que emocionaron no sólo al homenajeado, sino a todos los asistentes, y por la encendida defensa de su perfil humano, reseñamos a continuación la intervención de la Secretaria General:

«Soledad Lorenzo es una de esas figuras imprescindibles a la hora de hablar del arte en España.

Como siempre les digo en estas ocasiones, pueden acudir a su página web para consultar su biografía, a los libros publicados sobre ella y su trabajo, a multitud de escritos en los que bucear y descubrir su vida.

Lo que me gustaría ofrecerles aquí es sólo unas cuantas pinceladas acerca de su persona, para que puedan hacerse una idea más amplia de su concepción del arte.

Soledad Lorenzo es menuda y meticulosa, paciente, elegante, una dama del arte en toda regla, una mujer hermosa y espigada que ha tenido que sufrir en su vida personal grandes estragos de los que la salvó el arte y el trabajo. Y aunque nunca ha sido coleccionista, a veces se quedaba con obras de artistas que creía eran importantes.

Tras su etapa de iniciación, montó su propia galería de arte, hoy ya mítica entre todos los que somos parte de este mundo, un proyecto que cerró, igual que cerraba una etapa de su vida, pasando página y reflexionando sobre lo logrado.

Fueron 40 años de galerista que, afortunadamente, han quedado plasmados en el libro “Una vida con el arte”, un proyecto elaborado por Antonio Lucas y Mariano Navarro, fruto del premio que la Fundación Arte y Mecenazgo le entregó en 2012.

Profeta en su tierra, ha sido reconocida también con multitud de premios y distinciones, como la de torrelavegense ilustre, la Medalla de Oro de las Bellas Artes, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio…

Soledad Lorenzo aunque no lo sepa, ya posee una obra que la vincula a esta Asociación Española de Pintores y Escultores: se trata de la Medalla de Oro del Ayuntamiento de Madrid, una obra original realizada por el que fuera Presidente de esta institución centenaria, José Pascual Ortells López…

Hoy recibe otra Medalla, obra de otro de nuestros Presidentes, en este caso, de Fructuoso Orduña, con lo que ya serán dos las obras con las que se acerque a esta nuestra casa…

Siempre ha vivido sucesos y experiencias de manera natural y lógica, aunque desde una perspectiva de curiosidad e investigación.

Fascinada con la vida, cree firmemente en la idea de superación que todos llevamos dentro y nunca se queja por nada.

Desde sus inicios, ha trabajado con artistas vivos, de los que poder aprender y asimilar su creatividad y brillantez, que busca de forma incansable con una exquisita sensibilidad.

Cree que “la maravilla del arte es emocional e intransferible y la cultura es la base del progreso de la sociedad”.

En sus propias palabras, “su meta nunca ha sido el éxito, sino eludir el fracaso”.

Piensa que pese a la libertad de la que gozamos, no hablamos con libertad, pero sin embargo, si se pinta con libertad.

Trabajadora infatigable, es una persona fuerte, que parece haber encontrado la paz lejos de la angustia del fracaso.

Después de haber entregado toda su vida al arte y a los artistas, rodeada de arte en un entorno artístico y cultural único, desde su casa en el Madrid de los Austrias, contempla gustosa su imponente colección, depositada en el Museo Reina Sofía y sigue reflexionando acerca de la realidad cultural y artística de España, colaborando de una forma altruista, en actividades como la que hoy nos ocupa en la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Ella mejor que nadie sabe y conoce los pesares de quienes dedican su vida al mundo del arte; ella, que ha aupado y encumbrado a grandes artistas contemporáneos.

Soledad Lorenzo representa todo aquello ya desaparecido y que tanto echa de menos el artista de hoy en día: el papel de un galerista profesional.

Las galerías actuales se limitan a alquilar sus espacios y confían toda la promoción y el márketing al propio artista, incapaz de cubrir todos los aspectos necesarios para poder desarrollar su carrera.

Ella no, porque ella se manejaba como auténtica intermediaria entre coleccionistas, críticos, comisarios, entre el artista y su obra.

Por eso Soledad Lorenzo significó un antes y un después en el mundo del arte. Ella entendió a los artistas, les guió por el difícil mundo de la creación y supo ponerse además en el lugar de sus clientes, seleccionando para ellos aquellas obras que mejor encajaban en su personalidad.

Soledad, que pese al nombre, nunca ha estado sola, ha entendido que pese a lo sobrevalorado que está el ideal de la belleza, el arte acompaña y reúne y en algunas personas con sensibilidad, como es su caso, es imprescindible en sus vidas, es una necesidad que nunca se agota.

Soledad Lorenzo valora el trabajo de los galeristas en su justa medida, como una profesión en la que el galerista presenta a los artistas que le emocionan y trabajan para que ambos puedan vivir de su trabajo.

Y todo eso es también, y en realidad, todo un arte que los pintores y escultores de todos los tiempos, valoran y echan hoy día mucho de menos.

