2023 ¡Año Blanco!
El blanco es símbolo polisémico; es uno, en cuanto suma de los tres colores primarios, e indica totalidad, síntesis de lo distinto. Según Guenon, Symboles fondamenteaux de la Science sacrée, después de considerar la composición del arco iris, el blanco es asimilado al oro, no a la plata; al andrógino, a la deidad. La blancura refiere pureza, límpida epifanía, sol iluminador, inocencia, desnudez. En la India se asocia a la “tierra de los vivientes” o paraíso. El blanco mueve al optimismo, a la claridad, a la luz, a la ascensión del ser, que irradia beneficios a la gloria de su existencia.
Hay pintores, compositores, poetas que crean con luz, en medio de la luz, potenciándola, sajelándola, lustrándola, aseando el aire y ahuyentando las sombras; el blanco como meguez, que se extiende en la evidad más virginal de la materia; así, Ortega en su filosofía, Eugenio de Andrade en el poema, Cage en el silencio sonoro, Juan Carlos Lázaro en la pintura, Bach en la Chacona o la poesía que purifica el canto o la nieve que no habla, pero dice. ¿No es blanco el amor, cuando amanece?
Las palabras siempre enferman de ignorancia, al ser pronunciadas por estultos. Herimos las palabras con torpeza y el deber de todos los hablantes, de los que escribimos, es curar esas heridas. Aunque sólo los poetas salvan las palabras, como al arte lo sanan los artistas. Debemos huir de los lenguajes sucios, golfos, de la contaminación, de la palabrería basura, huera, que huele mal, porque se convierte en mercenaria, en hez.
2023, ¡Año Blanco! Pero no me voy a referir al simbolismo, ni a perspectivas halagüeñas, lo que sería difícil, sino a algo concreto como es el centenario de Venancio Blanco, Matilla de los Caños del Río 1923-Madrid 2018. Un escultor, ¿un ángel?, que supo imbricar en la materia- madera, bronce, cemento, escayola, cera, yeso- el tiempo, el movimiento, la música, el canto, la espiritualidad, la epiqueya del vuelo, la lírica.
Venancio Blanco
Este año se celebran diversos y significativos centenarios: Eugenio de Andrade, que publicó Branco no Branco, 1984; Miroslav Holub, Manuel Álvarez Ortega, Yves Bonnefoy, Carlos Oroza, Anilda Leao de Maceio, Jorge Cáceres, Wislawa Szymborska, Ory, Antonio Pereira, Marcel Marceau; artistas plásticos: Tápies, Sempere, Sam Francis, Cruz-Diez, Soto, Venancio Blanco. También, María Callas, Lola Flores.
En 1923 se publican, en Leipzig, Elegias de Duino de Rainer María Rilke, ¡un resplandor de cal en las tinieblas!, un monumento que explica la emoción, el misterio y el miajón de la poesía; la esencia de la humano. De algunos de ellos me ocuparé en esta Gaceta a lo largo del año.
En los cincuenta del siglo pasado, en el mundo del arte, había algunas personas que llegaron a identificarse con sólo el nombre, una de ellas era Venancio, Venancio Blanco, el escultor que hizo dialogar el canto y el bronce, el hueco y lo sólido, que ahorró pesantez a la materia, y Venancio Sánchez Marín, un crítico de arte augural y poeta fantástico. El chico ”rojo” que lo aprendió todo en el taller de grabado de la Casa de la Moneda. Si bien este siempre iba seguido del primer apellido. En poesía, Gerardo, era Diego y, en pintura, Gerardo era Rueda.
Monumento al vaquero charro
¿Y qué han preparado las instituciones públicas para celebrar estas efemérides? Poca cosa, nada. ¿Dónde está el “Reina Sofia”? En el ruido, la ideología partidista y el ronroneo con las asociaciones vecinales de Lavapiés. ¿Y el Ministerio de Cultura y Deportes? En la inopia, en el trotecillo cochinero y ramplón de Chiquito de la Calzada. Afirma Valery en sus Cuadernos que los idiotas no son tantos como se dice, “¡pero están tan bien elegidos!”. Las fundaciones Manuel Álvarez Ortega y Venancio Blanco respectivamente, haciendo lo que pueden.
Portada del catálogo
A la cultura, al arte hay que dejarlos crecer, sin directrices; cuanto más se haga, en distintas direcciones, más se beneficiará la sociedad que promueva su desarrollo. La cultura no requiere sino libertad para que la sensibilidad humana se manifieste.
¿Qué hace el “Reina Sofía” por el arte español? Avergonzarse de él, obstaculizar su difusión, manipular su realidad. ¿Qué puede conocer el visitante extranjero, u ocasional, del arte español, cuando visita el viejo hospital? Mucha documentación, escaso arte. Y ¿qué hace el Instituto Cervantes más allá de promocionar a su director y ser academia de idiomas? ¿Qué prestigio tiene una institución que el presidente del Gobierno utiliza como prebenda para pagar silencios? ¿Qué son M. Álvarez Ortega, Oroza, Antonio Pereira, Carlos Edmundo de Ory para el Instituto Cervantes? A lo que se ve, nada.
El día 27 de enero se inauguró una antológica de Venancio, en Santo Domingo, Salamanca, comisariada por Vanesa Gallardo. Habrá otra en Casa de Vacas de Madrid. Un libro excepcional, editado por Mapfre, sobre la vida y la obra de Venancio. Un concierto, mesas redondas, conferencias y otros actos que difundan la dimensión de la figura de este escultor fundamental del siglo XX. En su pueblo natal se mostrará una escultura, con la idea de permanencia. ¿En el “Reina”?, nada; ¿en la Academia de San Fernando?, menos que nada; ¿en el Museo Nacional de Escultura?, más de lo mismo.