Todo un arte, como digo, que cuenta con nuestra más profunda admiración por su trabajo y que hoy se ve así recompensada con la concesión de la Medalla de Honor de la Asociación Española de Pintores y Escultores tan merecida».

Muchas gracias

 

A continuación, el Presidente entregó la Medalla de Honor a Soledad Lorenzo, quien la recibió emocionada y en las que sólo pudo agradecer el honor y declararse feliz por el hecho de estar allí, y saberse de verdad objeto de una atención tan especial.

Las palabras del Presidente fueron:

«Señoras y Señores, autoridades, queridos socios, amigos:

Bienvenidos a este humilde acto que, aunque no esté revestido de la solemnidad propia e institucional de una entrega habitual de premios, sí encierra en sí mismo, lo mejor de esta Asociación Española de Pintores y Escultores.

Libres así de rígidos protocolos, preparamos este acto con el cariño y el sentimiento de quienes rinden un sincero y emotivo homenaje a quien tanto ha hecho por el arte en España.

Hoy entregamos la Medalla de Honor de la Asociación Española de Pintores y Escultores y me corresponde a mí, como Presidente, el honor de materializarlo.

Un auténtico orgullo por la brillante trayectoria y excelente biografía de nuestra homenajeada, que ha sabido canalizar con tanto acierto su vocación, ayudando a artistas de diferentes estilos y técnicas, a encumbrarse en el siempre difícil mundo del arte contemporáneo.

Soledad Lorenzo los ayudó con su ejemplo hasta alcanzar el reconocimiento y la notoriedad, creando también ella misma, un ambiente propicio para ello, para la creación y transmisión del conocimiento, involucrando a toda la sociedad e invitándola a una labor de reflexión sobre la cultura que se ha visto fructífera y tremendamente positiva.

Y todo lo hizo guiada por su intuición y gracias a su inmenso talento, ese con el que se nace y que no puede aprenderse ni otorgarse alegremente; talento que en la antigüedad era una moneda, una medida de riqueza.

A todos nos viene ahora a la mente la parábola de los talentos, que nos sirve de reflexión para preguntarnos dónde han ido nuestros talentos y admirar lo bien que ha sabido Soledad Lorenzo gestionar los que ella descubrió.

Como todos ustedes saben, la Asociación Española de Pintores y Escultores nació en 1910. El Acta Fundacional la firmaron más de 180 grandes artistas de la época, con los que estoy seguro, Soledad Lorenzo se hubiera emocionado, porque hablamos de artistas como Sorolla, Cecilio Pla, Benlliure, Romero de Torres, Gutiérrez Solana, Miguel Blay, José Clará… y así una larga lista de, permítanme el término taurino, “primeras espadas” del arte.

Arte. Eso es lo que nos une, a Soledad Lorenzo y a esta Asociación Española de Pintores y Escultores, el arte de quienes hemos sabido crear el ambiente propicio para que se desarrolle el talento, reconocerlo, encumbrarlo,  y presentarlo a la sociedad para que lo aprecie.

Vivimos unos años convulsos, no sólo políticamente hablando. La pérdida del rumbo de la sociedad afecta a todos los ámbitos de la vida, y especialmente en lo que rodea al mundo del arte.

Por eso hay que reconocer a quienes como Soledad Lorenzo, como esta misma Asociación Española de Pintores y Escultores, luchan y apuestan por el talento, por quienes reclaman y valoran los talentos que hay en España.

Somos instituciones como la AEPE, como la propia Soledad Lorenzo, convertida ya en institución y leyenda, quienes creímos y seguimos creyendo en ellos. Porque creímos y seguimos creyendo en sus valores, en su vocación.

Y les arropamos con todo nuestro ejemplo. Un maravilloso ejemplo de más de 100 años, en nuestro caso, y un paradigma de profesionalidad como el que reúne Soledad Lorenzo, a quien hoy rendimos sentido homenaje.

Una consideración y un respeto que estoy convencido, Soledad sabrá apreciar porque viene expresamente de los artistas, aquellos a los que a lo largo de su vida tanto ha ayudado.

No es este un galardón pomposo o un título otorgado por altas instancias tan alejadas en la actualidad de la realidad patente y patética que vivimos. Es una sencilla muestra de consideración a quien ha sabido enamorarse del arte moderno, de parte de quienes lo están haciendo en estos mismos momentos, de los mismos artistas que ven con admiración a quien tanto ha luchado a lo largo de toda una vida, por ellos.

Un honor que concedemos a toda una vida de lucha personal y vicisitudes del espíritu, no por gloria ni por lucro, sino por hacer realidad algo que no existía.

Un reconocimiento con el que fomentar que entre todos aquellos que nos escuchan y se dedican a la misma lucha y afanes, haya alguno que algún día se pare aquí mismo, donde hoy se sienta Soledad Lorenzo, y vuelva a servir de ejemplo de tenacidad al servicio del arte y la cultura.