“Venancio Blanco. 1923-2918”, Fundación Mapfre y Fundación Venancio Blanco, ya está en las librerías. ¡Una belleza de edición, por continente y contenido! Que yo participe en él, no puede condicionarme a silenciar sus virtudes e impedir felicitar a sus editores por la elegancia y la prestancia del documento. A veces, las editoriales no cuidan sus trabajos y degradan el aura de la imprenta. No es este el caso, con toda probabilidad, este libro quedará como el hito de la conmemoración del centenario.
Cristo vuelve a la vida
Más que a sus datos biográficos, voy a referirme a su obra, a sus obras, que son las que le dan la dimensión que exhibe. Amó con pasión la vida de taller, la docencia, fue profesor de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Madrid, académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, director de la Academia de España en Roma; siempre cerca de los jóvenes y de la enseñanza del dibujo, su talismán; en talleres de la Academia, de la Universidad de Salamanca y de otras instituciones. Pero, su fuerte es su obra: escultura, dibujo, pintura.
Aunque a lo largo de su dilatada vida realizó cientos de exposiciones, sólo hubo unas pocas antológicas, como la celebrada en el Palacio de Velázquez- con un texto claro y sólido de Venancio Sánchez Marín-. De sólito la exhibición de su obra se hizo de forma temática: primera época, escultura religiosa, música y danza, flamenco, iconografía clásica, tauromaquia, caballos, retratos, dibujos, pinturas. Fue un autor muy completo, por su formación, y un piquito de oro, haciendo arte cuando hablaba.
Su influjo es italiano, pero sus caballos vienen de Grecia, según confesión propia. Descubrió a Marino Marini y le tuvo fiel respeto, llegando a dibujar todas las piezas de una de sus exposiciones. Nunca obvió la impresión que le produjeron los caballos de la cerámica griega y conviene apuntar que su niñez la pasó en el campo, en una naturaleza entre toros y caballos, porque su padre era mayoral de una ganadería de reses bravas.
Juan Belmonte
Sus tauromaquias son uno de los ejes de su obra, pero, ante todo, su admiración por el caballo. La fuerza, el aire, la belleza, la elegancia que sabe infundirle a sus caballos es una de las características principales de su obra. También el toro bravo, al que efigia exultante de empaque, potencia y tronío. El primer enamoramiento de Anthony Quinn por su obra viene de la prestancia audaz y pulquérrima de sus caballos y por la dimensión que infunde a los lances de la fiesta.
Pero, no quiero ceñirme a una parcelación. No voy a distinguir el arte religioso, aunque sea el único escultor español que goce de un espacio exclusivo para esta vertiente de su obra -Museo Religioso Venancio Blanco, en el palacete Monte del Pilar, El Plantío, propiedad de Mapfre-. Ni del flamenco, por mucho que le disfrutase. Venancio hizo enamorarse al aire y la materia a fin de crear hondura y fragilidad, haciendo que la contundencia vuele. Venancio es figurativo, a veces pudiera parecer abstracto, pero no, siempre referencia formas, que ambicionan explicar la música, el baile o el cante.
Venancio crea idiolecto, el estilo Blanco, entregando a sus obras una impronta que en cuanto las observas sabes que le pertenecen, materia blanca; blancor de la ensoñación, cortesía de la ambición creadora, Sea la Perrata, que nos traslada a los sonidos negros del cante; o la imagen de San Juan de la Cruz o la cabeza del torero Juan Belmonte. Con esta obra se desmarca de todas las clasificaciones, es un retrato, pero mucho más: es la expresión de un torero que se enfrenta con el peligro en cada grano del albero y de ello hace belleza, trágico expresionismo. Prognata, los machos de la montera equilibrando; los ojos hundidos en el corazón de las tinieblas, la vida cabe la muerte.
Venancio y su monumento al Quijote
Obras maestras: retrato de Gerardo Gombau; Torero, descomposición, El Nazareno, Espíritu Santo, Homenaje a Antonio Bienvenida; Portagayola, larga cambiada; Formas para el espíritu de Castilla; Brahms, Sinfonia nº 4. La escultura de Venancio es poemática, con ritmo, con cadencia; es poesía en sus vuelos y sus sones, en su diáfano destino de trascender, en su vocación de plegaria, en su coreografía sagrada, en la magnitud de su presencia. Sus formas articulan un territorio por donde transita la poesía. No en balde el trofeo que simboliza el Premio Adonais era de su autoría.
Para Venancio Sánchez Marín: “La escultura en metal ha otorgado tanta importancia espacial a la ausencia como a la presencia de la materia. Gargallo comunicó una relevancia extraordinaria a la oquedad. Julio González, a lo que otorgó primacía espacial en sus obras fue al vacío. Y Venancio Blanco, en esta misma línea problemática de las figuraciones, ha resaltado como nadie el poder de sugestión espacial de la rotura de la materia escultórica”.
Es Medalla de Honor de AEPE, pero este recuerdo no va de galardones. El gran premio fue su presencia entre nosotros. Su clasicismo, su constante mirada a Grecia, su oficio y su conocimiento del álgebra de los fragmentos, la consideración del aire como materia a modelar, la figuración vanguardista: la convicción y certeza de que, como apunta Pessoa, en toda forma trascendente hay alma, determinan su obra y la distinguen, jerarquizando su proceridad.
Tomás Paredes
Presidente H. AICA Spain