Los artistas, agradecidos, te honramos hoy y aplaudimos, expresándote nuestro más sincero reconocimiento».

Después, llegó el momento de compartir entre todos los asistentes, brindando y celebrando el momento.

 

 

Reunión de «genios» en el Jurado del 53 Premio Reina Sofía de la AEPE

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Organizado por la Asociación Española de Pintores y Escultores, cuenta con la colaboración de Google

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El prestigioso Jurado que avala el 53 Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura ha estado integrado por los “más grandes maestros” del arte actuales en sus respectivos campos, constituyendo una reunión excepcional de genios, difícilmente superable y atípicamente hermanados por el espíritu común de engrandecer una convocatoria que ya se ha convertido en una de las más importantes del panorama artístico español.

Bajo el auspicio de la Asociación Española de Pintores y Escultores, se han dado cita los más destacados artistas, escritores y críticos del arte español para confrontar y tomar el pulso al mundo de las bellas artes actual, pudiendo considerarse ya como una de las reuniones de genios más importantes de las realizadas en España hasta la fecha.

Pensar en que a día de hoy se pueda repetir una fotografía de las mismas características va a ser un poco difícil, ya que las continuas ocupaciones de cada uno de los retratados no hacen posible coincidir como lo hicieron el pasado martes 13 de febrero, fecha en la que tomaron parte en el Jurado de la edición número 53 del Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura.

El Jurado ha estado presidido por José Gabriel Astudillo López, Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, actuando como Secretaria del mismo Mª Dolores Barreda Pérez, Secretaria General de la AEPE, ambos con voz, pero sin voto, y teniendo como Vocales a Antonio Vargas Cano de Santayana, Manager de Políticas y Asuntos Públicos de Google, Antonio López García, Pintor y Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Julio López Hernández, Escultor y Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Eduardo Naranjo, Pintor, escultor, grabador y Académico de la Real Academia de las Artes y las Letras de Extremadura, Alejandro Aguilar Soria, Pintor, escultor y artista multidisciplinar, Evaristo Guerra, Pintor, Javier Sierra, Periodista y escritor ganador del Premio Planeta 2017, Javier Rubio Nomblot, Crítico de arte y comisario y Tomás Paredes Romero, Presidente de la Asociación Española de Críticos de Arte.


De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Alejandro Aguilar Soria, Javier Sierra, Mª Dolores Barreda Pérez, José Gabriel Astudillo, Antonio Vargas, Javier Rubio Nomblot, Evaristo Guerra, Eduardo Naranjo, Julio López, Antonio López and Tomás Paredes

En una intensa y larga jornada que duró casi seis horas, se realizaron las labores de selección y calificación de las obras que se exhibirán en la exposición del 53 PREMIO REINA SOFIA DE PINTURA Y ESCULTURA, que del 2 al 18 de marzo estará abierta al público en la Casa de Vacas del madrileño Parque del Buen Retiro.

La muestra se inaugurará el viernes 2 de marzo, pero no será hasta el día 8 del mismo mes cuando S.M. la Reina Doña Sofía haga entrega del premio que lleva su nombre en el mismo recinto, dándose a conocer así el fallo del jurado.

El 53 PREMIO REINA SOFIA DE PINTURA Y ESCULTURA está dotado con 10.000 euros, medalla y diploma de la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Han sido casi 300 las obras presentadas al certamen, de las cuales ha habido que hacer una selección exhaustiva que a juicio del jurado, ha intentado mantener una coherencia y una variedad de estilos que permita reflejar la situación actual del arte en España, dando cabida también a los jóvenes creadores y a otros autores ya conocidos, pero sobre todo, con novedosas tendencias y sutiles guiños a la vanguardia.

Pero el Jurado ha querido destacar también la excelente calidad y especial creatividad de los trabajos presentados, así como el notabilísimo incremento que la escultura ha tenido en esta edición, lo que ha hecho más difícil y complicado aún la selección y determinación final del premio, pero que va a suponer que la muestra que reúna todas las obras, tenga una excepcional calidad, convirtiéndose en una de las mejores exposiciones que se podrán ver en Madrid en los próximos meses.

Con posterioridad a la exposición, ésta podrá verse en el Google Arts & Culture, donde ya están disponibles las anteriores ediciones del PREMIO REINA SOFIA DE PINTURA Y ESCULTURA y en donde también pueden verse otras exposiciones que la centenaria entidad está subiendo a este importante y prestigioso portal de arte con el que llegar a todos los rincones del mundo.

José Gabriel Astudillo López

Mª Dolores Barreda Pérez

Antonio Vargas

 Antonio López 

 Julio López

Eduardo Naranjo


Alejandro Aguilar Soria

Evaristo Guerra

Javier Sierra

Javier Rubio Nomblot

Tomás Paredes

 

 

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